El 10 de enero de 2015 la reina de belleza Catherine Cando, de 19 años, falleció como consecuencia de una cirugía plástica. La intervención era específicamente una lipoescultura para reducir 1,18'' (3 cm) del contorno de su cintura y se trataba de un “premio” que había recibido la joven por ganar un concurso en octubre de 2014, en el que fue coronada como Miss Durán, que alude a su pueblo de la provincia de Guayaquil, en Ecuador.
Además de la cirugía, Catherine recibió un auto último modelo y una tablet. Durante el certamen todas las competidoras habían recibido la sugerencia por parte del jurado de que hicieran abdominales y ejercicios, y sobre todo, que bajaran de peso.
Como no estaba del todo convencida de someterse a la operación, el cirujano, que también formaba parte de jurado, la invitó a presenciar cuatro intervenciones similares. Finalmente se dejó convencer pero no pudo superar el procedimiento, y según denuncia la cuenta de Twitter de la Fiscalía de Ecuador, la muerte se produjo por mala práctica médica. Catherine habría muerto por un edema cerebral causado por problemas con la anestesia y según trascendió, no se le habrían realizado los exámenes pre quirúrgicos.
Catherine tenía dos sueños: ser médica y Miss Ecuador. Cursaba el primer semestre de la carrera de medicina en la Universidad Católica de Guayaquil. Y su gran musa era Constanza Báez, quien en 2013 fue coronada Miss Ecuador y luego Miss Universo.
Como Catherine, son miles las jovencitas que sueñan con tener una corona que refrende su belleza. En muchos casos, son la única posibilidad para salir del anonimato y también de la pobreza, e invierten casi la mitad de los ingresos familiares en costosas academias donde aprenden a desfilar, bailar y adquirir buenos modales, entre otras “asignaturas”.
Uno de los países que más relevancia le da a la formación de futuras reinas de belleza es Venezuela, país que se vanagloria de haber obtenido la mayor cantidad de premios: 6 Miss Mundo, 7 Miss Universo, 6 Miss Internacional y 2 Miss Tierra.
Pero los medios para obtener los galardones son muchas veces despiadados, e incluyen intervenciones quirúrgicas y estéticas. Así, hay niñas de 12 años que se someten a rinoplastias para mejorar su nariz o a intervenciones para colocar implantes en los glúteos. Cuando ya pasaron los 16 años, las que tienen problemas con el peso pueden optar por la remoción de una parte de los intestinos, para que los alimentos no sean digeridos en su totalidad.
Quien no cuente con dinero suficiente para estas cirugías tan costosas, puede utilizar una faja en la cintura para reducir su contorno o coserse un parche plástico en la lengua. El mismo produce tanto dolor que es casi imposible consumir alimentos sólidos, con lo cual la pérdida de peso es irremediable.
En Caracas la academia Belankazar donde se formó la actual Miss Venezuela, es una de las que aplican esos crueles métodos que las alumnas aceptan sin chistar y recibe niñas a partir de los 4 años.
Las “mejoras” son tenidas en cuenta por las mismas jóvenes, y a veces sus propios padres, con la avidez de que sus hijas puedan llegar a cosechar algún premio. Así podrán recuperar el dinero invertido y lograr ese momento de gloria que los saque del anonimato y la miseria.