El Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU. (NCI) informa que el cáncer no es una enfermedad contagiosa que se disemina de una persona a otra. En el único caso que podría serlo es si una persona sana recibe un trasplante de tejidos u órganos de otra que tuvo cáncer. En este caso, el receptor podría tener mayores riesgos de desarrollar la enfermedad en el futuro.
A pesar de lo indicado, el riesgo es bajo ya que en 10,000 trasplantes solo se detectaron 2 casos de cáncer. Sin embargo, los médicos tomar la precaución de evitar el uso de órganos o tejidos de donantes con antecedentes de la enfermedad.
Algunas personas pueden desarrollar cáncer por la presencia de ciertos virus como el del papiloma humano o VPH, y de bacterias como la Helicobacter pylori. En ambos casos, estos virus y bacterias pueden pasar de una persona a otra, pero no por ello tienen que desencadenar necesariamente la enfermedad.
El NCI explica que hay vacunas desarrolladas para evitar contraer ciertos tipos de cáncer provocados por virus o bacterias. Actúan modificando la respuesta biológica para tratar de estimular o restaurar la capacidad del sistema inmunológico de combatir infecciones y enfermedades.
Hay dos tipos de vacunas: las preventivas y las de tratamiento. Las vacunas preventivas o profilácticas buscan impedir que se desarrolle cáncer en personas sanas y actúan concentrándose en los gérmenes infecciosos que causan o contribuyen a la aparición del cáncer. Las vacunas de tratamiento o terapéuticas tienen por objeto tratar el cáncer ya existente, y para ello refuerzan las defensas naturales que tiene el cuerpo para poder combatir el cáncer.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) aprobó dos vacunas para proteger contra la infección por el virus de papiloma humano o VPH, responsable del 80% de los casos de cáncer de cuello de útero o cervical. Y otra que protege contra la infección por el virus de hepatitis B, ya que una infección crónica podría resultar en cáncer de hígado.