La terrible realidad de la heroína

Hoffman, de 46 años y padre de tres niños, fue hallado muerto en el baño de su apartamento con una jeringa en el brazo. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, una de cada 200 personas consumen drogas ilegales en el mundo, y cientos de miles mueren cada año como consecuencia del abuso.

La adicción a una droga como la heroína no sólo afecta al individuo sino a su comunidad, ya que está relacionada al contagio de otras enfermedades como el VIH/Sida, la tuberculosis, tiene efectos sobre los embarazos y en general está relacionada con el crimen, la violencia y los problemas familiares, laborales y educacionales. Su impacto social es devastador.

La heroína es un derivado de la morfina que se extrae de la bellota de ciertas variedades de la amapola. Es el opiáceo de mayor abuso y de acción más rápida. Se procesa de la morfina y se vende en forma de un polvo blanco o marrón, o como una sustancia negra pegajosa conocida en la calle como goma o alquitrán negro ("black tar heroin").

La heroína generalmente se inyecta, pero también se inhala, aspira, o fuma. Un adicto se puede inyectar hasta cuatro veces al día, ya que la inyección intravenosa provoca una euforia rápida en 7 u 8 segundos mientras que cuando se inhala o se fuma tiene efecto de 10 a 15 minutos.

Si bien la mayoría de la que se consigue en la calle se corta con otras drogas y con sustancia como azúcar, almidón, leche en polvo o quinina, la pureza de la heroína se ha ido incrementado con los años. Al ser altamente adictiva, cuando se inyecta la persona pierde noción del riesgo de transmisión del VIH y otras infecciones que pueden ocurrir al compartir las agujas.

Según la directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas, la doctora Nora D. Volkow, aunque hubo una reducción del abuso de la heroína en los últimos años, su consumo sigue siendo mayor que hace 20 años atrás, sobre todo en jóvenes de edad escolar. Hoy en día la droga es más barata, y hasta fácil de conseguir.

Es fundamental la atención temprana para el éxito del tratamiento a la adicción a la heroína. Al igual que con muchas otras enfermedades crónicas, la adicción puede tratarse. La disponibilidad de los tratamientos para manejar la adicción a los opiáceos actualmente está cubierta por la nueva Ley de Cuidado de Salud.

Entre las 48 y 72 horas después del último abuso de drogas comienza lo que se conoce como el síndrome de abstinencia, un conjunto de síntomas que causa un malestar físico general, una inestabilidad emocional importante impulsada por el deseo ferviente de volver a tener contacto con la sustancia en cuestión. En general, este síndrome dura entre 7 y 10 días.

La abstinencia a la adicción de los opiáceos es complicada porque implica una serie de reacciones físicas y psicológicas muy fuertes que requieren de un espacio de contención y seguridad para el adicto. El objetivo primordial de la desintoxicación es aliviar los síntomas mientras el paciente se acostumbra a vivir sin la droga.

Si bien los tratamientos dependen de cada persona y los recursos disponibles, la metadona es una medicación muy utilizada desde hace más de 30 años para tratar esta adicción, ya que elimina los síntomas del síndrome de abstinencia y tiene mucha efectividad, según el Instituto Nacional de Abuso de Drogas.

La metadona no es una sustancia tóxica ni sedante, se toma por boca, tiene una duración en el organismo de entre 24 y 36 horas. Si se la receta adecuadamente, no debería interferir con el desarrollo de las actividades regulares de la persona, como por ejemplo la capacidad de conducir un auto.

El efecto más importante de este medicamento, por el que se utiliza tanto, es que calma el deseo desesperado que siente el adicto por la heroína.

La metadona puede utilizarse en forma segura durante unos 10 años y puede ser tomada una vez al día. Lo ideal es que se combine con terapia de apoyo y grupos de autoayuda.

En 2002, la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) agregó este medicamento a la lista de tratamientos para la adicción a la heroína y otros opiáceos.

La buprenorfina origina efectos opiáceos más débiles y genera un nivel de dependencia física menor, con lo cual el dejarla produce menores consecuencias que la metadona. Actualmente el Instituto Nacional de Abuso de Drogas está investigando la incorporación de otros medicamentos para tratar la adicción a la heroína.

Se llaman así a los medicamentos que provocan el efecto contrario a los opiáceos como la morfina y la heroína y por lo tanto se pueden utilizar como antídotos. Su efecto puede llegar a los 3 días de duración y bloquean los efectos placenteros de las drogas, con lo cual la persona que los utiliza debe estar altamente motivada.

La desintoxicación puede ser un paso previo al tratamiento con fármacos, el cual puede ser en el domicilio del paciente o en una institución dependiendo de la severidad del caso. Los mejores tratamientos documentados sin fármacos, son los programas donde el paciente vive en comunidades terapéuticas de 3 a 6 meses.

Los enfoques actuales tienden a integrar diversas formas de tratamiento, por lo que la terapia de apoyo resulta una de las claves de éxito. En el caso de las adicciones el enfoque conductista o terapia de la conducta es el más utilizado y puede ser llevado a cabo en un forma ambulatoria (consultorio) o en un contexto de internación.

Como todo ser humano, el paciente adicto debe enfrentarse día a día con una serie de conflictos, contingencias o situaciones desafiantes que debe enfrentar. Uno de los objetivos de las terapias cognitivas-conductuales es justamente fortalecer y coordinar con la persona el manejo de esas situaciones y prever la forma de reacción ante ellas.

Algunas de estas terapias se apoyan en un sistema de vales, donde el paciente gana puntos siempre que obtenga un resultado negativo en el laboratorio, donde se analiza el consumo de drogas. Esos puntos pueden ser canjeados por artículos que están destinados a promover un estilo de vida saludable.

El tratamiento combinado después de la desintoxicación ayuda a restaurar la función cerebral y a llevar a la persona a un estilo de vida esperable y normal para su situación, que incluya la posibilidad de trabajar y tener una familia. Y alejarse del peligro de enfermedades, crimen, violencia y hasta muerte.