Los que no conocen la nieve la imaginan como una postal salida del cuento de Blancanieves: siempre blanca, siempre blanda. Pero la realidad es mucho más gris y peligrosa, ya que en los días que suceden a la tormenta las calles, parqueos y escaleras se cubren de delgadas capas de hielo, muy difíciles de ver y que causan caídas que pueden ser graves.
De acuerdo con un documento del National Institute for Occupational Safety and Health, no hay estadísticas precisas sobre este tipo de caídas producto de las condiciones climáticas extremas porque muchas no llegan al hospital o siquiera a la consulta médica. Pero sí se constata que ocurren en números superiores a miles, y que causan mucho dolor. En la foto arriba, una serie de resbalones en la nieve en Nueva York.
El National Center for Environmental Health indica que el 80 por ciento de estas caídas ocurren mientras las personas palean nieve, o cuando intentan salir de sus casas al menos por un rato, para intentar escapar de ese período obligado de hibernación estilo oso, en el primero o segundo día tras la tormenta de nieve. Justamente cuando la caída de nieve se detuvo pero las temperaturas no son altas como para derretirla.
Las finas capas de hielo, prácticamente transparentes, requieren de una vista de lince y un cuidado y paciencia para caminar muy despacio y mirando para abajo. Hay que evitarlas a toda costa.
Las dos entidades sugieren estos tips para prevenir los resbalones en el hielo:
- Usar calzado especialmente diseñado para nieve e hielo.
- Botas que sean a prueba de temperaturas gélidas y de agua.
- Caminar con pasos cortos, para ver por dónde se pisa y, detectar el hielo y eventualmente reaccionar rápido a la caída.
- Evitar salir a no ser que sea estrictamente necesario.
Desafortunadamente estas caídas, muchas de las cuales ocurren en escaleras, provocan un fuerte colapso en distintas partes del cuerpo, desde la parte baja de la columna hasta el cuello, desde la cadera hasta la palma de la mano que intentó frenar el impacto de la caída.
Recomiendan analgésicos de venta libre y, si el dolor persiste, acudir al médico, que tratará el dolor, aunque lo que no tiene cura es la sensación de sentirse miserable por la humillante caída.