Mientras recorría el mundo la noticia del alta médica de los estadounidenses Kent Brantly y Nancy Writebol, quienes contrajeron el virus del Ébola en Liberia y fueron tratados en el Hospital Emory de Atlanta con la droga experimental Zmapp, se difundía otra buena nueva: el hombre estadounidense bajo sospecha de Ébola internado en California, está libre del virus.
Así lo anunció el jueves 21 de agosto el Departamento de Salud del estado, llevando una dosis de tranquilidad a los ciudadanos.
Los resultados de los exámenes del paciente de identidad reservada fueron realizados y entregados por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Las autoridades no han brindado más detalles debido a las leyes de privacidad del cuidado de la salud. El Departamento de Salud de California había calificado previamente al paciente como de bajo riesgo.
Todavía falta saber el resultado de otro probable caso sospechoso de Ébola: una maestra de 30 años que presentaba fiebre, dolor de cabeza y de garganta, permanece aislada en el Hospital de la Universidad de Nuevo México desde el 18 de agosto, mientras se analizan las muestras en los CDC para saber si porta o no el fatal virus.
Hasta el 20 de agosto, la cifra de muertes por Ébola trepó a 1,350, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hasta ese día, los casos de Ébola registrados alcanzaban los 2,473, de los cuales 972 fueron en Liberia, el país africano más afectado por este virus.
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Síntomas del Ébola
El virus causa fiebre hemorrágica viral (FHV), un grupo de virus que afecta a múltiples sistemas de órganos en el cuerpo y a menudo se acompaña de sangrados, informan los CDC.
Los primeros síntomas del virus son: aparición repentina de fiebre, debilidad, dolor muscular, dolores de cabeza y dolor de garganta. Estos síntomas pueden aparecer entre los 2 y 21 días después de la infección. Los signos se parecen a una versión extrema de las señales de la gripe: intenso dolor muscular, fatiga, fiebre alta. Sin embargo, pronto aparecen las diferencias, con un salpullido que comienza a cubrir todo el cuerpo.
De ahí en más, la persona comienza a sangrar por todos sus orificios -boca, oídos, ojos, ano- y en el 95% de los casos sobreviene la muerte porque el cuerpo colapsa.
Aún no hay un tratamiento eficaz, y por ende, no existe la cura para este virus, aunque hay varias vacunas en proceso de experimentación y prueba. La únicas medidas con las que se trata a los pacientes es el aislamiento y los cuidados paliativos que alivien los síntomas.
