En marzo, ante la perspectiva de hospitales abrumados y la propagación incontrolable del nuevo coronavirus, siete departamentos de salud alrededor de la Bahía de San Francisco unieron fuerzas y se convirtieron en la primera región del país en aprobar regulaciones radicales.
Ordenaron a millones de personas quedarse en casa y clausuraron la economía local. Sorprendió, pero expertos en salud de todo el país aplaudieron el paso audaz, que desde entonces se ha replicado ampliamente.
Ahora, estos mismos líderes, junto con otros en todo el país, están tratando de descubrir cómo reanudar algo similar a la vida normal sin desencadenar una ola catastrófica de enfermedad y muerte.
Las órdenes de permanecer en casa fueron una respuesta feroz a dos realidades en conflicto: un coronavirus del que se sabe poco y que está demostrando ser extremadamente mortal en poblaciones vulnerables y una infraestructura de salud pública marchita que ha hecho imposible rastrear y contener la propagación del virus que causa COVID-19.
"Nada debería sorprendernos", dijo Laura Biesiadecki, directora principal de preparación, recuperación y respuesta de la National Association of County and City Health Officials, que representa a más de 3,000 departamentos de salud locales. "Lo que se está viendo con COVID-19 es una exacerbación de las fallas existentes que todos en la comunidad de salud pública han reconocido por años".
Aun así, existe un amplio consenso de que el trabajo básico de salud pública (la capacidad de encontrar personas con el virus y evitar que lo transmitan a otros) será esencial para reabrir escuelas y empresas.
Esa estrategia cuenta con el respaldo del director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), quien le dijo a NPR que la agencia está trabajando en un plan para desplegar más epidemiólogos.
Hablamos con más de dos docenas de expertos sobre qué recursos de salud pública se necesitarán para reabrir la economía.
1. ¿Qué funciona?
Puede parecer raro que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y expertos de derecha e izquierda en los Estados Unidos coincidan en soluciones, pero es el caso cuando se trata de reabrir la economía frente a COVID-19.
Los principios son simples: estabilizar el número de personas que tienen el virus (a través del estricto distanciamiento social que ya existe) y garantizar que los hospitales puedan manejar los casos que tengan. Luego, frenar nuevas infecciones para que no haya un nuevo brote.
Todo comienza con las pruebas, como lo demostraron países que modernizaron sus programas de salud pública a raíz de la mortal epidemia de SARS de 2003. Como Singapur, que rápidamente aumentó las pruebas para detectar infecciones activas de COVID-19 y una prueba de anticuerpos para revelar una infección previa. Y Corea del Sur, que evaluó a decenas de miles de personas en las semanas posteriores a la detección de sus primeros casos.
Aunque ambos han reportado un aumento reciente en casos importados del extranjero, también han visto consecuencias económicas y de salud mucho más moderadas que los Estados Unidos.
¿Qué aprender de Europa? Alemania no solo desplegó pruebas generalizadas desde el principio, sino que también envió equipos de salud a los hogares para verificar síntomas e iniciar intervenciones agresivas si una persona los desarrollaba.
Italia, que ha tenido más del doble de las muertes que China a pesar de tener menos del 5% de su población, también tiene lecciones para los Estados Unidos. Y no todas son sombrías.
Las escenas de Lombardía, donde los médicos tomaron decisiones sobre quién vivía y quién moría, son terribles. Pero la vecina Véneto, que registró su primer caso de coronavirus el mismo día que Lombardía, está mucho mejor, dijo la doctora Nancy Binkin, profesora de la Universidad de California-San Diego.
Binkin sospecha que la diferencia radica en el uso extensivo de herramientas de salud pública para contener el brote inicial en Véneto. Eso incluyó testear a casi todos en la ciudad de Vò donde se registraron los primeros casos, poner en cuarentena a la ciudad y hacer un uso intensivo de asistentes de salud, para localizar a las personas con el virus y asegurarse de que se mantuvieran aislados.
En Véneto ha habido muchos menos trabajadores de salud infectados, y muertes en general que en Lombardía, región conocida por la calidad de sus hospitales y atención médica.
Lo que tienen en común los lugares con menos casos no es solo el distanciamiento social, dijo Binkin, sino también tácticas agresivas para identificar y aislar a las personas con el virus.
2. ¿Cómo se compara con los Estados Unidos?
Por años hubo alertas sobre que el país no estaba listo para enfrentar una pandemia.
Cuando llegó COVID-19, para los departamentos de salud locales fue casi imposible identificar y rastrear a todas las personas, por las pruebas defectuosas y las pautas limitadas sobre quién debería hacerse la prueba. Además, tienen distintos recursos, y distintos niveles de brotes.
En Tennessee, trabajadores de salud de primera línea todavía están en contacto para localizar a todos los que contraen el virus. Para hacerlo, muchos trabajan siete días a la semana, 12 horas al día, dijo la doctora Mary-Margaret Fill, médica y epidemióloga que está ayudando a coordinar la respuesta estatal. “Son el engranaje interno en esta respuesta; sin ellos nos desmoronamos”, dijo.
En California, la salud pública es responsabilidad de los condados, y los recursos varían enormemente. Muchos, incluidos los de Sacramento y Orange, no hacen rastreo de contactos desde hace semanas, citando un acceso mínimo a las pruebas y un aumento en los casos.
Incluso San Francisco, con su abundante riqueza y reconocida experiencia en VIH, ya dependía de un equipo mínimo para rastrear enfermedades transmisibles de rutina como el sarampión, la tuberculosis y las infecciones sexuales, según el doctor Tomás Aragón, oficial de salud de la ciudad.
El condado de Los Ángeles, con sus 4,000 empleados de salud pública, todavía está haciendo un seguimiento de contactos para cada persona que da positivo, dijo la doctora Barbara Ferrer, directora del Departamento de Salud Pública. El condado rural de Tulare está tratando de hacer lo mismo, pero dijo que el principal obstáculo es la falta de personal.
“Distanciamiento social, localización de contactos, identificación, cuarentena y aislamiento. Necesitamos todas esas herramientas”, dijo Ferrer.
3. ¿Cómo sumar más personal?
Expertos dicen que la situación requiere, al menos temporalmente, agregar miles de personas a las filas de la salud pública. Tres ex funcionarios de la administración Obama pidieron una "fuerza de extinción de incendios de salud pública" a través de un programa como AmeriCorps o Peace Corps.
Otros sugieren que se usen programas ya existentes. El programa Medical Reserve Corps, una red nacional de profesionales médicos y de salud pública voluntarios, cuenta con 175,000 miembros, algunos de los cuales ya han sido desplegados en los departamentos de salud estatales, dijo Biesiadecki. Ese programa podría ampliarse.
Y no necesariamente se requiere doctores, enfermeras o incluso títulos de salud pública. En muchos países, los gobiernos han capacitado a trabajadores de salud comunitarios para situaciones como éstas.
Sin un plan federal, algunos departamentos locales ya están actuando. San Francisco, por ejemplo, planea reclutar unas 160 personas para controlar a las personas diagnosticadas con COVID-19. Aragón dijo que espera reutilizar al personal del condado donde se necesite y contratar cuando sea necesario.
"Comenzamos con una mentalidad de escasez", dijo Aragón. “Tenemos que tener una mentalidad de abundancia. Si ponemos solo una fracción del dinero que la economía está perdiendo en nuestra fuerza laboral de salud pública, podríamos hacer que la economía vuelva a funcionar".
Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorialmente independiente de Ia Kaiser Family Foundation no relacionado con Kaiser Permanente.