Parece una conclusión básica, si se toma en cuenta que los asuntos económicos, el exceso de trabajo o la infidelidad suelen aparecer como los detonantes clásicos de las peleas entre parejas, pero de acuerdo con un estudio reciente de la Universidad Estatal de Ohio, los conflictos entre dos pudieran derivarse de la imposibilidad de tener un descanso reparador.
“Cuando dormimos menos es como si viéramos el mundo con lentes oscuros”, señala Janice Kiecolt-Glaser, científica especializada en las relaciones humanas y directora del Instituto Estatal para las Investigaciones de la Medicina del Comportamiento de Ohio. “Sus temperamentos son más volátiles, menos tolerantes. La falta de sueño daña las relaciones”.
Las mujeres y los hombres que participaron en el estudio habían estado casados entre tres y veintisiete años. Mencionaron distintas cantidades de sueño: desde tres y media hasta nueve horas por noche. Cada pareja acudió al laboratorio en dos ocasiones y ahí se les incitó a hablar sobre los problemas que ocasionaban los mayores conflictos en su relación.
Después, los investigadores analizaron videos de sus intercambios con técnicas de clasificación para evaluar las interacciones positivas y negativas, así como las respuestas cargadas de emociones negativas y las constructivas. Luego de analizarlo todo, se observó que las parejas estaban más propensas a ser hostiles cuando ambos miembros dormían menos de siete horas por noche.
La experta aclaró que las parejas que durmieron más de siete horas cada noche también discutieron, pero el tono del enfrentamiento era muy distinto.
Un sueño reparador
Otro estudio arrojó que basta una sola noche de mal descanso para que los efectos nocivos de ese trasnocho afecten a los que comparten la cama. En esa investigación, setenta y ocho parejas fueron seguidas por un periodo de dos semanas. Cada día las parejas hacían anotaciones sobre la calidad de su sueño y cualquier discusión que hubieran tenido con sus parejas.
Los resultados coincidieron con los de la Universidad de Ohio. El haber dormido mal y estar agotado en la mañana es un factor que desata la furia entre las parejas, más que la depresión, el estrés o la ansiedad que pudiera experimentar cualquiera de los miembros de la relación.
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Por lo general, los elementos que se mezclan con el cansancio y el deseo de regresar a la cama son: menor empatía. Hay dificultades para sopesar las emociones de uno y otro y ambos quedan resentidos.
Mayor negatividad. Si no hay descansos reparadores, las parejas lo ven todo muy oscuro y poco probable. Se refuerzan los sentimientos negativos y el pesimismo.
No hay posibilidades de mirar los problemas como oportunidades de éxito, sino de conflicto. Las parejas que duermen poco quedan entrampadas en asuntos cotidianos que en otras circunstancias podrían resolver sin mayores trabas.
Dormir mal también puede inducir sentimientos egoístas en los miembros de las parejas. Cada uno se siente menos dispuesto a apreciar y sentir gratitud hacia el otro.
Es reversible
La buena noticia que arrojó el estudio es que al mejorar la calidad del sueño puede mejorar la calidad de la relación. Dormir bien inspira mejores relaciones y, cíclicamente, tener una buena relación nutre la calidad del sueño.
De hecho, la idea de que dormir mejor es la clave para un mejor matrimonio no es novedad. Una amplia bibliografía de investigaciones sugiere que la gente que no duerme suele ser más desagradable e incluso más hostil en sus interacciones sociales que aquellos que duermen bien.
Tienden a expresarse de manera más negativa cuando no han dormido en comparación con los días en que durmieron toda la noche.
Un estudio de 2010 descubrió que los hombres eran más propensos a pelear con sus esposas tras una noche de sueño interrumpido, y en una investigación realizada en 2014, las parejas que mencionaron que dormían poco durante un periodo de dos semanas reportaron conflictos maritales diarios con mayor frecuencia que aquellas que habían dormido mejor.
Sin embargo, el estudio de la Universidad Estatal de Ohio fue más allá para medir cuán tóxico para la salud de una persona puede volverse el desacuerdo marital aunado a la privación del sueño.
Cada pareja en el estudio también dio muestras de sangre, antes y después de la pelea con el cónyuge. Las muestras servían para medir los marcadores de inflamación que se han vinculado con enfermedades cardíacas, cáncer y otros problemas de salud.
El estudio descubrió que cuando los cónyuges duermen menos, no solo eran más propensos a tener conflictos más agresivos, sino que además tenían niveles más elevados de proteínas inflamatorias en la sangre después de estos conflictos.
En resumen, los desacuerdos maritales son más tóxicos para el cuerpo cuando no se ha dormido suficiente.
Aunque el estudio reciente solo analizó a parejas heterosexuales casadas, los hallazgos podrían aplicarse a todas las parejas, incluyendo a los que viven en unión libre, así como a las parejas homosexuales. “Se trata de procesos universales de las relaciones”, comentó Stephanie Wilson, una de las autoras principales del estudio. “Conocer estos efectos puede ayudarnos a tener en cuenta la importancia de dormir bien y ser cuidadosos con los conflictos”.
La lección, según los autores del estudio, es que antes de concluir que hay problemas en la relación, las parejas que tienen conflictos de manera habitual no solo deberían evaluar la relación y cómo están gestionando los conflictos, sino también sus hábitos de sueño.
“Dormir de manera irregular y encontrarse con tensiones interpersonales en la vida cotidiana es lo habitual para muchos”, dijo Wilson. “Son pequeñas vulnerabilidades que pueden sumarse. Nos enseña la importancia de descansar noche tras noche y a manejar los desacuerdos de forma consciente”.
Otras consecuencias
La Asociación Mundial de Medicina del Sueño (WASM, por sus siglas en inglés), asegura que los problemas de sueño son una epidemia global que amenaza la salud y la calidad de vida de más del 45% de la población mundial y considera que dormir bien es uno de los tres pilares fundamentales para gozar de una buena salud, además de una dieta equilibrada y ejercicio regular.
Para decir que se ha dormido bien es necesario: que la duración sea suficiente para que estar descansado y alerta durante el día (entre 7 y 9 horas al día).
Que haya continuidad. Un sueño sin sin interrupciones para que sea efectivo, y profundo para que sea restaurativo.
Si no se produce de esa manera hay impactos altamente nocivos en la salud, tanto física como mental.
Por ejemplo, tienes un riesgo mucho más alto de padecer enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y depresión.
Cuando duermes mal te alimentas peor, tienes más apetito, pero comes alimentos poco saludables. Tu salud mental también se verá afectada, tendrás más riesgo de accidentes y menor rendimiento físico.