A lo largo de nuestras vidas enfrentamos distintos retos de los que podemos salir airosos o, contrariamente, experimentar un resultado desfavorable.
Cuando nos enfrentamos a una situación difícil, en la cual percibimos que está en riesgo nuestra integridad, experimentamos miedo.
La intensidad con la que lo vivimos está relacionada con la magnitud del conflicto y el concepto que tenemos de nuestra capacidad para resolverlo.
Cada etapa que vivimos (la infancia, la adolescencia, la adultez) tiene sus dificultades, que dependen de las demandas sociales a las que están ligadas.
Todos tenemos un conjunto de herramientas: emocionales, intelectuales, físicas, sociales, que nos permiten enfrentarlas de la mejor manera posible.
Desarrollo entre los 7 y 12 años
El reto está en desarrollar una sensación o sentimiento de autosuficiencia y competencia intelectual, física y social que nos permita generar la autoestima adecuada para hacer vida fuera del núcleo familiar e integrarnos a la sociedad.
En cierto modo a cambiado durante el tiempo de la pandemia la situación de interactuar de muchos niños con otros niños, algunos sólo lo hacen mediante redes sociales.
Este sentimiento está vinculado al resultado de la interacción del niño con sus compañeros, ellos son su patrón de comparación y a sus experiencias previas cuando tenían oportunidad de interactuar en forma presencial.
“Homeschool” durante la pandemia
Antes de la pandemia, se podía observar que un niño en forma repentina empezaba a no querer asistir al colegio. Si se le obligaba a ir presentaba mucha ansiedad, pánico, o síntomas físicos de la ansiedad como dolor de cabeza, malestar abdominal, náuseas e incluso vómitos.
Los síntomas solían mejorar los fines de semana y en periodos vacacionales. Con frecuencia los padres solían consultar al proveedor de salud por los síntomas físicos del niño.
Ante las manifestaciones de sufrimiento del niño, se recurre a dejarlo en casa.
Ahora la misma pandemia refuerza quedarse en casa y “protege” de esta situación. Sin embargo, esta conducta a largo plazo refuerza la idea que solo se consigue alivio no asistiendo a clases, lo que incluso puede poner en riesgo la salud del niño que ha manifestado anteriormente fobia social.
El origen está generalmente vinculado a problemas que se presentaban en el colegio, por ejemplo: dificultades de aprendizaje, conflictos con el profesorado, agresiones y burlas de sus compañeros (Bullying).
En estos casos es importante pedir asistencia con tu proveedor de salud, para evaluar si alguna condición médica explica los síntomas físicos que presentaba el niño anteriormente cuando asistía a clases.
Una vez descartada esa posibilidad, y si se hace evidente la motivación psicológica de los síntomas, es necesario solicitar la ayuda adecuada con un psicólogo o psiquiatra infantil para atender con prontitud la situación, lo cual es necesario antes de que retorne en forma presencial las clases en el colegio.
De por sí siempre ha sido estresante para los niños el primer día de clases.Y es necesario una preparación previa. Ahora con mayor razón después de esta pausa durante la pandemia y en especial para niños con miedo a ir a la escuela.