Investigadores de la Universidad de Massachusetts en Amherst aseguran que el hallazgo no es que la gente mienta, ese es un rasgo que viene en el bagaje psíquico del ser humano desde el albor de los tiempos, sino comprobar que la tecnología incrementa la manía de mentir de una manera sorprendente.
Esta suerte de nueva afección, a la que perfectamente se podría denominar Síndrome de Pinocho, se presenta, al parecer, en individuos de diferentes edades y círculos sociales. Y aún en personas que aseguran que en la vida “real”, y no “virtual”, jamás mienten.
Puntos clave
- El estudio comprobó que las personas dicen hasta cinco veces más mentiras por internet.
- Analizaron conversaciones entre 220 estudiantes universitarios.
- La mayor cantidad de mentiras se dicen en los correos electrónicos.
Para el estudio se convocó a 220 estudiantes universitarios, a los que se agrupó en parejas del mismo género, dos personas que no se conocían, y se las grabó manteniendo charlas a través de internet, por correo electrónico y en persona.
Los investigadores observaron que los participantes habían dicho 1.5 mentiras por cada 15 minutos de conversación mediada por una computadora. El récord de mentiras lo tuvieron las conversaciones vía correo electrónico: mintieron cinco veces más que los que lo hicieron mientras chateaban por mensajes instantáneos.
“El hallazgo muestra cuánto más estamos expuestos a recibir información engañosa cuando llega a través de recursos de internet”, dijo Robert Feldman, profesor de Psicología y decano del Colegio de Ciencias Sociales y de la Conducta de la universidad.
Para Dana Carney, quien hace tiempo estudia la psicología de la mentira en la Universidad de California en Berkeley, “cuanto más lejos está una persona, y menos conocida es, más fácil es entrar en el laberinto de la mentira, que puede tener consecuencias inesperadas”.
Un ejemplo del mentiroso extremo son los depredadores sexuales que aprovechan el anonimato de internet para "cazar" a sus víctimas.
El estudio presentado esta semana se publica en la edición de octubre de la revista Journal of Applied Social Psychology.
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