La falla respiratoria es una de las reacciones más graves y potencialmente mortales en pacientes con COVID-19. Pero, por razones que la ciencia está tratando de entender, solo el 10% de los pacientes la sufren.
Ahora, un estudio realizado con 1,980 pacientes con COVID-19 en siete centros de Italia y España, que por meses fueron epicentro de la pandemia, sugiere que la respuesta estaría en los genes de un individuo.
La investigación, que está en lo que en la jerga científica se conoce como etapa de pre publicación, cuando todavía no ha sido revisada por colegas, halló que variaciones en dos puntos del genoma humano están asociadas con un mayor riesgo de falla respiratoria en pacientes con COVID.
Una de estas variaciones está vinculada al grupo sanguíneo de un individuo. Y, al parecer, tener sangre del tipo A genera un 50% más de riesgo de que el paciente con COVID necesite oxígeno o ser conectado a un ventilador.
Estudios realizados en China, en donde comenzó el brote del nuevo coronavirus en diciembre de 2019, también hallaron que este tipo sanguíneo estaba relacionado con casos más graves de la infección.
Esta teoría de los genes vinculados al coronavirus ya se había investigado con el que causó el brote del Sindrome Agudo Respiratorio Severo (SARS), en 2002.
En ese momento, científicos hallaron que las personas que portaban una variación de un gen llamado HLA podían presentar casos más graves de SARS.
¿Por qué estos hallazgos genéticos pueden ser importantes?
Cuando los investigadores descubren que una variación o mutación de un gen aumenta el riesgo de padecer o hacer más severa una enfermedad, abren la puerta para el desarrollo de medicamentos que contrarrestren este efecto.
Esta nueva generación de drogas podría actuar sobre genes específicos, lograr disminuir el riesgo o, por qué no, neutralizarlo.
Qué son y cómo funcionan los genes
The Humane Genome Project, la iniciativa científica que logró hacer un mapa de todos los genes que porta un ser humanos, explica que los genes son tan pequeños que ni siquiera son fáciles de ver bajo un poderoso microscopio: son millones de veces más finos que un pelo.
Cada tipo de gen porta una característica —llamada en la jerga médica traza— que heredamos. Por ejemplo, si los dos padres tienen ojos marrones, el hijo heredará la traza de ese color de ojos. Si la mamá tiene pecas, el hijo seguramente las tendrá. Por eso las personas de una misma familia se parecen: porque tienen una genética común.
Ese conjunto de genes se llama genoma. Y se heredan de los padres, no son algo que se puede adquirir luego de nacer.
Los genes se encuentran en estructuras con forma de spaghetti llamadas cromosomas. Cada persona tiene 23 pares de cromosomas: la mitad aportados por la mamá y la otra mitad por el papá. Son en total 46.
Los cromosomas están compuestos de ADN y funcionan "instruyendo" a las moléculas llamadas proteínas.
Cada gen tiene un trabajo específico en la compleja relojería que es un organismo humano, explica el Center for Genetics Education, justamente instruyendo a la proteína para que construya los huesos de una persona, para que esa persona se mantenga sana. Se estima que en un cuerpo humano actúan hasta 300,000 proteínas.
Hay trastornos como la anemia, la hemofilia o la fibrosis quística, y condiciones como el Sindrome de Down que ocurren cuando faltan (o sobran) genes, o los genes se alteran. Por eso, los científicos están avanzando en el campo médico de la terapia genética, para ver cómo los mismos genes pueden curar enfermedades.