Es común que los niños conversen, jueguen, corran y, en algún momento, se queden tranquilos, en silencio con la mirada fija en un punto indeterminado. En esa etapa la imaginación vuela y puede que “sueñen despiertos”, pero esa conducta también puede indicar un ataque de ausencia.
También conocidos como convulsiones de ausencia, estos episodios afectan comúnmente a niños de 4 a 14 años, pero a veces pueden presentarse durante la adolescencia y hasta en la adultez, de forma ocasional. Son causados por una “chispa” temporal de actividad eléctrica anormal en el cerebro, de acuerdo a la Biblioteca de Salud de la Universidad Johns Hopkins..
Durante la convulsión, el niño dejará de hacer lo que esté haciendo y mirará hacia adelante. Puede que se quede quieto durante el evento o que haga ruidos con la boca, como masticar fuerte o dar golpes con la lengua. Sus párpados pueden revolotear y es posible que no responda si le hablan. Unos 15 segundos después, el ataque debe cesar tan repentinamente como comenzó y el niño deje de “soñar despierto” y vuelva a la normalidad.
Las convulsiones de ausencia no son peligrosas, pero si se hacen recurrentes pueden afectar la capacidad de aprender y concentrarse del pequeño. Pero, ¿cómo saber cuándo el soñar despierto pasa a ser riesgoso?
Esta suerte de “hechizos” son formas sutiles de epilepsia, por lo que resultan difíciles de detectar y mucha veces nadie se da cuenta de que el niño los está experimentando. "Si, durante un período de observación, su hijo no responde cuando usted chasquea los dedos o lo llama por su nombre, puede ser apropiado ver a su pediatra, quien puede evaluar al niño y referirle a un neurólogo pediátrico", explica Carl Stafstrom, catedrático de Epilepsia pediátrica en Johns Hopkins.
El neurólogo hará pruebas, como un electroencefalograma (EEG), para examinar la actividad eléctrica en el cerebro. Si hay irregularidades, el especialista puede recomendar un tratamiento como un medicamento anticonvulsivo.
De acuerdo a Stafstrom, aunque los ataques de ausencia son muy leves, justifican un tratamiento por la seguridad del niño: "La etosuximida es un medicamento que se usa específicamente para las crisis de ausencia y funciona bien".
Algunos cambios en el estilo de vida pueden ayudar a reducir la frecuencia de las convulsiones. Es importante para la salud del cerebro que el niño duerma lo suficiente, que lleve una dieta saludable y que haga ejercicio regularmente. Los padres deben estar atentos a los “hechizos”, sobre todo, si está cansado o estresado.
Stafstrom explica que muchos niños superan las crisis de ausencia y no requieren tratamiento. Así que es probable que estos episodios queden atrás, sin mayores consecuencias.
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