La demencia ya está reconocida como un problema de salud pública global y se calcula que hay más de 50 millones de personas en el mundo que viven con algún tipo de condición mental.
En la próxima década ese número superará los 80 millones y para mediados de siglo esta proporción se habrá triplicado prácticamente.
La Organización Mundial de la Salud estima que, en América Latina, en el año 2030, habrá casi ocho millones de personas que padezcan esta enfermedad.
La demencia es el nombre que designa a un grupo de síntomas causados por trastornos que afectan el cerebro. No es una enfermedad específica. Las personas con demencia pueden dejar de ser capaces de pensar lo suficientemente bien para llevar a cabo las actividades normales, tales como vestirse o comer.
Pueden perder su capacidad para resolver problemas o controlar sus emociones. Puede haber cambios de personalidad. Los pacientes pueden estar agitados o ver cosas que no existen.
La pérdida de la memoria es un síntoma común de demencia. Sin embargo, la pérdida de la memoria en sí no quiere decir que haya demencia. Las personas con demencia tienen problemas serios con dos o más funciones cerebrales, tales como la memoria y el lenguaje. Aunque la demencia es común en personas mayores, no es parte normal del envejecimiento.
Se trata de una enfermedad progresiva que, aunque no afecta exclusivamente a las personas mayores, aumenta su probabilidad de manifestación en la vejez.
Estos trastornos limitan sensiblemente la capacidad funcional de las personas, afectan su vinculación con los demás y van produciendo una pérdida progresiva de calidad de vida.
La demencia es considerada una enfermedad crónica no transmisible y por ello se relaciona con la dependencia, la discapacidad y la morbimortalidad, es decir, las enfermedades que pueden provocar la muerte.
En la actualidad no hay tratamientos efectivos para detener la progresión u ofrecer una cura definitiva para la demencia. Sin embargo, hay medidas que pueden contribuir a la mejora de la calidad de vida de las personas que la padecen y de sus cuidadores.
La OMS recomienda educar a la población, a las autoridades sanitarias y a los proveedores de servicios en la detección temprana de los síntomas para diagnosticar la enfermedad y prescribir tratamientos.
Además, es importante promover la actividad física, prácticas nutricionales saludables y las relaciones sociales de los pacientes, con el fin de facilitar un estado general de bienestar.
Estas indicaciones están contenidas en el Plan de acción mundial sobre la respuesta de salud pública a la demencia 2017-2025, una iniciativa global que busca multiplicar y reforzar las políticas, planes y programas de prevención y ataque de la demencia.
Países con ingresos bajos
El Alzheimer’s Disease International, la federación internacional de asociaciones de Alzheimer, ha calculado que, en la actualidad, el 58% de las personas con demencia se encuentra en países con ingresos medios o bajos, cifra que podría sobrepasar el 70% en el año 2050.
Pero el aumento de los pacientes de estas enfermedades no se dará de la misma forma en todo el mundo: mientras que en los próximos 20 años aumentará un 40% en Europa, en Estados Unidos y Canadá lo hará en un 63%, y en el cono sur latinoamericano (Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile) el incremento será del 77%.
En efecto, el aumento exponencial se producirá de no adoptarse, de inmediato, las medidas oportunas tal y como se advierte en el estudio “Demencia en América Latina: Evaluar el presente y visualizar el futuro” realizado por un grupo de investigadores en neurociencias de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Perú, Australia y Escocia, publicado en la revista Neurology de la American Academy of Neurology.
Se cree que el incremento se debe a varios factores, entre los que cabe mencionar aumento de la expectativa de vida, el incremento de la población de adultos mayores y la alta tasa de familias con demencias genéticas, entre otros.
Lamentablemente, la mayoría de los países latinoamericanos no cuenta con las instalaciones de salud mental necesarias ni con políticas o presupuestos específicos para la demencia ni estrategias de tratamiento y prevención.
Faltan datos epidemiológicos regionales científicamente rigurosos que investiguen sistemáticamente la prevalencia, la incidencia, la resiliencia y la reserva cognitiva.
No hay una estrategia de demencia en América Latina que aliente a los gobiernos a establecer políticas de mayor colaboración regional y presupuestos de salud mental específicos y tampoco procedimientos de evaluación culturalmente válidos y marcadores de diagnóstico confiables que permitan la comparación de las cifras de demencia en América Latina y el resto del mundo.
Estrategias de prevención
Sin embargo, el estudio identificó una serie de estrategias para prevenir las demencias en la población y reducir el impacto social, psicológico y económico que implica para las familias y los cuidadores:
Mejor y mayor difusión de los avances en medios científicos, materiales educativos y redes sociales.
Establecer una agenda política dirigida a actores relevantes, líderes de políticas, agencias gubernamentales y organizaciones internacionales para crear conciencia sobre los desafíos y apoyar la armonización de estrategias a nivel mundial.
Con respecto a los pacientes y su familia, los expertos recomiendan ejercitar el cerebro y recuerdan que después de los 65 años de edad, el riesgo de desarrollar demencia se duplica aproximadamente cada cinco años.
También es muy importante mantener la mente ocupada con actividades, llevar una dieta saludable y hacer ejercicio.