La osteoartritis es el tipo de artritis más común. Causa dolor, inflamación y disminución de los movimientos en las articulaciones, y suele afectar las manos, las rodillas, las caderas o la columna.
Es una enfermedad que daña el tejido resbaladizo que cubre los extremos de los huesos de una articulación. Ese tejido se llama cartílago y cuando eso ocurre, los huesos comienzan a rozarse entre ellos. Esta fricción causa dolor, hinchazón y pérdida de movimiento. Con el tiempo, la articulación puede perder su aspecto normal.
La osteoartritis también puede provocar que crezcan espolones óseos, o crecimientos adicionales de hueso, en los bordes de la articulación. Algunos pedazos de hueso o de cartílago pueden desprenderse y quedar atrapados dentro del espacio que existe en la articulación, lo que causa más dolor y daño.
A diferencia de otras formas de artritis, la osteoartritis sólo afecta a las articulaciones y no a otros órganos internos.
La osteoartritis es más común en personas mayores. Usar las articulaciones para hacer la misma tarea una y otra vez puede derivar en la enfermedad, aunque las personas más jóvenes también pueden tener osteoartritis.
Los deportistas, por ejemplo, tienen riesgo de padecerla debido al uso extremo que hacen de sus articulaciones. Ese mismo peligro lo tienen las personas que tienen trabajos que requieren la repetición del mismo movimiento una y otra vez.
El problema radica en que las lesiones en una articulación pueden aumentar el riesgo de tener artritis en la articulación más adelante; y el exceso de peso también puede acelerar la artritis en las rodillas, la cadera y la columna vertebral.
Lesiones que se complican
Es decir, no hace falta ser una persona de la tercera edad para que los tejidos que ayudan a proteger la articulación no se regeneren.
Los estudios han mostrado que cuando un adolescente o un adulto joven sufren una lesión en la rodilla, por ejemplo, normalmente en los rayos X aparece evidencia de artritis dentro de la década posterior a la lesión.
Por eso es tan importante la rehabilitación luego de sufrir una lesión.
La terapia es fundamental porque permite reforzar estructuras que apoyan la articulación lesionada y es esencial para maximizar su estabilidad, reducir el riesgo de sufrir una lesión de nuevo y evitar un daño irreparable en la articulación.
Como lo explicó un equipo de ortopedistas y especialistas en rehabilitación de la Universidad de Iowa, “la investigación reciente sugiere que el daño agudo en las articulaciones que ocurre al momento de una lesión inicia una secuencia de sucesos que puede provocar daño articular progresivo en la superficie”.
Eso implica el deterioro de la superficie del hueso y los tejidos adyacentes que amortiguan y estabilizan los huesos de una articulación como la rodilla, esa es la artritis.
Cifra en crecimiento
La osteoartritis afecta a millones de personas en el mundo y esa cifra crecerá con el aumento de la obesidad, y el envejecimiento de la población.
Es un padecimiento degenerativo de las articulaciones que ocurre cuando se desgasta el cartílago protector en el extremo de los huesos y a menudo también en la superficie de ellos, lo cual provoca dolor, rigidez, inestabilidad e incapacidad que pueden interferir con el trabajo y la movilidad, así como disminuir la calidad de vida.
El equipo de Iowa señaló que la artritis terminará por desarrollarse en más del 40 por ciento de las personas que se lesionan gravemente los ligamentos (las bandas estabilizadoras que sirven de conexión entre los huesos), los meniscos (los cartílagos en forma de media luna que amortiguan la rodilla y otras articulaciones) o la superficie de una articulación.
Por ejemplo, las personas que han sufrido un traumatismo en una rodilla tienen de tres a seis veces más probabilidades de desarrollar artritis en esa rodilla.
Incluso sin haber sufrido una lesión grave, el impacto altamente repetitivo en una articulación puede dañar el cartílago articular.
Por eso, las recomendaciones actuales apuntan más a la prevención y el manejo de la artritis postraumática entre la gente físicamente activa.
Aunque los entrenadores deportivos por lo regular trabajan con jugadores profesionales y atletas de alto rendimiento, también laboran en clínicas de terapia física y rehabilitación donde a menudo ven deportistas recreativos con daños en las articulaciones.
Más jóvenes
En un consenso publicado en la revista especializada Journal of Athletic Training, se estableció que la artritis ya no debe considerarse como un padecimiento que solo afecta a las personas mayores.
“Cada vez hay más evidencia que demuestra que los adultos jóvenes y de mediana edad también están sufriendo osteoartritis”, indica el consenso. “Más de la mitad de los adultos con osteoartritis sintomática de rodilla son menores de 65 años”.
Joseph M. Hart, un entrenador de atletismo que realiza investigaciones clínicas en la Universidad de Virginia, advirtió sobre las posibilidades de que un atleta de 17 años, que se desgarra el ligamento cruzado anterior, pueda desarrollar osteoartritis antes de cumplir 30 años, lo que podría provocarle dolor crónico e incapacidad.
El daño a este ligamento, en el centro de la rodilla, es la lesión más común entre los atletas jóvenes, sobre todo, entre las mujeres.
Jeffrey B. Driban, un entrenador deportivo del Centro Médico Tufts, en Boston, dijo que una de cada tres personas que sufren una lesión en el ligamento cruzado anterior “tendrá evidencia de osteoartritis al realizarse rayos X dentro de los siguientes diez años”, sin importar que la lesión se repare quirúrgicamente.
Driban y los coautores señalaron que algunos deportes, como el fútbol, las carreras de larga distancia de alto nivel, el levantamiento competitivo de pesas y la lucha, se asocian con un riesgo más elevado de lesiones de rodilla.
La buena noticia es que el riesgo de lesión de una persona puede reducirse con la evaluación y el tratamiento de la disminución de la fuerza, el equilibrio y la estabilidad muscular, dijo Hart en una entrevista.
Sin embargo, agregó, “no todas las lesiones se pueden prevenir y, a menos que la lesión inicial se trate adecuadamente, puede provocar lesiones adicionales a la misma articulación o a otras”, lo que aumenta la probabilidad de que la artritis se desarrolle a edades tempranas.
Lo ideal es no apresurarse a regresar a las actividades cotidianas ni intentar aguantar el dolor mientras se juega.
Primero hay que fortalecer los músculos que apoyan la articulación: los cuádriceps, los ligamentos de la corva y los músculos de la cadera.
Es importante pensar en toda la extremidad inferior, no solo en la rodilla.
Después de una lesión, un entrenador deportivo, un especialista en rehabilitación o un terapeuta físico especializado en ortopedia deben evaluar la fuerza muscular, la resistencia, el equilibrio y la calidad del movimiento de la persona lesionada para después guiar su recuperación con un programa estructurado de rehabilitación que se mantenga de seis a nueve meses.
Eso sí, hay que mantener un estilo de vida activo, recalca Abby C. Thomas de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, única forma de conservar la fuerza y la capacidad cardiovascular sin poner presión continua en una articulación que ya está lesionada.
“No te quedes sentado en el sillón solo porque te duele correr”, advirtió Thomas. “Intenta caminar o hacer algo distinto, pero no renuncies a la actividad física”.
La actividad de por vida también es importante para prevenir un aumento de peso, ya que cada kilo extra añade una presión desproporcionada en las rodillas.
Todos los autores enfatizaron que seguir un estilo de vida saludable es crucial para todos, no solo para los atletas de alto rendimiento o para quienes juegan en equipos escolares.
Otros consejos
Baja de peso, si tienes sobrepeso. Haz ejercicio en forma regular durante períodos cortos. Si es posible, contacta a un fisioterapeuta.
Usa bastones y otros dispositivos especiales para proteger las articulaciones. Evita levantar cosas pesadas, y el uso excesivo de las articulaciones.
No tires de los objetos para moverlos; en su lugar, empújalos. Toma los medicamentos de la manera que sugiere tu médico. Usa calor y/o frío para reducir el dolor o la rigidez.