¿A dónde se van los recuerdos de lo vivido cuando eras un bebé o eras muy pequeño, de 2 o 3 años? Esa pregunta se la han hecho estudiosos, científicos, investigadores. Se trata de un fenómeno que se denomina “amnesia infantil”. Y es una forma de empezar a entender el dilema.
Otro término que usan los científicos es: recuerdos episódicos con el que se hace referencia a todos aquellos acontecimientos de carácter personal y autobiográfico que has ido almacenando a lo largo de tu vida.
Para ello el cerebro produce nuevas neuronas a la velocidad del rayo, y el hipocampo (el área del cerebro donde se almacenan esos recuerdos) se llena de gente, lo que dificulta su almacenamiento y recordar cosas más tarde.
De acuerdo con observaciones de Herman Ebbinghaus, un pionero en el estudio de la memoria, la curva del olvido cambia en el transcurso de la vida y los niños olvidan más rápido por una sencilla razón: su cerebro se está desarrollando tan rápido que se están creando conexiones nuevas todo el tiempo.
Un bebé de un año, por ejemplo, tiene más conexiones cerebrales que en cualquier otro momento de su vida, explica Catherine Loveday, especialista en el tema de la Universidad de Westmister.
Y para que el cerebro tenga espacio para su desarrollo, hace el ejercicio de “podarse” o deshacerse de algunas conexiones para dar campo a otras. “Corta unas ramas” para que otras crezcan fuertes. Y es en ese proceso que se pueden perder algunos recuerdos de la infancia, aclaró Loveday.
A esto se suman otros estudios enfocados en el desarrollo del lenguaje. De acuerdo con esos resultados, las palabras son indispensables para crear recuerdos.
Esto significa que no se pueden recordar cosas que involucren un concepto que no se entiende. Por eso, es quizás que los primeros recuerdos nítidos de la infancia pueden darse alrededor de los 4 años, cuando ya se entienden conceptos relacionados con las emociones.
Siempre hay excepciones, pero para esos casos también hay explicación. Hay personas que refieren tener recuerdos de cuando tenían un año. Si bien esto es posible y no se puede comprobar lo contrario, existe algo que se llama “memoria ficticia”, la que resulta de cuando mamá te ha contado una historia sobre tu infancia, o te muestra una foto, y poco a poco la incorporas como si fuera un recuerdo propio.
Un estudio, que inicialmente se hizo con roedores, concluyó que el tamaño del cerebro de un niño pequeño es aún limitado para el proceso de generar nuevas células y almacenar recuerdos a la vez, por lo que éste prioriza, sabiamente, lo primero.
La neurogénesis en los mamíferos tiene lugar durante toda la vida, pero en los bebés de algunas especies, incluidos los humanos, se produce a un ritmo mucho mayor.
Este proceso es particularmente activo en el hipocampo, parte del cerebro que se ocupa de los recuerdos y el aprendizaje.
Las tasas extremadamente altas de neurogénesis observadas en cerebros muy pequeños pueden aumentar el olvido. Estas nuevas neuronas podrían ir desplazando a los viejos circuitos que tienen recuerdos.
A medida que el cerebro del niño va creciendo, estos dos procesos se van ajustando hasta conseguir un equilibrio entre la producción de nuevas neuronas y los recuerdos. Así, alrededor de los tres años (algunos antes, otros después) el cerebro del niño comienza a guardar vivencias en el cajón de los recuerdos.
No se recuerda todo, pero las vivencias quedan marcadas
Según Freud, la amnesia infantil es un mecanismo que ayuda a reprimir los recuerdos traumáticos de los primeros años de vida, que puede ser una teoría perfectamente compatible con la que explican actualmente los científicos.
De cualquier modo, aunque no se guarden recuerdos de las vivencias que se tienen en los primeros años de vida debido a que la prioridad del cerebro infantil es la neurogénesis, lo vivido por un ser humano en el periodo prenatal y durante los primeros años de vida queda registrado en el inconsciente e influye decisivamente en la forma de ser.
En conclusión. La edad promedio para el primer recuerdo es 3 años, 4 meses. La razón es que antes de eso el cerebro no había desarrollado la habilidad de almacenar memorias autobiográficas.
Sin embargo, alrededor del 40% de la gente dice recordar cosas que pasaron cuando eran bebés. Pero puede que no sean recuerdos verdaderos. Sólo recuerdos brumosos en acuarelas.
La experiencia de la memoria
El psicólogo Martin Conway de la City University Of London, lideró un estudio con 6.500 personas que participaron en el experimento llamado "La experiencia de la memoria" en el que respondieron en línea un cuestionario.
"Le pedimos a la gente que describiera su primer recuerdo y luego varias otras preguntas sobre ese recuerdo, entre ellas qué edad tenían cuando sucedió", cuenta Conway.
"El 40% contó algo que decían que ocurrió a los 24 meses y otros 861 nos hablaron de recuerdos que fecharon antes de que cumplieran 12 meses... ¡nos dejaron en shock!".
El psicólogo cuenta que, aunque en este estudio no sucedió, en otros se ha topado con gente que dice recordar su nacimiento. Pero eso no es posible.
“A veces, tejemos fragmentos de recuerdos con lo que nos han contado para formar memorias. Tal vez lo que haces es formar una imagen mental de algo y, gradualmente en tu mente, esa imagen se transforma en algo que experimentas como si fuera una memoria", señala Conway. Se llaman "memorias ficticias".
Sin embargo, Conway aclara que "no podemos estar seguros de que todas lo sean: no descartamos casos excepcionales". "Pero en conjunto, la probabilidad es extremadamente alta de que no son ciertas".
No quiere decir que quienes dicen recordar están mintiendo intencionalmente: algunos de los elementos del recuerdo son ciertos, pero es muy posible que se haya añadido mucha información a lo largo de la vida.