Cuando el 6 de mayo de 2013 Amanda Berry salió por la ventana de una casa de Cleveland clamando por ayuda, lo que generó el rescate de ella, de su hija de 6 años y de otras dos mujeres cautivas, Michelle Knight y Gina DeJesus, comenzó para todas un camino de libertad: era el final de la tortura y la violación, pero las heridas mentales estarán allí por mucho tiempo.
"Pasaron una década retenidas en el sótano de la casa sometidas a un violento cautiverio y toda clase de vejaciones, tendrán secuelas perpetuas después de lo que han pasado", explicó como testigo de la audiencia el doctor Frank Ochberg, psiquiatra graduado de la Universidad de Harvard y de la Universidad Johns Hopkins, quien colaboró en el comité que definió el Trastorno por Estrés Post Traumático (TEPT).
Ochberg describió el daño mental que las mujeres sufrieron, y aseguró que ellas desarrollaron en cautiverio el Síndrome de Estocolmo, y que experimentarán una especie de “cadena perpetua”, ya que los recuerdos horribles no van a desaparecer.
El experto médico señaló que el daño es muy intenso en ellas, que recién estaban comenzando a descubrir su sexualidad.
"Esa no fue una verdadera intimidad. Esto fue una perversión de la intimidad", dijo Ochberg. Y agregó que la fortaleza y habilidades de ellas para afrontar la situación son "maravillosos ejemplos de la resistencia, la imaginación y la humanidad."
Síndrome de Estocolmo
Cuando alguien es secuestrado, o es tomado como rehén, y permanece por varios años víctima de sus captores, puede desarrollar un lazo afectivo hacia ellos, que no es más, indican los manuales de psiquiatría, que una forma inconsciente de la lucha por la supervivencia.
Esta relación es conocida como "Síndrome de Estocolmo" y es una respuesta emocional que puede manifestar el secuestrado a raíz de la alta vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio.
Expertos han identificado este síndrome en la relación amo-esclavo en siglos pasados, o entre miembros de un culto con el líder al que siguen o veneran.
Se trata siempre de un vínculo desigual, en donde hay algo poderoso (el victimario) y alguien a quien somete (la víctima). La humillación, desvalorización y abuso físico forman parte de esta relación súper enfermiza.
El nombre del síndrome surgió tras una situación en Estocolmo, Suecia, en 1973, cuando dos hombres entraron al Kreditbanken de esa ciudad y mantuvieron como rehenes a las personas que estaban en el lugar por seis días.
Cuando la policía intentó entrar al banco y rescatar a los cautivos, las personas defendieron a los secuestrados, y hasta los ayudaron a pagar su defensa legal.
No se trata de un padecimiento, sino sólo un desajuste y/o confusión emocional que experimenta la víctima. Y que suele superar con la terapia adecuada.