Tras analizar a más de 12,000 niños y adolescentes, un nuevo estudio encontró que uno de los principales problemas de salud pública, la obesidad, podría ser el responsable de dos de los grandes problemas de salud mental, la ansiedad y la depresión.
Puede prevenirse con acciones sencillas, como abandonar el sedentarismo y adoptar una dieta baja en grasas y calorías, pero, aun así, se triplicó desde 1975. Por este motivo, la obesidad es considerada uno de los problemas de salud más graves del siglo XXI. En 2016 aproximadamente 340 millones de niños y adolescentes, más que toda la población estadounidense, sufrían esta enfermedad.
Según informan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) el porcentaje en EE. UU. alcanza el 18.5% (cerca de 14 millones de niños y adolescentes), siendo los hispanos los más afectados (25.8%).
Esta condición puede causar distintos problemas, como enfermedades cardiovasculares y óseas, diabetes e incluso ciertos tipos de cáncer, como de riñones, hígado, mama, próstata o colon.
El nuevo trabajo de Louise Lindberg, del Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia, sugirió que sus consecuencias también incluirían la salud mental, específicamente aumentando el riesgo de depresión y ansiedad.
Este vínculo se encontró al comparar los datos de más de 12,000 niños y adolescente de 6 a 17 años que habían recibido tratamientos para la obesidad, con otros 60,000 que no habían sufrido esta enfermedad. Los expertos presentaron sus hallazgos en el Congreso Europeo sobre Obesidad (EASO), que tuvo lugar entre el 28 de abril y el 1 de mayo, en Glasgow, Reino Unido.
Según señaló en una publicación el Dr. Leopoldo Rendón, psiquiatra del Staff de HolaDoctor Consultas, la depresión y los trastornos de ansiedad pueden diagnosticarse de manera simultánea y, en general, el tener uno no excluye al otro.
Otro riesgo de la obesidad
Para llevar adelante la comparación, los investigadores ajustaron distintos factores de riesgo para la depresión y la ansiedad, como antecedentes de migración o de familiares con problemas de salud mental, estado socioeconómico y otros problemas neuropsiquiátricos. Se encontraron con los siguientes resultados:
- Más de 4,200 de los niños y adolescentes fueron diagnosticados con ansiedad o depresión.
- Más del 11% de las niñas con obesidad fueron diagnosticadas con esos trastornos, en comparación con el 6% sin obesidad.
- El 8% de los niños con obesidad fueron diagnosticados con esos trastornos, en comparación con el 4% sin obesidad.
A partir de estas diferencias Lindberg alertó "Estos resultados sugieren que los niños y adolescentes con obesidad también tienen un mayor riesgo de ansiedad y depresión, algo en lo que los profesionales de la salud deben estar atentos".
Los expertos reconocen que el trabajo tuvo ciertas limitaciones. Por ejemplo, se trata de un trabajo observacional al que exceden encontrar explicaciones detrás de estas asociaciones. Además, no tuvieron acceso a ninguna información sobre la altura o el peso de los participantes del grupo control.
Otro punto que consideraron importante es que los datos sobre cuántas personas tienen ansiedad y depresión podría estar sesgados. Esto se debe a que muchas personas que viven con estas condiciones no buscan ayuda profesional.
Según Mental Health America (MHA), aunque las personas con depresión tienen una remisión completa del trastorno con un tratamiento efectivo, solo un 35% busca ayuda con profesionales de salud mental.
Sin embargo, los investigadores creen que, debido al aumento de la obesidad y el deterioro de la salud mental en los jóvenes, el estudio de esta asociación debe profundizarse para comprender sus mecanismos.
Cómo combatir la obesidad
Recordamos que la obesidad es una enfermedad prevenible, si se adoptan hábitos saludables. Algunos de ellos pueden ser:
- Limitar el consumo de alimentos altos en grasas y azúcares.
- Aumentar el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales y frutos secos. Una buena manera de hacerlo es adoptando una dieta DASH o alimentación mediterránea.
- Realizar actividad física de forma cotidiana. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 60 minutos diarios para los jóvenes y 150 minutos semanales para los adultos. Sin embargo, nuevos estudios señalan que cualquier tipo de actividad que nos aleje del sedentarismo ayuda: caminar al trabajo o mercado, subir y bajar escaleras, cortar el césped, pasear a nuestras mascotas o limpiar el hogar.
Más información sobre obesidad: