Refrescos dietéticos en la mira ¿culpables o inocentes?

Muchas personas creen que los refrescos de dieta son alternativas saludables, y bajas en calorías, a las bebidas azucaradas. Sin embargo, un conjunto pequeño pero cada vez mayor de evidencias sugiere que los refrescos de dieta podrían tener desventajas para la salud, y que quizá ni siquiera ofrezcan los beneficios por los que algunas personas recurren a ellas, como la pérdida de peso.

“El consumo de azúcar excesivo es un problema en la sociedad occidental, porque contribuye a la obesidad, la diabetes y otras afecciones”, advierte Matthew P. Pase, Ph.D., investigador en neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston. “Sabemos que la popularidad de los refrescos de dieta va en aumento, pero no tenemos mucha investigación sobre los efectos de las bebidas de dieta en distintos aspectos de la salud”.

| Foto: ISTOCK

El tema merece un mayor escrutinio, dada la amplia popularidad de esas bebidas. Según un estudio de 2016 publicado en la revista científica Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, casi la mitad de los adultos y una cuarta parte de los niños en Estados Unidos consumen edulcorantes artificiales, y la mayoría lo hace a diario. Las bebidas de dieta conforman gran parte de ese consumo.

A continuación, lo que sabemos hasta ahora de los refrescos de dieta y su papel en la salud, y lo que puedes hacer para elegir buenas opciones de bebidas mientras tanto.

¿No son tan buenas para el corazón?

Las evidencias más firmes hasta ahora vinculan al consumo de refrescos de dieta con afecciones cardiovasculares, como el accidente cerebrovascular y el ataque cardiaco, y además con la diabetes tipo 2 y la obesidad (que también son factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular), afirma Ralph L. Sacco, M.D., profesor de neurología en la Facultad de Medicina Miller de la Universidad de Miami. Por ejemplo, en abril, un estudio que tuvo una amplia cobertura de unas 4,400 personas a partir de los 45 años de edad encontró que las que bebían uno o más refrescos de dieta al día tenían 3 veces más probabilidades de sufrir un ataque cerebral que las que no, apunta Pase, que dirigió el estudio. La investigación fue publicada en la revista científica Stroke de la Asociación Estadounidense del Corazón.

Este estudio tuvo varias limitaciones y no demostró que los refrescos de dieta por sí mismos hicieran que las personas sufrieran ataques cerebrales, señala Sacco. Por ejemplo, quizá las personas que beben refrescos de dieta tienen un peor estado de salud que las personas que no. Pero afirma que los hallazgos concuerdan con investigaciones anteriores.

Por ejemplo, 3 grandes estudios publicados entre 2007 y 2009 encontraron que las personas que bebían refrescos de dieta de forma regular eran más propensas a desarrollar diabetes tipo 2 y tenían entre un 30 y un 55% más de probabilidades de sufrir el síndrome metabólico (un conjunto de problemas de salud que podrían aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad cardiaca y accidente cerebrovascular) que las que no los bebían. 

Otros dos estudios de 2012 reforzaron esos hallazgos: Los investigadores vincularon el consumo diario de refrescos de dieta con un aumento de más o menos un 45% en el riesgo de ataque cardiaco, accidente cerebrovascular y muerte precoz en un estudio con unas 2,600 personas; y con un aumento de alrededor del 30% en el riesgo de accidente cerebrovascular hemorrágico (un tipo menos común de ACV en que un vaso sanguíneo reventado o un aneurisma que explota provocan una pérdida del flujo sanguíneo al cerebro) en otro estudio con 130,000 personas.

La investigación anterior también ha encontrado vínculos entre los refrescos de dieta y afecciones como la depresión o el parto prematuro. Por ejemplo, un estudio con casi 320,000 personas publicado en la revista científica PLoS One en 2014 encontró que los que bebían 4 o más latas de refrescos de dieta al día tenían alrededor de un 30% más de probabilidades de que les diagnosticaran depresión que los que no.

Una interpretación cauta

Los estudios que vinculan los refrescos de dieta con el riesgo cardiovascular son interesantes, dice Sacco, pero todavía hay que replicarlos en ambientes más rigurosos. Por ejemplo, dice que todos estos estudios dependieron de que los mismos participantes reportaran sus hábitos dietéticos, lo que puede introducir errores porque las personas no siempre recuerdan lo que comieron. 

Además, las personas que beben refrescos de dieta podrían ya tener un riesgo más alto de afecciones como diabetes o la obesidad, porque en primer lugar su estado de salud ya es malo. Por ejemplo, alguien que tiene sobrepeso quizá haya cambiado de refrescos regulares a refrescos de dieta para ayudar a controlar una cintura que ya está en expansión.

Y no todos los estudios han mostrado que los refrescos de dieta tienen un efecto negativo en la salud. Por ejemplo, en 2012 investigadores de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard analizaron los hábitos de consumo de bebidas de casi 43,000 hombres, y encontraron que los que consumían bebidas azucaradas tenían un riesgo más alto de enfermedad cardiaca coronaria, pero los que bebían refrescos de dieta no.

Otro motivo por el que los científicos dudan en afirmar de forma definitiva que los refrescos de dieta son malos para la salud es que no están seguros sobre cómo aumentan el riesgo de sufrir enfermedades. Sacco cree que los ingredientes de las bebidas, como los edulcorantes artificiales, podrían dañar los vasos sanguíneos, lo que quizá explique el vínculo con enfermedades como la diabetes y el accidente cerebrovascular. Algunas evidencias también han sugerido que los edulcorantes artificiales en los refrescos de dieta pueden provocar inflamación, una afección que con frecuencia se asocia con la enfermedad cardiaca.

También es posible que los edulcorantes artificiales que se usan de forma habitual en los refrescos de dieta “engañen” al cerebro para que desee comidas ricas en calorías y sabrosas, lo que lleva a un aumento de peso. También podrían provocar cambios en los niveles hormonales o en las bacterias intestinales; ambas cosas juegan un papel en el control del peso y de la insulina. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Nature en 2014 encontró que los edulcorantes artificiales alteraban las bacterias intestinales en las personas y en los ratones, aumentando su riesgo de intolerancia a la glucosa, una afección que con frecuencia precede a la diabetes. Pero “no estamos nada seguros del mecanismo”, apunta Sacco, y todas esas ideas requieren de unos estudios más grandes y más rigurosos.

Qué hacer

“En general, lo mejor es evitar los refrescos regulares y de dieta del todo”, afirma Orly Avitzur, M.D., directora médica de Consumer Reports. “Ofrecen poco beneficio nutricional, y en algunos casos, los refrescos de dieta pueden provocar dolores de cabeza o hacer que se coma en exceso”. Por ejemplo, poco después de que el edulcorante aspartamo llegara al mercado a finales de los años de 1990, una de las quejas más importantes que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) recibía sobre el edulcorante era sobre los dolores de cabeza. 

Ningún estudio científico ha probado que el aspartamo, o que los refrescos de dieta en general, provoquen dolores de cabeza, pero una revisión de las evidencias publicada en la revista The Clinical Journal of Pain en 2009 sugiere que cantidades altas del edulcorante (por ejemplo, el contenido en 5 o más refrescos de dieta) podría provocar o empeorar los dolores de cabeza en las personas que ya son susceptibles a las migrañas.

Además de los refrescos de dieta, los edulcorantes bajos en calorías también se usan en algunos tés helados, bebidas de café y jugos. Incluso algunas bebidas “aparentemente saludables" los contienen. Por ejemplo, las bebidas Bai Antioxidant Infusion, con sabores como Brasilla Blueberry y Malawi Mango, afirman en la etiqueta que no incluyen edulcorantes artificiales, pero un vistazo a la lista de ingredientes revela los edulcorantes bajos en calorías eritritol y extracto de estevia. Sparking Ice, que según la etiqueta es “agua con gas con sabores naturales”, contiene un 3% de jugo de fruta, además de sucralosa, un edulcorante artificial comúnmente conocido como Splenda. Las versiones con sabores de Pedialyte, una popular bebida de rehidratación y electrolitos para los niños, también contiene sucralosa.

Pero no todos los expertos en salud pública dicen que hay que dejar de tomar refrescos de dieta del todo. En respuesta al estudio reciente de la revista Stroke, Rachel K. Johnson, Ph.D., M.P.H., R.D., ex presidente del Comité de Nutrición de la Academia Estadounidense del Corazón y profesora de nutrición en la Universidad de Vermont, dijo que limitar los azúcares sigue siendo importante para la salud “y hasta que sepamos más, las personas deben seguir usando las bebidas endulzadas artificialmente con precaución”.

En una declaración tras el estudio en Stroke, el Consejo de Calorías (The Calorie Council), una organización que representa a la industria de los alimentos y bebidas de dieta, dijo que todavía no hay motivos para renunciar al hábito de los refrescos de dieta, porque los edulcorantes artificiales han sido revisados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y se consideran seguros, y las evidencias sobre sus impactos para la salud siguen siendo limitadas.

Al final, es probable que no pase nada por tomar un refresco de forma ocasional, con azúcar o edulcorantes artificiales. Pero la mejor opción la mayor parte del tiempo, según Avitzur, es beber agua, natural o con gas. Si el agua sin sabor te parece aburrida, añade un chorrito de sabor con una rodaja de limón o lima.

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