Ya los científicos lo habían advertido, que no se trataba de ciencia ficción, sino de la posibilidad real de que en los laboratorios se pudiera fabricar, prácticamente, cualquier órgano.
Riñones, hígados, piel, pulmones, corazones, páncreas, a través de la creación de tejidos bioartificiales.
Manuel Doblaré, profesor de la Universidad de Zaragoza, explicó para Foro QUÍMICA Y SOCIEDAD, una institución en la que están representados científicos, investigadores y docentes españoles que se dedican a esta ciencia y a su desarrollo, que la línea de investigación dedicada al uso de materiales sin celularizar para sustituir los biológicos orgánicos, avanza en algunos órganos con función relativamente simple, como el corazón, o con funciones motrices o de soporte, como los huesos, la tráquea o la vejiga urinaria.
Sin embargo, el también miembro de la Real Academia de Ingeniería (RAI), afirmó que es mucho más complicado crear órganos con funciones de síntesis de sustancias bioquímicas complejas a partir de otros productos en la sangre o metabólicos, como ocurre con los riñones, hígado o páncreas; u otros que metabolizan –estómago, intestino– o que simplemente filtran distintas sustancias, como los vasos sanguíneos.
Sin embargo, ingenieros y médicos argentinos fueron noticia esta semana al anunciar el ensayo exitoso de un páncreas artificial desarrollado en Argentina, que ya ofrece resultados promisorios
El sistema combina un sensor continuo de glucosa y una bomba de infusión de insulina subcutánea, disponibles en el mercado, con un algoritmo diseñado en el país que controla automáticamente los niveles de azúcar en sangre desde un smartphone.
Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), dirigidos desde el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) desarrollaron el algoritmo que comanda la bomba de infusión de insulina en personas con diabetes tipo 1.
Es un sistema de control automático que reemplaza las funciones del páncreas para regular los niveles de glucosa en sangre.
Lo bautizaron como ARG, que son las siglas de regulación automática de la glucosa en inglés (Automatic Regulation of Glucose).
En junio se hicieron las pruebas del algoritmo con cinco pacientes que sólo tuvieron que registrar cuándo empezaban a comer, sin calcular cuántos gramos de hidratos de carbono iban a consumir. El sistema inyecta automáticamente la cantidad de insulina que la persona necesita en cada momento.
El primer ensayo, en dos hombres y tres mujeres insulinodependientes, duró 36 horas y el algoritmo ARG logró mantener los valores de glucosa controlados el 86% del tiempo, sin la intervención del paciente.
Silvia Crespo tiene 49 años y hace 18 que le diagnosticaron diabetes tipo 1 y dijo estar feliz por haber sido parte del primer grupo de pacientes en el que se probó un "páncreas artificial" con sello argentino y por la posibilidad de bajar el estrés que le genera controlar qué come o calcular los carbohidratos que debe ingerir.
"Hace siete años que trabajamos en el proyecto y éstas son las primeras pruebas clínicas en América latina con el algoritmo, que reemplaza las funciones del páncreas en pacientes con diabetes tipo 1, que es cuando el páncreas deja de funcionar y no produce insulina", dijo el director del proyecto,
Ricardo Sánchez Peña, titular del Departamento de Investigación del ITBA e investigador del Conicet.
Para Luis Grosembacher, investigador clínico principal, los resultados son alentadores a cuatro años de que se cumpla un siglo del descubrimiento de la insulina.
"Cuando el control automático de la glucosa en sangre libera a los pacientes de estar pensando en su enfermedad, mejora su calidad de vida", dijo. Grosembacher integra la Sección de Diabetes del Servicio de Endocrinología del Hospital Italiano de Buenos Aires.
En junio pasado, cinco pacientes permanecieron en ese hospital durante un día y medio. Médicos e ingenieros configuraron el algoritmo para cada paciente y los monitorearon durante la internación.
El uso del ARG mejoró ese control, con los registros de 36 horas previas a la prueba sin uso del algoritmo. Los pacientes no tuvieron hipoglucemias nocturnas y, durante el día, el tiempo en hipoglucemia se redujo del 7 al 2 por ciento (cada uno por ciento equivale a 15 minutos). Lo hizo al tener en cuenta variables como el tiempo de absorción de la insulina en cada caso y las mediciones del sensor cada cinco minutos.
"Tiene un uso universal y sólo hay que configurar algunos parámetros del paciente, como el peso, la relación entre la insulina y los carbohidratos, por ejemplo, que es lo que hacen los médicos con cada paciente.
Con el tiempo, el sistema se va adaptando y se puede reconfigurar", respondió Fabricio Garelli, ingeniero e investigador independiente del Conicet en la Universidad de La Plata.
El objetivo de regular automáticamente el valor de azúcar en sangre es importante para los pacientes no sólo por la gran cantidad de tiempo que usan en calcular y programar la insulina necesaria para mantener sus niveles de glucosa sanguínea, sino por el temor de hacerlo mal: muchas veces sufren hipoglucemias (azúcar baja en sangre) o hiperglucemia (azúcar elevada en sangre) por cálculos imprecisos.
Otro gran temor es sufrir una hipoglucemia mientras duermen. Y es uno de los objetivos del páncreas artificial: lograr mayor seguridad en la disminución de hipoglucemias, especialmente las nocturnas. En esta segunda fase ninguno de los pacientes tuvo hipoglucemias graves, tampoco nocturnas.
“Desde la invención de la insulina, que en el 2021 se van a cumplir cien años, este es el gran avance para la diabetes: sustituir la función de la célula beta del páncreas”, aseguró Luis Grosembacher, investigador clínico principal del estudio, del Servicio de Endocrinología del Hospital Italiano de Buenos Aires.
La presentación coincidió con el Día Mundial de la Diabetes, que se conmemoró el 14 de noviembre.
Participaron también Waldo Belloso, de la Sección Farmacología Clínica del Hospital Italiano; Hernán de Battista, investigador principal del Conicet en la Universidad de La Plata, y Patricio Colmegna, investigador asistente del Conicet en la Universidad de Quilmes. Son 17 integrantes en total, incluido Daniel Cherñavsky, de la Universidad de Virginia, Estados Unidos.
El grupo espera obtener fondos para avanzar, con pruebas más prolongadas y más pacientes. Aún quedan varias etapas que superar antes de que esté disponible. El trabajo lo financiarom la Fundación Nuria (Argentina) y Cellex (España).
Enfermedad crónica
La diabetes es una grave enfermedad crónica que se desencadena cuando el páncreas no produce suficiente insulina (una hormona que regula el nivel de azúcar, o glucosa, en la sangre), o cuando el organismo no puede utilizar con eficacia la insulina que produce.
Según las estimaciones, 422 millones de adultos en todo el mundo tenían diabetes en 2014, frente a los 108 millones de 1980. La prevalencia mundial (normalizada por edades) de la diabetes casi se ha duplicado desde ese año, pues ha pasado del 4,7% al 8,5% en la población adulta.
El primer Informe mundial sobre la diabetes publicado por la OMS pone de relieve la enorme escala del problema, así como el potencial para invertir las tendencias actuales. Los países pueden adoptar una serie de medidas, en consonancia con los objetivos del Plan de acción mundial de la OMS para reducir las consecuencias de la diabetes.