¿Qué alimentos pueden dañar el hígado?

El hígado es el órgano de mayor tamaño dentro del cuerpo. Se encarga de ayudar al organismo a digerir los alimentos, almacenar energía y eliminar toxinas.

Sus funciones pueden verse gravemente afectadas por malos hábitos de vida, como una mala alimentación. Aquí repasamos cuáles son los alimentos más perjudiciales para el hígado y que puedes hacer para fortalecerlo.

¿Qué alimentos pueden dañar el hígado?
La carne roja puede afectar la función hepática. | Foto: GETTY IMAGES

Puntos clave

  • Azúcar, bebidas alcohólicas, carnes rojas, grasas y productos ultraprocesados son alimentos que afectan la función hepática, por lo que se recomienda limitar o evitar su ingesta.
  • Por el contrario, existen alimentos beneficiosos para la salud del hígado, como avena, arándanos, cítricos, espárragos, frambuesas, frutos secos, pescados o uvas, entre otros.
  • También es importante realizar ejercicio regularmente, hidratarse correctamente y realizar los chequeos médicos correspondientes.

Azúcar

Para funcionar correctamente nuestro cuerpo necesita glucosa, un azúcar que proviene de los alimentos que comemos, aunque también se forma y almacena dentro del organismo.

La glucosa es la principal fuente de energía de las células, y se transporta a todas ellas a través del torrente sanguíneo. El hígado se encarga de almacenarla y ayuda a mantener equilibrados los niveles de azúcar en sangre.

Cuando consumimos azúcar en exceso, ya sea agregada o la que se encuentra oculta en los productos ultraprocesados, se puede acumular y terminar convirtiendo en grasa en torno al hígado.

Esta situación aumenta el riesgo de enfermedad del hígado graso no alcohólico, cuya característica principal es el exceso de grasa almacenada en las células hepáticas.

Bebidas alcohólicas

Se considera una bebida alcohólica a toda aquella que en su composición se encuentre etanol, también conocido como alcohol etílico.

Este puede estar de forma natural o adquirida, lo importante es que sea igual o superior al 1% del volumen de la bebida.

Cuando bebemos alcohol, este pasa inmediatamente a la sangre, donde es transportado hacia el hígado, el cual libera enzimas encargadas de metabolizarlo y eliminarlo.

Este proceso de metabolización puede provocar un incremento en los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre, un aumento del ácido úrico y un descenso de los niveles de glucosa.

También se pueden liberar toxinas, que aumentan el riesgo de sufrir lesiones hepáticas, como cirrosis, esteatosis, fibrosis hepática o hepatitis alcohólica.

En ningún caso el alcohol es beneficioso para la salud, pero, en caso de beberlo, el consumo recomendado es hasta 2 tragos diarios para los hombres y 1 para las mujeres.

Un trago equivale aproximadamente a un vaso de cerveza, una copa de vino o una medida de bebida destilada.

La diferencia entre sexos parte de que los hombres generalmente poseen más agua en el cuerpo, por lo tanto, si bebieran la misma cantidad, la concentración de alcohol en sangre para la mujer tendería a ser mayor.

Carne roja

La carne roja es una buena fuente de proteínas, que son indispensables para formar o reparar huesos, músculos y otros tejidos del organismo.

Sin embargo, los profesionales aconsejan obtener las proteínas de legumbres, frutos secos, vegetales de hoja verde o semillas, y limitar el consumo de carne roja.

¿El motivo? Descomponer las carnes rojas correctamente es un trabajo duro para el hígado, por lo que, si el consumo es excesivo y constante, a la larga puede llevar a la aparición de distintos problemas en el cuerpo.

Esto se debe a que si la carne no se descompone correctamente puede acumularse en el colon y liberar toxinas.

Además, al concentrarse en procesar las carnes rojas el hígado no puede funcionar correctamente para cumplir con otras de sus tareas, como como designar la energía correspondiente a las células.

Las carnes rojas, especialmente las procesadas, también pueden aportar niveles elevados de grasas, que favorecen la acumulación de triglicéridos y colesterol en sangre.

Grasas

Las grasas saturadas se encuentran normalmente en productos de origen animal, como carne de cerdo, pollo o res, leche entera, quesos, helados o mantequillas.

Cuando se las consume en exceso, aumentan los niveles de colesterol en sangre, lo que perjudica el funcionamiento del hígado y aumenta el riesgo de enfermedades como el hígado graso.

Esto no significa que debas eliminar las grasas de tu dieta, ya que son sustancias necesarias para que el organismo funcione correctamente. Solo debes saber elegirlas.

Opta por grasas insaturadas, presentes en el aguacate, frutos secos, semillas o aceites, como el oliva, canola, almendras o cacahuate.

Productos ultraprocesados

Bebidas azucaradas, dulces, salsas o sopas enlatadas, deshidratadas o empaquetadas, galletas, helados, papas fritas y otros tipos de snacks, son ejemplos de alimentos o productos comestibles altamente procesados o ultraprocesados.

Estos se caracterizan por elaborarse con ingredientes industriales, es decir, aglutinantes, conservantes, emulsionantes, estabilizantes, o disolventes. Normalmente, contienen poco o ningún alimento entero.

Son difíciles de digerir por el hígado, por lo que afectan su función y promueven la aparición de distintas enfermedades, como trastornos cutáneos, obesidad, daño renal y problemas cardiovasculares.

Sal

Aunque la sal (cloruro de sodio) es necesaria para cumplir con ciertas funciones vitales, como controlar la cantidad de agua en el cuerpo y regular el pH sanguíneo, cuando se consume en exceso se convierte en una sustancia dañina.

Esto se debe a que puede provocar retención de líquidos, incrementar la tensión arterial y afectar la función del hígado.

Esto último se debe a que los niveles excesivos de sodio se vinculan a un mayor riesgo de deformación y muerte de las células hepáticas.

Cómo fortalecer el hígado

Al igual que existen alimentos que pueden afectar la función del hígado, existen otros que pueden estimular su función depurativa y facilitar la digestión, como avena, arándanos, cítricos, espárragos, frambuesas, frutos secos, pescados o uvas, entre otros.

El ejercicio también es importante, ya que ayuda a bajar de peso, y con ello el hígado y sus enzimas pueden trabajar mejor. No es necesario que empieces realizando grandes esfuerzos, una simple caminata es un buen comienzo.

El agua es otro aspecto crucial, ya que cuando no hay suficiente líquido en el cuerpo, actividades como el metabolismo y la descomposición de grasas para uso celular se complican. Bebe entre 2 y 2 ½ litros de agua al día para favorecer una correcta función hepática.

Finalmente, no olvides realizar los chequeos médicos. Las enfermedades hepáticas no suelen causar síntomas fácilmente identificables en etapas tempranas, por lo que esta es la mejor forma de anticiparse a su aparición o desarrollo.

Fuentes consultadas: Base Exhaustiva de Datos de Medicamentos Naturales, Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Instituto Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa.

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