Cerca de dos millones de estadounidenses son adictos a los opioides. La rehabilitación es un proceso difícil, pero posible y no se limita a la abstinencia y a asistir a grupos de ayuda: cada individuo puede tomar una camino diferente y superar la dependencia.
En una nota publicada en New York Times, la periodista Maia Szalavitz analizó lo que implica superar una adicción a los opioides y desmontó algunos mitos, como que son pocos los que pueden dejar atrás esta dependencia. Como referencia tomó un estudio que reveló que casi todas las personas que padecieron el trastorno de consumo de opioides alcanzaron la remisión en algún momento de sus vidas, y la mitad lo logró en un periodo de cinco años. Es decir, la mayoría de los que intentan evitar las sobredosis fatales se recupera de la adicción.
“Para aumentar las probabilidades, debemos reconocer y abogar por la recuperación, así como la amplia variedad de formas que puede adoptar. En los medios y la cultura pop, cuando se llega a ver a personas que se están recuperando, generalmente aparece un estereotipo: alguien que va a rehabilitación y después se abstiene de todas las drogas gracias a los programas de doce pasos como Narcóticos Anónimos”, explicó Szalavitz.
Casi la mitad de quienes superan una adicción a los opiáceos lo logra sin un tratamiento formal ni grupos de autoayuda. Algunos lo hacen al encontrar nuevas pasiones que los llenen (una relación, la paternidad, ser voluntarios), otros aprenden mejores maneras de manejar sus traumas y enfermedades mentales subyacentes y hay quienes incluso atacan su adicción consumiendo marihuana o drogas psicodélicas.
“Muchos de los que se recuperan lo hacen al someterse a tratamientos profesionales con medicamentos como la metadona o la buprenorfina, no mediante la abstinencia”, acota la periodista. Varios estudios recientes han demostrado que las terapias con esos dos fármacos son las únicas que reducen la mortalidad a la mitad o más, si se usan a largo plazo, y disminuyen más los índices de recaída que un enfoque basado en la abstinencia.
Una misma adicción, muchas formas de superarla
“Mi recuperación de casi treinta años comenzó con terapias tradicionales de rehabilitación y abstinencia, que practiqué durante trece años. Sin embargo, ahora incluye el uso médico de antidepresivos, ejercicio, relaciones sólidas, el compromiso serio con mi trabajo y el consumo moderado de algunas sustancias legales”, escribió Szalavitz..
A partir de su experiencia personal, la periodista no solo se ha dedicado a investigar el tema -es autora del libro "Unbroken Brain: A Revolutionary New Way of Understanding Addiction"-. también ha querido mostrar las historias de quienes han vivido distintos procesos para salir de la dependencia. Varios de ellos tuvieron traumas que, de alguna manera, influyeron: aproximadamente el 90% de las personas que se vuelven adictas han tenido experiencias traumáticas tempranas.
Hay adicciones que tienen su origen en depresiones durante la adolescencia, abuso infantil o al ver de cerca a otros adictos, como Tino Fuentes, quien encontró a su tío inconsciente en el baño a causa de una sobredosis, cuando era un niño. Pronto este descendiente de puertorriqueños y cubanos comenzó a vender y consumir marihuana y cocaína y luego “ascendió” hasta dirigir el comercio en esquinas en el Lower East Side, el Bronx y Brooklyn. Y se hizo adicto a la heroína.
Después de dejar el narcotráfico, Fuentes encontró la solución a su adicción gracias a la metadona y la buprenorfina que le compró a un amigo. Dejó de usar estos fármacos de forma gradual y ahora ayuda a que la gente haga análisis de heroína para detectar la presencia de fentanilo; explica Szalavitz que las evidencias sugieren que las personas son más precavidas, cuando saben este opioide sintético o sus derivados están presentes en lo que consumen.
Sin embargo, no siempre hay eventos traumáticos detrás de las adicciones. Zach Siegel simplemente se sentía diferente y comenzó a beber alcohol a escondidas a los 13 años, siguió con marihuana y píldoras y a los 17 ya era adicto a la heroína. Sus padres lo enviaron a varios centros de rehabilitación, cuyos métodos no funcionaron.
Lo que más ayudó a este escritor de Chicago fue estudiar la ciencia de las adicciones: “Simplemente anoté lo que creí que me estaba pasando, y también pude leer lo que otras personas pensaban que les ocurría”. Así logró “dar sentido” a su historia” y no sentir un vació que requiera de “consuelo”. Siegel no ha usado opioides desde 2012, pero reconoce que bebe alcohol y consume marihuana con moderación.
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