El examen de sangre no requiere ninguna preparación extraordinaria. Apenas estar en ayunas, acudir temprano al laboratorio y estar listo para permitir la extracción de unas 1.69 onzas (50 centímetros cúbicos) de la materia líquida que contiene tres tipos de células: los hematíes o eritrocitos (glóbulos rojos), los leucocitos (glóbulos blancos) y las plaquetas.
Esos elementos con nombres raros son los principales componentes de la sangre, los que tienen una forma y contorno definidos. Aunque la sangre también contiene plasma, la parte líquida, en la que hay agua, proteínas, sales minerales y otras sustancias.
Cada vez que un bioanalista revisa en el microscopio parte de tu sangre puede determinar valores alterados que pueden conducir al médico a un diagnóstico y a un tratamiento posterior que te ayudará a sanarte.
Los exámenes habituales que se hacen en los laboratorios son: hemograma, coagulación, bioquímica y gasometría.
Hemograma
En el hemograma se determinan fundamentalmente el número y otras características de los elementos formes de la sangre, es decir, glóbulos rojos (eritrocitos), glóbulos blancos (leucocitos) y plaquetas.
Los glóbulos blancos o leucocitos (WBC) son las células de defensa que circulan por el torrente sanguíneo. Existen varios tipos: neutrófilos, linfocitos, monocitos, eosinófilos. El valor total agrupa a la suma de todos ellos; si uno está elevado o disminuido, puede afectar a la cifra global.
Si los resultados están por encima de lo normal es probable que haya infección o inflamación en alguna parte del organismo. También indican algunos tumores o leucemias, en el caso de los linfocitos; o alergias o asma cuando los eosinófilos salen alterados.
En cambio, si los valores salen por debajo es probable que se trate de problemas con la médula ósea que no puede producir células debido a agentes infecciosos, tejido tumoral u otras razones.
También disminuyen por algunos medicamentos que producen toxicidad sobre la médula como la quimioterapia para el tratamiento del cáncer; algunos antibióticos o analgésicos (nolotil) pueden producir como efecto no deseado una reducción del número de glóbulos blancos.
La alteración en los resultados de los glóbulos rojos (RBC) puede indicar varias cosas: disminución de la carga de oxígeno por el tabaquismo, lo que a su vez deriva en insuficiencia respiratoria y bronquitis crónica.
Una cifra por debajo de lo normal indica: anemia por falta de hierro, de vitamina B12 o de ácido fólico; un sangrado excesivo (por reglas abundantes, o después de una intervención quirúrgica) o una enfermedad de la médula ósea.
El examen también reporta los valores de la hemoglobina (HGB) una proteína que existe en el interior de los glóbulos rojos y que transporta el oxígeno en su interior.
Una cifra superior a la normal indica lo mismo que el aumento en el número de glóbulos rojos. Una cifra por debajo de lo normal indica también lo mismo que el descenso de hematíes.
Las plaquetas son las células de la sangre encargadas de la hemostasia, de cerrar los vasos sanguíneos cuando se produce una herida.
Las plaquetas aumentan como respuesta a una enfermedad transitoria o crónica o en casos de hemorragia aguda. También resultan alteradas cuando hay patologías de la sangre. En esos casos a veces son necesarias las quimioterapias para evitar que aparezcan trombos en la sangre.
En cambio, cuando disminuyen las plaquetas, hay que indagar en posibles infecciones muy graves que pueden reducir el número de células que se producen en la médula ósea.
Coagulación
Las pruebas de coagulación se utilizan para determinar la capacidad que tiene la sangre para coagularse. Estas pruebas sirven para detectar a personas que son propensas a sangrar, debido a un problema congénito, como la hemofilia, o a enfermedades adquiridas a lo largo de la vida, como determinadas dolencias del hígado y trastornos graves de la alimentación.
Bioquímica
Miden las concentraciones de las sustancias que están disueltas en la sangre, como la glucosa, la urea, el sodio, el potasio, proteínas como la albúmina, enzimas hepáticas o cardiacas, lípidos (grasas) como el colesterol y los triglicéridos, y minerales.
La concentración anormal (baja o elevada) de estas sustancias en la sangre puede ser señal de la existencia de alguna enfermedad.
Gasometría arterial
Como su propio nombre indica, esta prueba se realiza con sangre extraída de una arteria, habitualmente de la muñeca. Mediante ella se determinan las concentraciones de gases (oxígeno y anhídrido carbónico) y bicarbonato de la sangre y el grado de acidez (pH) de ésta.
Las pruebas hepáticas consideran las transaminasas GOT y GPT, FA (fosfatasas alcalinas), GGT (gamma glutamiltranspeptidasa), bilirrubina y en caso de sospecha de hepatitis, determinación de antígenos víricos y anticuerpos frente a estos antígenos.
Cuando se requiere indagar en la función renal se solicitan los exámenes de urea, creatinina, sodio, potasio, calcio, fosfatos y aclaramiento de creatinina.
Si hay sospechas de diabetes entonces la prueba será de glucemia, HbA1c (hemoglobina glicosilada), colesterol total, HDL-c (colesterol "bueno"), LDL-c (colesterol "malo"), triglicéridos y creatinina.
Cuando el médico quiere saber cómo están los niveles de colesterol en la sangre indica colesterol total, HDL-c, LDL-c, triglicéridos, VLDL y lípidos totales.
Si hay anemia entonces la prueba incluye un hemograma completo, hierro, ferritina, reticulocitos, ácido fólico, vitamina B12, bilirrubina total, haptoglobina, prueba de Coombs directa.
El estudio de tiroides debe llevar la determinación de TSH, T4 libre, T3, anticuerpos antitiroglobulina y antiTPO.
Si te realizan un análisis de sangre, recibirás un informe con los resultados. Allí figurarán tanto los valores de las diferentes determinaciones realizadas como los valores considerados normales para cada una de esas determinaciones.
El paso a paso
Las pruebas de laboratorio representan la primera de las exploraciones que se solicitan para diagnosticar una enfermedad y forman parte del seguimiento de la evolución de la dolencia y del efecto que tiene el tratamiento sobre ella.
Los exámenes de sangre se indican, por lo general, para la confirmación de una sospecha diagnóstica a partir de los signos y síntomas que presente un paciente. Por ejemplo, un hemograma en un paciente en el que se sospecha una anemia.
También son parte del control periódico de la evolución de una enfermedad que está en tratamiento. Por ejemplo, una elevación del colesterol en un paciente al que se prescribió un tratamiento a base de fármacos hipocolesterolemiantes.
La vena de la que se extrae la sangre suele encontrarse en el brazo (en la flexura del codo). Se recoge el líquido en tubos contenedores donde se evalúan los resultados de los diferentes grupos de parámetros que se pueden solicitar. Existen tubos para hematología, bioquímica, coagulación, VSG (velocidad de sedimentación globular) y para diferentes medios de cultivos. Los tubos contienen un producto anticoagulante para evitar que la sangre se coagule durante su transporte al laboratorio de análisis. Y suelen extraerse unos 10 mililitros de sangre venosa para cada uno de los tubos.
Dependiendo del examen, los tubos podrían llegar a diferentes laboratorios en el centro médico. En los laboratorios los tubos se colocan en diferentes máquinas para ser examinados. La máquina hace el examen automáticamente y, por lo general, la sangre se guarda por una semana más, por si acaso el doctor desea ordenar exámenes adicionales. Después de pasada la semana el tubo se tira en una unidad de “basura biológica”.
Por lo general el paciente solo necesita estar en ayunas. Si son exámenes muy específicos, como el perfil lipídico, se exige que el ayuno sea más prolongado y se recomienda que la última comida del día anterior sea ligera porque algunos alimentos alteran numerosos parámetros bioquímicos como la glucosa o los triglicéridos.