La personalidad es efervescente. Puede pasar de estar muy feliz y eufórico, a estar en fases tristes y deprimidas. La Organización Mundial de la Salud destaca que el Trastorno Bipolar es una de las principales causas de discapacidad, y puede llegar a ser más prevalente que enfermedades como el sida o la esclerosis múltiple.
El trastorno bipolar es una enfermedad mental severa. Las personas que la sufren experimentan cambios de ánimos poco comunes y muy drásticos, y ese ciclo puede repetirse una y otra vez. A las sensaciones de euforia y actividad se les llama manías. A las de tristeza y desesperanza se les llama depresión.
Familia y ambiente
Las causas del trastorno no están del todo claras. Pueden ser genéticas o derivar de una estructura anormal de las funciones del cerebro. También se consideran las circunstancias ambientales: factores adversos como el maltrato infantil, el consumo de drogas o incluso la desorganización de la vida pueden conducir a la aparición de un trastorno bipolar.
Otro tipo de condiciones detonantes son el estrés, eventos impactantes de vida (aún los positivos), malos hábitos de sueño o alimentación y sucesos traumáticos como un accidente o secuestro.
El trastorno bipolar suele empezar en los últimos años de la adolescencia o al inicio de la edad adulta pero niños y adultos también pueden sufrirlo. La enfermedad, generalmente, dura toda la vida.
Si no se trata, el trastorno bipolar puede dañar las relaciones personales, causar bajo rendimiento en la escuela o en el trabajo e incluso el suicidio. Sin embargo, existen tratamientos eficaces para tratar los síntomas: medicinas y "terapia de conversación". La combinación de ambas suele ser lo que mejor funciona.
En cualquier momento
Jerónimo Saiz, jefe del servicio de psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, advierte que hay muchas dificultades en el diagnóstico y pueden pasar muchos años desde que aparecen los síntomas hasta que se da con el diagnóstico preciso. Saiz habla de que pueden transcurrir hasta 10 años más o menos. Tampoco existe ningún marcador fiable (como los famosos test) ni ninguna exploración que permita “afirmar o descartar que una persona sufre un trastorno determinado”.
Ingrid Vargas Huicochea, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), habla, por su parte, del carácter incapacitante del trastorno y refiere que se le atribuye la pérdida de aproximadamente 14.3 años de vida productiva en quien lo padece. Alrededor del uno por ciento de la población mundial padece trastorno bipolar.
La académica también cree que la enfermedad está mal diagnosticada en un 70 por ciento de los casos, incluso cuando se ha tenido contacto previo con profesionales de la salud.
Huicochea refiere, en un comunicado que emitió la UNAM, que el trastorno se presenta con mayor frecuencia en la década de los 30, pero puede ocurrir en cualquier momento de la vida, incluso en la infancia (cada vez con más casos); también se vincula a cambios hormonales en las mujeres o al periodo posparto. Por lo general se presenta en una etapa en la que se toman decisiones importantes: carrera, empleo, familia o pareja, y una vez que aparece no tiene cura.
En los últimos años, considera la experta, se ha puesto de moda el término “bipolar”, pero la mayoría de las veces no se aplica de manera correcta: como una patología. Uno de los errores más frecuentes es que se piensa en la bipolaridad para referir a alguien voluble, y no es así, advierte Huicochea.
Diagnóstico y tratamiento
Para identificarlo no existe un examen de laboratorio, el diagnóstico es puramente clínico y se requiere de un interrogatorio detallado, a veces no sólo con el paciente, sino con las personas cercanas, pues hay síntomas que el enfermo minimiza y triangular la información permite contar con una imagen más clara.
Un tratamiento bien administrado marca la diferencia, y el de tipo farmacológico es la piedra angular. “Se usan medicamentos que estabilizan el estado de ánimo, y en algunas ocasiones antipsicóticos de segunda generación”, recomienda Huicochea, mientras que Saiz señala que los más usados son las sales de litio y algunos antiepilépticos. También funcionan los antipsicóticos, útiles para algunas fases y para la estabilización.
Además, es importante crear una red social; por ello, como parte del tratamiento es necesario brindar psicoeducación al paciente y a la familia, para proveerlos de estrategias que los ayuden a enfrentar la enfermedad de mejor manera y a fomenta la adherencia al tratamiento.
Se educa al enfermo y a sus familiares sobre lo que es la enfermedad, qué cuidados requiere y cómo se trata. Hay técnicas de remediación cognitivas que tratan de corregir algunos trastornos en la percepción en la función ejecutiva, en la adaptación y en la memoria que los enfermos bipolares pueden tener.
Los familiares son un pilar fundamental, son su máximo apoyo y deben convivir con la enfermedad, además, sirven de alerta porque muchas veces el enfermo no es consciente de que está mal, sobre todo en las fases de euforia.
Señales importantes
Oscilaciones en el estado de ánimo con periodos bastante permanentes (unas 2 o 3 semanas). Puede haber ánimo elevado; cierto componente de irritabilidad; aumento en la velocidad del pensamiento; verborrea (discurso acelerado y difícil de detener); incremento en la actividad intencionada, en el nivel de energía, en los planes, en el involucramiento de actividades con potencial riesgo como gastos excesivos, manejar un vehículo de manera temeraria o contactos sexuales indiscriminados, algunos de ellos de alto riesgo.
Esta sintomatología no es tan intensa en las fases de hipomanía de la bipolaridad tipo 2, y la duración usualmente no rebasa los cuatro días.
Los episodios depresivos en ambos tipos se caracterizan por ánimo bajo, pérdida del disfrute de las cosas, alteraciones del apetito y sueño, ideas de minusvalía, culpa, desesperanza, muerte y disminución en la energía.