“Me intenté suicidar ocho veces”: hablemos de salud mental

A los 13 años Vanessa Casillas hizo su primer intento de quitarse la vida: bebió productos de limpieza. Le recetaron antidepresivos y no los quiso tomar, seguía lastimándose, los pensamientos suicidas no la abandonaban y sus padres ya no sabían qué hacer. La chica solo sentía un vacío dentro de sí.

“A los 16 años, debido a que intenté suicidarme de nuevo, me quisieron ingresar al Instituto Jalisciense de Salud Mental, en Guadalajara, y ahí fue cuando fui diagnosticada”, cuenta la joven mexicana, quien hoy tiene 26 años, es escritora y se conoce en redes sociales como Cielo Vanessa.

Vanessa Casillas tiene más de diez años luchando contra un trastorno mental.

La razón de todo lo que sentía era el trastorno bipolar, una enfermedad mental severa que produce cambios de ánimo poco comunes. Para llegar al diagnóstico, le hicieron evaluaciones psicológicas y exámenes que detectaron que a su cerebro le faltaba serotonina

El caso de Vanessa es parte de una realidad mucho más grande: uno de cada cuatro mexicanos, entre 18 y 65 años, ha padecido en algún momento de su vida un trastorno mental, y solo uno de cada cinco recibe tratamiento. La situación es detallada en el programa Salud Mental 2013-2018, elaborado por la Secretaría de Salud de México.

En el resto del mundo, la realidad es similar. El mismo reporte dice que los padecimientos mentales ocupan el 13% de la carga global de enfermedad y son una de las tres primeras causas de muerte entre personas de 15 a 35 años, por estar vinculados al suicidio que, a su vez, representa segunda causa de muerte y ocurre más entre los jóvenes.

El 24.7% de los adolescentes mexicanos se encuentren afectados por uno o más padecimientos de salud mental. Ansiedad, déficit de atención, depresión, uso de sustancias e intento suicida son los más recurrentes en estas edades.

“Es difícil explicar el proceso por el que pasa un adolescente cuando tiene una crisis de este tipo, y aún más cuando no todas las personas le dan la importancia que se merece”, explica Vanessa. Sin embargo, fue en esa crisis de sus 16 años cuando aceptó seguir un tratamiento que ha continuado hasta hoy: hace terapia, toma fluoxetina y las recaídas son menos frecuentes.

Luchar contra la mente y los prejuicios

La familia de Vanessa intentó ayudarla desde el primer momento, pero la joven también se encontró con que muchos la subestimaban: “Vivir con un trastorno mental que va de la manía a la extrema depresión es muy duro, porque muchas personas me han juzgado diciéndome que estoy loca o que eso no existe”.

Leopoldo Rendón, médico psiquiatra e integrante del equipo HolaDoctor Consultas, explica que la manera de pensar de los seres humanos está diseñada, en parte, para categorizar y clasificar las cosas, por ejemplo, como buenas o malas. Hay conductas o ideas que pueden ser condenables para determinado grupos sociales y es así como surgen los prejuicios.

“Los trastornos mentales se caracterizan por una desviación en la conducta, actitudes, maneras de pensar y sentir que pueden ser valoradas por el resto como inadecuadas. Lamentablemente los miembros de la comunidad, dependiendo de su nivel de información, pueden desconocer la naturaleza de estos trastornos, sus causas y manifestaciones, por lo que juzgan de una manera parcial y errónea a quienes los sufren”, dice Rendón.

El temor al rechazo o a ser estigmatizados hace que las personas tengan miedo de hablar de su padecimiento o a ser identificados como pacientes. Ocultar los problemas de salud mental, en general, trae consecuencias graves: si la enfermedad sigue su curso, puede llegar a ocasionar incapacidad o incluso la muerte del afectado.

“El tratamiento oportuno altera este curso y, dependiendo de la naturaleza de la enfermedad, la curamos, limitamos sus consecuencias y rehabilitamos el déficit que ellas ocasionan. Mientras más precoz son las acciones para mejorar el estado de salud, menos son las limitaciones y el sufrimiento, porque el daño ha sido menor”, agrega Rendón.

La necesidad de informar

Vanessa decidió hablar abiertamente de su salud mental y ha usado su cuenta de Instagram para este propósito. “Me intenté suicidar ocho veces. Tuve la mala o buena suerte de nacer así. Así que un día una doctora me dijo que quizá era una misión o una fuerza mi enfermedad”, escribió en una de sus publicaciones.

Las ganas de crear consciencia y ayudar a otros la motivaron a emprender el proyecto Por amor a mí, a principios de este año, y ha usado las redes sociales para darlo a conocer: con ayuda de su novio, hizo un video y comenzó a promocionarlo en YouTube para intentar transmitir cómo se siente sufrir de depresión. “Recibí muchos mensajes de personas que se identifican con mi sentir y que, por miedo a que los juzguen, no piden ayuda”.

En junio comenzó otra etapa de Por amor a mí: llevar su mensaje a escuelas de escasos recursos. Con apoyo de la Secretaría de Educación Pública y acompañada de un panel de psicólogos, comenzó a dar charlas sobre lo que significa vivir con problemas emocionales y la importancia de saber pedir ayuda. Ya ha dado nueve conferencias en Michoacán y el plan es continuar en Guerrero, Jalisco y otros estados, “hay muchísima desinformación”, dice.

La necesidad de informar es una de las necesidades que detectó el programa elaborado por la Secretaría de Salud de México. Para mejorar el estado de la salud mental en el país consideran de especial importancia contar con un sistema de información integrado para dar a conocer el peso de cada uno de los trastornos.

Vanessa se ha propuesto seguir luchando para generar cambios, incluso fuera de su país: “El suicidio es la segunda causa de muerte tan sólo en México y es un tema que se sigue tomando a la ligera. La salud mental debería ser prioridad, no un tema tabú”.

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