La esclerosis múltiple es una enfermedad neurodegenerativa caracterizada por la destrucción por el sistema inmune de la capa de mielina que protege las neuronas. La dolencia afecta la sensibilidad, el razonamiento y el movimiento de la persona que la padece, aunque los síntomas varían de una persona a otra, según el área del cuerpo en la que la vaina de mielina se dañe.
Los síntomas pueden aparecer y desaparecer. Habrá momentos de crisis que luego desaparecerán por un tiempo (entrar en remisión), pero se pueden formar cicatrices y estas pueden afectar en forma permanente los nervios del área afectada.
En cualquier caso, las personas pueden experimentar problemas en la vista, que incluyen visión doble o borrosa, daltonismo parcial, dolor de ojo, pérdida parcial o completa de la visión en un ojo.
Problemas de razonamiento y de memoria. Fatiga. Debilidad muscular, mareos o temblores. Entumecimiento o debilidad en un costado o en la mitad inferior del cuerpo.
Problemas de coordinación y equilibrio. Pérdida del control del intestino o de la vejiga. Sensaciones como entumecimiento u hormigueo, “pinchazos”. Sensaciones de choque eléctrico provocadas al mover la cabeza de una determinada manera.
Esta enfermedad, cuya causa se desconoce con certeza, se cree que es el resultado de una combinación de factores ambientales, virales y genéticos, la padecen hasta 2,3 millones de personas en todo el mundo, principalmente mujeres.
En efecto, la esclerosis múltiple afecta a las mujeres con una frecuencia dos veces mayor que a los hombres. Las personas de raza blanca (caucásicas) tienen más probabilidades de desarrollarla que las personas de otras razas.
Si algún integrante de tu familia, como tu padre, madre o un hermano, tiene la enfermedad, tienes un mayor riesgo de desarrollarla. La dolencia puede afectar a personas de cualquier edad pero, a menudo, comienza entre los 20 y los 40 años. Si tienes otra enfermedad autoinmune, como enfermedad tiroidea o diabetes tipo 1, el riesgo de desarrollar esclerosis es levemente más alto.
Sí y no
Hay investigadores que aseguran que no se ha demostrado que exista una dieta concreta que ayude o sea beneficiosa para ralentizar el desarrollo de la enfermedad.
Por ello, señalan los expertos, lo mejor es, en líneas generales, cuidar la alimentación y asegurarte de proporcionar todos aquellos nutrientes que tu cuerpo necesite.
Sin embargo, hay otra tendencia que señala que la evolución de la enfermedad parece estar condicionada por la dieta.
Por ejemplo, se sabe que el consumo de trigo aumenta los síntomas asociados a la esclerosis múltiple, así como que las verduras previenen la aparición de brotes en niños con la forma “recurrente-remitente” de la enfermedad.
También existe el aval de un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (Estados Unidos), que señala que las dietas ricas en frutas, verduras y cereales integrales parecen reducir los síntomas y, por tanto, la discapacidad, asociada a los distintos tipos de esclerosis múltiple –recurrente-remitente y progresiva, tanto primaria como secundaria.
Kathryn C. Fitzgerald, directora de la investigación publicada en la revista “Neurology”, dijo que los pacientes con esclerosis múltiple le preguntan con frecuencia si hay algo que puedan hacer para retrasar o evitar la discapacidad, y muchos quieren saber si su dieta puede jugar un papel en este sentido.
La investigadora siempre les responde que hasta los momentos se han realizado muy pocos estudios al respecto, pero, en cualquier caso, cree que hay evidencias de una asociación entre adoptar un estilo de vida saludable y la reducción de los síntomas de esclerosis múltiple.
Cinco grupos
El estudio contó con la participación de 6.989 pacientes con esclerosis múltiple. Todos, antes de iniciar el registro, llenaron cuestionarios sobre sus hábitos alimenticios y fueron incorporados al Comité de Investigación de Norteamérica (NARCOMS).
De acuerdo con las respuestas aportadas, clasificaron a los pacientes en cinco grupos en función de que su dieta incluyera frutas, verduras, legumbres y cereales integrales y fuera baja en azúcares procedentes de postres y refrescos y poca carne roja y procesada.
Los pacientes con un estilo de vida saludable tuvieron una probabilidad significativamente inferior de depresión, fatiga y dolor.
Para saber si la dieta había influido en los resultados, los autores preguntaron a los participantes si habían experimentado algún brote o un empeoramiento gradual de sus síntomas durante los últimos seis meses, así como su nivel de discapacidad y la gravedad de diferentes síntomas asociados a la enfermedad –entre otros, fatiga, dolor y depresión.
Los resultados mostraron que las personas con la alimentación más saludable tuvieron, frente a los de la dieta más rica en carnes rojas, dulces y refrescos, una probabilidad hasta un 20% menor de sufrir una discapacidad física grave.
Es más; los pacientes que seguían la dieta más saludable de las cinco presentaron, frente a los del grupo ‘menos saludable’, un riesgo un 20% inferior de padecer depresión grave.
Buenos ejemplos
Cuando se habla de dieta saludable, los médicos se refieren a consumir alimentos bajos en grasa y ricos en fibra: frutas, verduras, nueces y semillas proporcionan al cuerpo la energía que necesita.
También se deben consumir cinco raciones de frutas y verduras al día. Por ejemplo, desayunar tostadas con aguacate o añadir fresas al gazpacho son opciones sabrosas y nutritivas.
Comer pescado, mínimo, dos veces por semana porque los pescados azules son ricos en omega 3, indicados para mejorar la salud de corazón, baja la presión arterial y puede reducir la inflamación.
La medicación para esclerosis múltiple puede alterar el equilibrio microbiano del intestino y provocar problemas como diarrea o hinchazón. Por eso es importante tomar yogur que ayuda a restaurar la flora bacteriana. Además, contiene calcio y vitamina D.
Más allá de la dieta
Los hallazgos del nuevo estudio se suman al creciente número de evidencias que sugieren que la sintomatología asociada a la esclerosis múltiple podría estar condicionada por la alimentación.
Pero es posible que este beneficio pueda incluso ampliarse con la adopción de hábitos saludables no solo en lo que respecta a la comida, sino a toda la vida en general.
De manera similar a como hicieron con la dieta, los autores clasificaron a los participantes en cinco grupos en función de que su estilo de vida fuera, igualmente, más o menos saludable –lo que implicaría tener un peso adecuado, hacer ejercicio, seguir la alimentación más ‘sana’ de las cinco y, sobre todo, no fumar–.
Y de acuerdo con los resultados, los investigadores concluyeron que las personas con un estilo de vida saludable tuvieron una probabilidad un 50% menor de padecer depresión, un 30% inferior de sufrir una fatiga aguda y más de un 40% menor de padecer dolor.