Contratar un seguro de vida es una decisión importante y no debe ser tomada la ligera. Cuando suscribes la póliza de un seguro de este tipo, generalmente estás firmando la compra de un producto pensado para acompañarte toda la vida. O, al menos, para acompañarte un buen número de años en el caso de los seguros de vida a término. Por eso, es muy importante que tengas claro lo que necesitas y, sobre todo, que no cometas errores al contratar tu seguro.
Muchas personas se equivocan al elegir un producto y, después, les cuesta mucho corregir ese fallo, o acaban pagando las consecuencias a largo plazo. Por eso, debes tomar nota de los principales errores que se comenten al suscribir un seguro de vida. Estos son los más notables.
Contratar el seguro muy tarde
Uno de los fallos fundamentales al contratar un seguro de vida es esperar mucho para hacerlo. Los seguros de vida son más baratos cuanto más joven sea el asegurado. Esto se debe a que las aseguradoras tienen en cuenta el riesgo de muerte, y, estadísticamente, una persona joven tiene un riesgo más bajo. Si contratas un seguro siendo todavía joven, es posible que obtengas mejores condiciones: primas más bajas y una indemnización mejor. Pero, sobre todo, tendrás menos problemas a la hora de calificar y lograr que la aseguradora te otorgue el seguro.
Muchos usuarios, además, cometen el error de pensar en plazos de tiempo cortos y no mira al futuro con suficiente claridad. Es frecuente pensar solo en las necesidades económicas que se pueden tener a 15 ó 20 años vista, pero es mucho mejor pensar en qué necesidades tendrán tu familia o tus seres queridos en 30 ó 35 años. De esa forma, el seguro y la posible indemnización se ajustarán mucho mejor.
Quedarse solo con la póliza de la empresa
Muchas empresas ofrecen a sus trabajadores seguros de vida. Y muchas personas piensan que con esa póliza de empresa ya tienen una cobertura suficiente. Esta idea está equivocada, porque esos seguros no siempre ofrecen coberturas amplias o suficientes. Además, rara vez son portables: es decir, si cambias de trabajo, no podrás llevarte la póliza, con lo que tendrás que calificar para un seguro de nuevo, algo que será complicado si dejas tu trabajo ya entrado en años. Por eso, aunque tu empleador te ofrezca un seguro de vida, es recomendable que contrates uno privado que te acompañe independientemente de tu trayectoria laboral.
No informarse correctamente o no pedir ayuda especializada sobre seguros de vida
Muchos asegurados cometen el mismo error: no se informan adecuadamente antes de comprar su póliza de seguros. Se quedan con lo primero que les ofrecen o encuentran, sin comparar, sin buscar mejores alternativas, sin informarse a fondo.
Si vas a contratar un seguro de vida, infórmate bien de qué tipos existen. Por ejemplo, en los seguros de vida permanentes hay varias modalidades, como el seguro permanente tradicional o de vida entera, el seguro universal, el seguro de vida variable, e incluso un seguro mixto entre universal y variable. Y cada tipo de póliza tiene, a su vez, variaciones que pueden afectar mucho al desempeño del seguro, a las primas que pagues, al beneficio por causa de muerte que reciban tus beneficiarios o al ahorro que pueda genera el seguro. Por eso, es fundamental que recopiles la mayor cantidad de información posible y, si no la entiendes con claridad o si necesitas más explicaciones, acude a un experto. Los agentes de seguros te explicarán con detalle los productos disponibles y te ayudarán a elegir. Y si contratas por Internet, recuerda que también puedes contactar con un asesor para que te ayude en el proceso de contratación. No dudes en preguntar cada detalle: coste de las primas, gastos que origine el seguro, posibles cláusulas, beneficios, mecanismos de ahorro, etc.
No informarse adecuadamente puede generar el peor fallo de todos: contratar una póliza equivocada y acabar por dejar a tu familia mal asegurada en caso de que fallezcas. Por ejemplo, es muy frecuente que una persona joven, todavía con pocos ingresos, elija un seguro permanente, que es más caro, cuando podría conseguir cobertura con un seguro a término por menos dinero. Más tarde, cuando ya tenga una edad más elevada y unos ingresos más sólidos, podrá convertirlo en un seguro permanente y no tendrá que calificar de nuevo.
Pensar solo en el precio de las primas
Al contratar un seguro, muchas personas se fijan excesivamente en el precio de las primas que van a pagar. Eso lleva a tomar malas decisiones, porque unas primas mensuales muy bajas pueden esconder defectos en el seguro o en la compañía aseguradora.
Además, el seguro es algo que hay planificar a largo plazo. Unas primas altas hoy, cuando todavía eres joven, pueden ser muy llevaderas, incluso muy baratas, dentro de 20 años, cuando ya tengas una edad y una posición económica más desahogada. Por eso, no te obsesiones con las primas actuales: es mejor que pienses que, al estar generalmente niveladas, ese dinero te parecerá poco a la vuelta de unos años.
De todas formas, siempre puedes optar por un seguro de vida de tipo universal, que te permitirá ajustar las primas en función de tus necesidades económicas puntuales.
“Infraasegurarse” o “sobreasegurarse”
Relacionado con el punto anterior, aparece el siguiente error habitual: contratar un seguro de vida con poca cobertura y una indemnización o beneficio por causa de muerte demasiado baja. Para pagar primas más bajas, se contratan indemnizaciones exiguas, con cantidades mal planificadas. De hecho, la organización LIMRA, especializada en analizar el mercado de seguros, consideraba en 2016 que aproximadamente el 48 por ciento de los hogares estadounidenses tiene un déficit de cobertura medio de 200.000 $.
Para evitar que te suceda esto, es necesario que pienses cuánto dinero necesitaría tu familia para sobrevivir sin tus ingresos durante varios años. Ten en cuenta que tu póliza no debe cubrir solo la falta de tus ingresos, sino que debe servir también para hacerse cargo de los costes de tu funeral, de lo que te quede por pagar de hipoteca, de algún préstamo que puedas tener, de las matrículas de colegios o universidades de tus hijos, etc. Es decir: calcula muy bien cuánto dinero pueden necesitar los tuyos para superar tu ausencia y contrata una indemnización que sea capaz de darles tranquilidad financiera.
Pero también se puede cometer el error contrario: contratar una indemnización excesiva que encarezca demasiado el seguro. Las personas que caen en este fallo gastan mucho más de lo que deberían y dedican a sus pólizas un dinero que podrían destinar a otros bienes o servicios. O, peor, tienen que hacer frente a primas demasiado altas y, como no pueden pagarlas, acaban perdiendo el seguro.
Elegir mal a los beneficiarios
Un fallo habitual es no elegir correctamente a los beneficiarios del seguro, las personas –o instituciones- que cobrarán el beneficio por causa de muerte una vez el asegurado haya fallecido. En muchas ocasiones, el error se produce al no designar beneficiarios alternativos, con lo que si los que se han elegido mueren, no hay a quién entregar la indemnización.
Otras veces, los asegurados no cambian a los beneficiarios después de un divorcio o un acontecimiento semejante, lo que da lugar a problemas a la hora del pago. También es un error dejar como beneficiario a un menor, porque no podrá cobrar la indemnización hasta que no se le asigne un tutor legal.
Otras personas dejan el beneficio como parte de una herencia. Esto, de nuevo, es un problema, porque se abrirá un largo proceso de legalización que dificultará que se cumpla el deseo del asegurado. Además, si el asegurado deja acreedores, estos podrían litigar contra esa herencia para cobrar, pero no contra particulares o entidades. Es muy importante informar a los beneficiarios de que lo son.
En muchos casos, se da la circunstancia de que, tras fallecer un asegurado, nadie reclama la indemnización simplemente porque nadie sabe que es beneficiario de esa póliza. Para evitar esto, hay que informar siempre a las personas o entidades designadas para recibir el beneficio por causa de muerte.
Como ves, hay errores que se pueden cometer simplemente por descuido, o por falta de atención. La mejor forma de evitar que uno de estos fallos arruine tu seguro es recabar la mayor cantidad posible de información, analizarla con cuidado y comparar muy bien ofertas, modalidades y variantes. Y, siempre que sea necesario, recurrir a un experto.