Desde que el nuevo coronavirus se dejó ver en Brasil, cuando se confirmó el primer caso el 26 de febrero, la pandemia de COVID-19 se ha manifestado de manera diferente en el continente, dependiendo del país.
Las disparidades en el número de casos y muertes sorprende a los epidemiólogos. Por ejemplo, en Argentina, al 7 de mayo, hay poco más de 5,000 casos y unas 260 muertes. El vecino Chile, con menos población y superficie, tiene más de 23,000 diagnósticos de COVID-19, con alrededor de 280 muertes.
Ecuador, que lideró los casos al principio de la pandemia, tiene a principios de mayo cerca de 30,000 casos, con 1,600 muertes.
A la misma fecha, Brasil tiene casi 115,000 casos, con cerca de 7,300 muertes. Expertos dicen que podría ser el próximo epicentro de la pandemia a nivel mundial.
México rondará pronto los 27,000 casos, con 2,500 muertes.
En Centroamérica se presenta la misma paradoja, mientras que al 7 de mayo Nicaragua registra menos de 20 casos, la vecina Honduras se acerca a los 1,300.
¿Por qué la enorme diferencia de casos?
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la región está experimentando ahora, lo que vivió Europa un mes y medio atrás: aunque la mayoría de los casos se registraron al principio en un grupo de países, en este caso Brasil, Ecuador y Perú, todas las naciones están experimentando una escalada de casos.
La directora de la OPS, Carissa Etienne ha enfatizado en varias oportunidades que los países deberían mantener las normas de distanciamiento social y cuarentena por más tiempo, "porque es lo que nos ha permitido prepararnos para la oleada de casos".
Expertos presumen que la diferencia en los números reflejan las distintas respuestas de salud pública, y la rapidez de estas respuestas.
Ecuador ha sido más proactivo en responder a la epidemia que muchos países vecinos, tal vez por sus casos tempranos.
Pero en etras naciones, la mirada de los presidentes y las guerras políticas han empañanado la respuesta de salud pública.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro llamó desde el principio al nuevo coronavirus "otro resfriado". El mandatario tardó en implementar medidas sanitarias, y sigue proclamando el fin de la cuarentena. En la primera semana de mayo, el país está sumando 10,000 nuevos casos diarios.
En Venezuela, la lucha de poder entre el Nicolás Maduro y el opositor Juan Guaidó está atrasando cualquier respuesta coordinada a la pandemia. Y los números que revela el país al mundo
En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo una respuesta algo tardía, pero finalmente estableció la orden de cuarentena.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele no ha dudado en usar la fuerza pública para contener a los ciudadanos en sus hogares, como ocurrió en La Libertad, en donde no se ha podido salir siquiera a hacer las compras o comprar medicamentos.
El gobierno argentino es el que hasta ahora ha ido más lejos, decidiendo cerrar sus aeropuertos hasta el 1 de septiembre.
La mayoría de los líderes latinoamericanos que han tomado medidas decisivas contra el coronavirus consideran que las órdenes de quedarse en casa son la única forma de evitar el colapso de sus sistemas de salud frágiles y sin fondos suficientes.
Algunas naciones han tomado medidas originales, y controversiales. Por ejemplo Panamá y Guatemala están limitando las salidas basadas en el género, permitiendo que hombres y mujeres salgan de sus hogares tres días cada uno. Todos se quedan en casa los domingos.
Las organizaciones de derechos humanos que observan los gobiernos de Latinoamérica han manifestado su preocupación de que las medidas para combatir COVID-19 podrían convertirse en un medio para reprimir las fuerzas políticas de oposición o el derecho al disenso popular.
Con distinta velocidad, en todos los países la curva de la epidemia sigue ascendiendo, y nada indica que se llegue pronto al pico.
Líderes de la región están muy preocupados sobre cómo se superará la enorme crisis económica que esta pandemia está generando, en una zona del globo ya emprobecida y plagada de inequidades.
En Latinoamérica viven más de 430 millones de personas. Alrededor de una décima parte ya está severamente empobrecida, y una estimación muestra que otros 35 millones podrían estar cayendo en la pobreza en este mismo momento como resultado de la pandemia.
Aún en cuarentena, el riesgo para las familias pobres es mayor, con viviendas precarias y en muchos casos falta de agua potable.
Más del 50% de la población de la región trabaja en lo que se llama la economía informal: vendedores ambulantes, músicos callejeros, trabajos sin beneficios, que los obliga a seguir trabajando, colocándolos en mayor riesgo de contagio, lo que hace que esta situación sanitaria los ponga aún más al borde del abismo.
Este grupo no tiene las ventajas de los que tienen empleos formales, por empezar, un seguro de salud.
Esto sumado a otros males endémicos en la región como el dengue, la fiebre amarilla y el mal de Chagas.