Cameron Underwood solo tenía 24 años cuando decidió quitarse la vida de un disparo en la barbilla. Contrario a sus planes, el chico sobrevivió, pero su rostro desfigurado su depresión se acentuó y volvió a pensar en el suicidio. Hasta que un trasplante dio un vuelco a su situación.
Antes de intentar suicidarse, Underwood tenía problemas con el alcohol motivados por la depresión que atravesaba. Su salud mental empeoró y en junio de 2016, bajo los efectos del alcohol, se dio el disparo en la parte inferior de la barbilla y sufrió heridas profundas.
El rostro del joven quedó tan desfigurado que le resultaba difícil hablar, comer y hasta sonreír. Se sentía acomplejado y salía a la calle cubriéndose con un pañuelo o usando una máscara.
En una revista para la revista People su madre, Bev Bailey-Potter, dijo que se sorprendió cuando vio el alcance de sus heridas. Fue ella quien encontró un artículo sobre un programa de trasplantes de cara en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York. La salud mental de Cameron se deterioraba cada vez más y ella sabía que el trasplante podría ayudarle a salir adelante.
El trasplante de rostro es una cirugía en la cual se transfiere tejido facial de un donante fallecido a un candidato aprobado. El procedimiento dura unas 25 horas y requiere la participación de más de 100 personas (entre médicos, auxiliares y enfermeros). El programa del hospital neoyorquino está diseñado para ayudar a las personas que sufren desfiguración grave a mejorar su calidad de vida.
A través del NYU Langone, consiguieron un donante: un cineasta y aspirante a escritor de 23 años quien había fallecido repentinamente y también había sufrido una enfermedad mental durante varios años. El trasplante se llevó a cabo en enero de 2018, 18 meses después de que Cameron se disparara.
Ahora Underwood ha logrado volver a una vida más normal que ha mejorado su salud mental. "El viaje no ha sido fácil, pero ha valido la pena", dijo a Fox News.
El de Cameron fue el tercer trasplante de este tipo llevado a cabo en el programa dirigido por el cirujano plástico Eduardo Rodríguez. Uno de los casos que atendieron anteriormente fue el de Patrick Hardison, un bombero de Mississippi cuyo rostro había quedado desfigurado por las llamas. El procedimiento que le practió el equipo del NYU Langone en 2015 fue el mayor trasplante de cara de la historia.
También hay experiencias similares a las de Underwood, como la vivida por Katie Stubblefield, en Mississippi. La chica intentó suicidarse disparándose con un rifle y quedó desfigurada; en mayo de 2017, a los 21 años de edad, se sometió a una cirugía de 31 horas de duración en la Clínica Cleveland para recibir un trasplante de cara restauró su estructura facial y le permitió volver a masticar, tragar y respirar sin ayuda de un aparato.
El trasplante de rostro aún es un procedimiento relativamente nuevo: se estima que solo se han hecho 40 en todo el mundo. Esta técnica se ha ido mejorando cada vez más y hoy tiene el potencial de transformar la vida de una persona al restaurarle la función, la apariencia y la sensibilidad en la cara.
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