Ya ha pasado un tiempo y quizás llegó el momento de contarlo todo. En un intento por elaborar esos 10 años traumáticos, dos de las tres mujeres que vivieron secuestradas, Amanda Berry y Gina DeJesus, acaban de publicar el libro "Hope: A Memoir of Survival in Cleveland" ("Esperanza: Una memoria de supervivencia en Cleveland"), en el cual relatan sus memorias sobre su cautiverio y abuso diario, pero dejan entrever algunos sentimientos ambiguos con respecto a su agresor.
"Cuanto más llorábamos y le mostrábamos nuestro dolor y nuestra tristeza (a nuestro secuestrador), era como si eso le diera más energía, así que tuvimos que aprender a no llorar, no mostrarle tu dolor, no mostrarle tu rabia", contó Berry en una entrevista televisiva.
Ariel Castro, quien era conductor de autobús escolar, las encerró en su casa localizada en una tranquila zona residencial en Cleveland , en el estado de Ohio y mantuvo a las jóvenes en cautivero, sin permitirles salir de la casa y sometidas a continuas violaciones y abusos.
Las personalidades abusivas suelen fortalecerse a medida que ven debilitada la confianza en sí misma y la autoestima de la víctima. Sin embargo, el ser humano y su capacidad de sobreponerse a las situaciones más difíciles, implementa una serie de mecanismos de defensa y recuperación que hasta los puede llevar a confundir sus sentimientos.
Los sentimientos son encontrados. Por un lado, el sometimiento y maltrato innegable, por el otro pensamientos que comienzan a confundir, ya que comienzan a "humanizar" a quien las maltrata, como una forma de procesar la angustia y desesperación que les produce semejante agresión. Comienzan a malinterpretar la ausencia de violencia contra su persona y la toman como un acto de humanidad por parte del secuestrador.
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El vínculo emocional que se desarrolla con el maltratador es en realidad una estrategia de supervivencia para las víctimas de abuso e intimidación y de hecho, aseguran los investigadores, que aumenta las posibilidades de supervivencia de las víctimas.
Cuando el abusador le demuestra a la víctima cierto grado de amabilidad o humanidad, es frecuente que la víctima lo interprete como un rasgo positivo, y conductas mínimas, como dejarlas ir al baño o proporcionarle algún objeto son vistas por parte de la abusada como una muestra de cuidado, muchas veces suficiente como para desarrollar esta relación de sentimientos encontrados hacia su propio victimario.
Amanda Berry, quien relató en televisión que su secuestrador le había comprado un cuaderno y lápiz a pedido de ella y que allí anotaba las veces en que era violada con un código secreto y llegó a contabilizar 5 violaciones en un solo día, al referirse a su hija dijo que no quiere "que la gente diga cosas equivocadas" del padre de su hija, el mismísimo Castro.
Según datos de la Agencia Federal de Investigaciones ( conocida por sus siglas en inglés FBI), alrededor del 27 % de las víctimas de 4700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción contrapuesta hacia sus victimarios.
"Sabía que eventualmente algún día sería liberada y quería que mi familia supiera por lo que pasé, lo horrible que fue, para que (Castro) rindiera cuentas por ello", dijo Berry quien tuvo una hija con su secuestrador, Jocelyn, que hoy tiene 6 años.
Sin embargo, como toda mamá Berry se preocupa por lo que los demás van a decir sobre el padre de su hija Jocelyn y también sobre el impacto que la verdad de su historia pueda tener en la vida y la psiquis de esa niña.
"Aún no he decidido cómo le diré a mi hija lo que sucedió, no quiero que la afecte y perjudique en su adolescencia", dijo preocupada Berry, quien hoy tiene 29 años.
"Espero que pueda superarlo y ser una gran mujer...solo quiero esperar a que sea un poco mayor y que pueda elaborar sus propios pensamientos y que nadie la influencie sobre cómo debe pensar las cosas", agregó.
Pero por otro lado, Berry contó que su secuestrador y el padre de su hija, no mostró piedad por ella durante el parto. "Comencé a tener dolores de parto durante todo el día pero no sabía qué era. Tuve que ir al baño y escuché que algo se rompió pero no sabía qué era", explicó Berry y agregó que tuvo que dar a luz en una piscina infantil de plástico para no ensuciar la cama.
Siguiendo su instinto maternal, Berry inventó una escuela imaginaria para su hija y así jugaban a que era su profesora y le enseñaba cosas. "Jugábamos a que ibamos a la escuela y la dejaba con la profesora, que era yo, y ahí le enseñaba cosas".
Un día Jocelyn le dijo a su mamá que su papá no estaba en la casa e intentaron abrir la puerta cerrada con un candado del lado de afuera. Berry logró sacar un brazo y pedir ayuda a un vecino y así lograron su libertad. Ariel Castro fue sentenciado a prisión perpetua sin posibilidad de salir bajo fianza en agosto del 2013 y se suicidó un mes después en su celda.
Qué es el Síndrome de Estocolmo
El Síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica de disociación y defensa que se presenta en una víctima de un secuestro o violación. Se caracteriza por un sentimiento de complicidad en algunos casos y de un vínculo afectivo en el otro, que puede ser fuerte. La víctima tiende a malinterpretar la ausencia de violencia que puede haber o algún gesto de cuidado del agresor como una muestra de afecto. Ese afecto suele ser recíproco.
Su nombre viene de un episodio en particular que ocurrió en un banco de la ciudad de Estocolmo, en Suecia. Fue un 23 de agosto de 1973 el día en que Jan Erik Olsson intentó asaltar el Banco de Crédito de Estocolmo y al verse, acorralado, tomó como rehenes a tres mujeres y un hombre, todos empleados del banco. A pesar de haber sido amenazados de muerte y hasta tener una soga en el cuello, los rehenes terminaron defendiendo a su captor para evitar que fuera atacado por la policía. "Confío plenamente en él, viajaría con él por el mundo entero", llegó a decir una de las mujeres al ser liberada. Luego de ese episodio, el psiquiatra Nils Bejerot, asesor de la policía sueca, acuñó el Síndrome de Estocolmo para referirse a este proceso.
Para los psicólogos, es un mecanismo de defensa y protección ante la amenaza y el miedo que genera la posibilidad de violencia. Los seres humanos suelen sorprenderse de sus propias reacciones y de sus pensamientos en momentos de crisis. Pacientes psiquiátricos graves con intentos de suicidio por ejemplo, luego se asombran de sus propias tendencias. En la práctica clínica suele verse también que las personas que salen de una situación de abuso y control, echan de menos a la persona que los lastimó o debido a temas relacionados con su baja autoestima o inseguridad, creen que han sido en parte responsables de la situación de violencia que han vivido.
Tras su rescate, los rehenes muestran muchas veces una actitud impactante y comprensiva ante su secuestrador y en muchos casos de desarrollo de este síntoma, hasta creen que el mismo atacante los protegía de la policía y de las autoridades. Evidentemente, en muchos casos los rehenes habían creado un vínculo emocional con sus secuestradores.
Otro caso que resuena
"No me atacaste solamente a mí esa noche. Soy una hija, soy una amiga, soy una novia, soy una alumna, soy una prima, soy una sobrina, soy una vecina, soy la empleada que sirve café a todos en el bar del tren", escribió recientemente una víctima de violación londinense a su atacante en una carta abierta, apelando a la humanidad de su victimario.
La joven Ione Wells, de 20 años y alumna de la universidad de Oxford, fue atacada por un adolescente cuando regresaba caminando a su casa de Londres. Su crudo relato del episodio busca crear conciencia sobre el tema del abuso y las violaciones y al mismo tiempo, dar fortaleza a quienes sufrieron la misma pesadilla.
A raíz de la difusión mundial de esta carta, la revista Cherwell comenzó una campaña basada en el hashtag #NotGuilty (Inocente) que busca dejar en claro y asegura que una violación nunca es culpa de la persona atacada y darles fuerzas a quienes han sido objeto de un ataque similar para que cuenten su experiencia como parte de la lucha contra este tipo de delitos.