Cómo afecta la obesidad a la esperanza de vida

Se estima que desde 1975 la obesidad se ha triplicado en todo el mundo, transformándose en uno de los principales problemas de salud pública. Aquí te contamos cuáles son sus efectos sobre el organismo y cómo puedes combatirla.

El sobrepeso y la obesidad se definen como la presencia anormal o el exceso de grasa corporal. Según indican distintas investigaciones, estas condiciones pueden aumentar el riesgo de hasta 200 condiciones médicas diferentes.

Cómo afecta la obesidad a la esperanza de vida
La obesidad se define como la acumulación excesiva de grasa corporal. | Foto: GETTY IMAGES

Para conocer el sobrepeso u obesidad de una persona, frecuentemente se recurre al índice de masa corporal (IMC), un indicador de la relación entre el peso y la talla. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).

Cuando el resultado es igual o superior a 25 se considera sobrepeso, y cuando es igual o superior a 30, obesidad. Los expertos advierten que se lo debe considerar un valor aproximado porque puede no corresponderse con el mismo nivel de grosor en diferentes personas.

Esta condición puede afectar severamente la esperanza de vida, en algunos casos se habla, en promedio, de 12 o 14 años menos de vida. Esto se debe a que afecta al cuerpo de diferentes formas:

Corazón

La obesidad exige al corazón trabajar más para bombear sangre alrededor del cuerpo, lo que puede aumentar el riesgo de muchos problemas cardiovasculares, por ejemplo, la hipertensión. También se la asocia con mayores niveles de colesterol y triglicéridos en sangre.

Diabetes

Existe evidencia que muestra que la obesidad podría aumentar la resistencia a la insulina. Esto significa que las células no pueden absorber el azúcar correctamente, por lo que se genera un exceso de glucosa en sangre, aumentando el riesgo de diabetes.

Músculos, huesos y piel

Los especialistas advierten que la obesidad puede conducir a un mayor debilitamiento óseo, aumentando el riesgo de fracturas. También puede ejercer un exceso de presión sobre las articulaciones, causando dolor y deterioro de la masa muscular. Además, los pliegues de piel que provoca el exceso de grasa pueden causar erupciones e irritación cutánea.

Salud mental

Tras analizar una gran cantidad de estudios, distintas revisiones hallaron que la obesidad podría ser uno de los principales responsables de dos de los grandes problemas de salud mental: la ansiedad y depresión. Esto se debería principalmente a las presiones sociales, parámetros de belleza, e imposición de modelos de cuerpos irreales.

Sistema digestivo

La obesidad podría aumentar el riesgo de muchos trastornos digestivos, destacándose la enfermedad por reflujo gastroesofágico, daño hepático o los cálculos biliares.

Sistema respiratorio

La grasa almacenada alrededor del cuello puede estrechar las vías respiratorias, dificultando en gran medida la respiración.

Cáncer

Existe mucha evidencia científica que vincula la obesidad con un mayor riesgo de cáncer, incluido el de colon, cuello uterino, esófago, hígado, riñón y páncreas.

Reproducción

La obesidad puede dificultar que una mujer quede embarazada o aumentar las complicaciones durante el embarazo, mientras que elevaría el riesgo de disfunción eréctil entre los hombres.

COVID-19

Aunque la evidencia es preliminar y los expertos siguen investigando la relación, se cree que la obesidad, junto con la edad y las afecciones respiratorias, sería uno de los principales factores de riesgo para la enfermedad por coronavirus (COVID-19).

Esto se debería a que, por sus efectos en el organismo (como los anteriormente detallados) afectaría el buen funcionamiento del sistema inmunológico, disminuyendo nuestras defensas contra distintitos tipos de infecciones, incluido el coronavirus.

Cómo prevenir la obesidad

A pesar de sus graves efectos sobre la salud, los profesionales insisten en recordar que la obesidad es una enfermedad prevenible. Para ello, puedes incorporar ciertos hábitos saludables:

  • Limitar el consumo de alimentos altos en grasas, azúcares o procesados.
  • Aumentar el consumo de frutas, vegetales, legumbres, frutos secos y cereales. 
  • Realizar actividad física de forma cotidiana. Cualquier esfuerzo, como caminar o bajar y subir escaleras, es un buen comienzo.

También puedes controlarla reduciendo las porciones o el tamaño de los utensilios para obtener un mejor control sobre lo que comes, llevando adelante un diario sobre las actividades anteriores, para evaluarlas mejor, evitar las distracciones durante el almuerzo o cena o lavar tus dientes luego de comer, para indicarle a tu cuerpo que has terminado. Y recuerda, no dudes en pedir ayuda a un profesional o a familiares y amigos.

Comparte tu opinión