Los celulares o teléfonos inteligentes tienen una incidencia cada vez mayor en nuestra vida.
Comunicarte, informarte, entretenerte, hacer las compras, pagar las cuentas, e incluso regular la luz o temperatura de la casa son solo algunas de sus funciones. Sin embargo, en los últimos años otro uso comenzó a cobrar relevancia: cuidar la salud.
Las nuevas tecnologías, especialmente las de los dispositivos portátiles, están modificando la forma en que se controla y cuida la salud. Los últimos desarrollos apuntan a mejorar la compatibilidad de los distintos dispositivos o aplicaciones sanitarias, es decir, se concentran en la capacidad de sincronizar y enviar información de un dispositivo a otro.
Por ejemplo, los smartwatches, marcapasos, desfibriladores y bombas cardíacas mecánicas son dispositivos destinados a ayudar a las personas a controlar problemas cardiovasculares, como arritmias o insuficiencias cardíacas.
Gracias a las nuevas tecnologías, estos dispositivos cardiovasculares pueden transmitir los datos que recogen a un celular, y así compartirlos con el médico y controlar la actividad del corazón.
Esa compatibilidad es útil para que cada persona pueda seguir con su vida diaria con mayor confianza y libertad, a la vez que los médicos y otros proveedores de la salud obtienen más datos en tiempo real para gestionar la atención con eficacia, informan expertos del Laboratorio Abbott.
"A medida que la tecnología en salud se hace más sofisticada, estos dispositivos generan más datos, lo que permite obtener más información que el usuario y el médico podrán aplicar para mejorar la salud", explica el doctor Álvaro Rojas, Director Médico de Abbott en Latinoamérica.
Y agrega: "Con ese flujo de información, la persona puede confiar en que su estado de salud está siendo monitorizado, y puede emparejar estos programas con otras funciones de los relojes inteligentes -como los monitores de frecuencia cardíaca y los rastreadores de sueño- para obtener una mejor imagen global del estado de salud".
Qué hacer para mejorar la salud del corazón
Las enfermedades vasculares son aquellos problemas que afectan al corazón y los vasos sanguíneos. Cada año mueren más personas por enfermedades cardiovasculares que por cualquier otra causa.
Debido a que estas enfermedades no suelen presentar síntomas, es difícil detectarlas y tratarlas a tiempo. Afortunadamente, se conocen distintas medidas efectivas que se pueden incorporar para prevenir su aparición:
Ejercicio regular
La mejor forma de proteger e incluso mejorar la salud del corazón es realizando ejercicio regularmente. Los expertos señalan que cualquier actividad, desde caminar para hacer las compras hasta cuidar el jardín, son un buen comienzo.
Sin embargo, los mejores resultados suelen verse a medida que se aumentan la regularidad e intensidad de los ejercicios. Esto está atado al estado de salud del paciente, quienes son sedentarios no pueden llevar adelante una rutina de ejercicios similar a la que realizan quienes gozan de un buen estado físico.
Los especialistas señalan que un adulto debe realizar alrededor de 150 minutos de actividad física a la semana.
Lo ideal es combinar ejercicios aeróbicos o "cardio", un tipo de actividad que se caracteriza por su baja intensidad desarrollada durante largos períodos de tiempo, como caminar, nadar, hacer yoga o andar en bicicleta, con ejercicios anaeróbicos, que consisten en realizar actividades de alta intensidad durante períodos breves de tiempo, como carreras de velocidad o levantar pesas.
Buena alimentación
Los Enfoques Alimentarios para Detener la Hipertensión, mejor conocido como dieta DASH, y la dieta mediterránea, son dos tipos de alimentación que los expertos recomiendan incluir para proteger la salud del corazón.
Según muestran distintas investigaciones, quienes mantienen estas dietas tienen un menor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, debido a que proveen al organismo de grasas saludables, fibra y minerales beneficiosos, como calcio, magnesio o potasio, a la vez que reducen la ingesta de azúcares, sales, y grasas saturadas.
Ambas dietas se caracterizan por incluir aceite de oliva, muchas frutas y vegetales (especialmente de hoja verde), granos integrales, legumbres, productos lácteos bajos en grasa, huevos, pollo, pescado, carnes magras y frutos secos, especialmente nueces y almendras.
Patrones de sueño regulares
Dormir es una de las funciones naturales más importantes y necesarias del organismo. Permite que el cuerpo y el cerebro se recuperen de los esfuerzos y el estrés al que se sometieron durante todo el día.
La cantidad de horas de sueño que una persona necesita para descansar correctamente puede variar según distintos factores, como edad, estilo de vida y estado de salud. Sin embargo, las recomendaciones generales para dormir son:
- Recién nacidos: entre 16 y 18 horas al día.
- Niños en edad preescolar: entre 11 y 12 horas al día.
- Niños en edad escolar: al menos 10 horas al día.
- Adolescentes: entre 9 y 10 horas al día.
- Adultos (incluyendo adultos mayores): entre 7 y 8 horas al día.
Si estos períodos no se respetan, a la larga se puede favorecer la aparición de distintos problemas cardiovasculares, como niveles elevados de colesterol y triglicéridos en sangre o hipertensión.
Otros factores de riesgo
El sedentarismo, colesterol elevado, altos niveles de presión arterial o sobrepeso son factores de riesgo de las enfermedades cardíacas conocidos. Sin embargo, existen otros que tal vez estés pasando por alto, y, si no los controlas, pueden terminar por afectar la salud del corazón. Estos son:
- Estar constantemente expuesto al tránsito de la ciudad.
- Roncar.
- Saltarse el desayuno.
- Trabajar de noche.
- Tener una mala salud dental.
- Tener un matrimonio infeliz.
- Vapear.
Fuentes consultadas: Asociación Estadounidense del Corazón, Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Colegio Estadounidense de Cardiología, Instituto Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa, Laboratorios Abbott.