La inflamación es lo que el sistema inmune pone en marcha cuando percibe una amenaza. Es una respuesta normal que provoca que sane el tejido lastimado. Puede ser algo tan simple como la hinchazón que ocurre después de un esguince de tobillo, por ejemplo.
El proceso inflamatorio empieza cuando los compuestos químicos son liberados por el tejido dañado. Como respuesta, los glóbulos blancos producen sustancias que hacen que las células se dividan y crezcan para reconstruir el tejido y ayudar a reparar la lesión. Una vez que sane la herida, terminará el proceso inflamatorio, informa el Instituto Nacional del Cáncer.
A veces la inflamación es temporal y beneficiosa. Pero también puede ser crónica, y afectar varios sistemas y órganos, promoviendo el desarrollo de enfermedades como artritis reumatoide, lupus, enfermedades cardíacas, pulmonares y digestivas, demencia, diabetes tipo 2, cáncer y algunas otras.
En la inflamación crónica, el proceso inflamatorio puede empezar aun cuando no haya lesión, y no termina cuando debería terminar. No siempre se sabe por qué continúa, pero se sabe que en la obesidad hay inflamación crónica.
Para contrarrestar los efectos de la inflamación sin recurrir a los fármacos y reducir el riesgo de enfermedades, las opciones viables y seguras son cambiar el estilo de vida por uno más activo, no fumar, no consumir alcohol y optar por una dieta antiinflamatoria. Ésta consiste en consumir alimentos que estimulan la producción de prostaglandinas antiinflamatorias en lugar de las proinflamatorias. En palabras sencillas, una dieta que desinflama, basada en evitar las grasas "malas" y en cambio consumir las grasas "buenas", según informa Natural Medicines.
¿Qué alimentos integran este plan?
La dieta antiinflamatoria consiste en evitar las grasas "malas" que incluyen aquéllas parcialmente hidrogenadas como las grasas trans y ciertas grasas poliinsaturadas. Por ejemplo, se debe evitar la margarina y las grasas que se encuentran en muchos alimentos procesados como las sodas, las galletas y las golosinas.
En cambio, se recomienda consumir grasas "buenas", las que incluyen los ácidos grasos omega-9 que se encuentran en el aceite de oliva y los ácidos grasos omega-3, presentes en pescados como la caballa, el salmón, las sardinas, las anchoas y el arenque y en alimentos como nueces comunes, nueces del Brasil, almendras, semillas de calabaza y semillas de girasol.
La dieta antiinflamatoria también implica consumir frutas, verduras y granos. Se incluyen moras, fresas, frambuesas, kiwi, melocotón, mango, melón, manzanas, zanahorias, calabaza, batata, espinaca, col rizada, brócoli, repollo y coles de Bruselas. Algunos de los granos recomendados incluyen: lentejas, garbanzos, arroz integral, germen de trigo y avena.
Otros aliados importantes de esta dieta son el consumo de jengibre y cúrcuma, que se ha comprobado tienen gran poder antiinflamatorio.
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