La pérdida o reducción del olfato, temporal o crónicamente, fue una de las principales secuelas del COVID a principios de la pandemia.
Actualmente, existen diferentes investigaciones sobre este fenómeno, por lo que los expertos están aprendiendo más sobre cómo el SARS-CoV-2 afecta el olfato, y qué se puede hacer para recuperarlo.
Puntos clave
- Según muestran diferentes estudios, las nuevas variantes del SARS-CoV-2 son menos propensas a causar alteraciones en el olfato, como hiposmia o anosmia.
- La COVID puede afectar el olfato debido a que ataca las células de la nariz, llamadas sustentaculares, que proporcionan nutrientes y apoyo a las neuronas sensibles al olor.
- Para recuperar el olfato, los investigadores trabajan en diferentes tratamientos, como exposición a olores fuertes o uso de antiinflamatorios.
Al momento de hablar de trastornos del olfato, es necesario aclarar la diferencia que existe entre dos de ellos: hiposmia y anosmia. Ambas son alteraciones que afectan las estructuras nasales o cerebrales que transmiten el sentido del olfato, sin embargo, en la hiposmia se da una reducción del olfato, mientras que en la anosmia ocurre la pérdida total de la capacidad para oler.
Estos trastornos generalmente se deben a alergias, infecciones virales, pólipos nasales, traumatismos craneoencefálicos, anemia, u otro tipo de lesiones. A esta lista de posibles responsables, en 2020 se sumó una nueva causa: la COVID-19.
Durante el trascurso del contagio, era común que se registraran casos de anosmia y ageusia (pérdida del sentido del gusto), mientras que después de la infección, podían ocurrir casos de hiposmia.
Un estudio publicado en Otolaryngology-Head and Neck Surgery, realizó encuestas a más de 616.000 personas en EE. UU. que tuvieron COVID, y halló que, en comparación con aquellos que habían sido infectados con el virus original, las personas que habían contraído la variante Alfa (la primera variante de preocupación que surgió) tenían 50% de probabilidades de sufrir alteraciones en el sentido del olfato. Esa probabilidad se redujo 44% para la variante Delta (posterior a Alfa) y a 17% para la variante más reciente, Omicron.
Sin embargo, una parte significativa de las personas infectadas al principio de la pandemia aún experimentan efectos quimiosensoriales (alteraciones en el gusto y olfato). Según muestra un estudio publicado en Rhinology, que siguió a 100 personas que habían tenido casos leves de COVID-19 y a 100 personas que dieron negativo repetidamente, tras un año de las infecciones, el 46% de los que habían tenido COVID todavía tenían hiposmia.
Por el contrario, solo 10% del grupo de control había desarrollado alguna pérdida de olfato, pero por otras razones. Además, 7% de los que habían sido infectados tenían anosmia.
¿Por qué la COVID afecta el olfato?
A comienzos de la pandemia diferentes estudios señalaron que la COVID podía afectar el olfato debido a que el SARS-CoV-2 ataca las células de la nariz, llamadas células sustentaculares, que proporcionan nutrientes y apoyo a las neuronas sensibles al olor.
Desde entonces, diferentes investigaciones profundizaron en lo que sucede con las neuronas olfativas después una infección. Por ejemplo, en un estudio publicado en JAMA Neurology, un grupo de investigadores analizó tejidos del bulbo olfatorio en la base del cerebro, una región que transmite impulsos nerviosos que llevan información sobre los olores, de 23 personas que murieron por COVID y de un grupo control de 14 personas que fallecieron por otras causas y que no tenían coronavirus detectable al momento de su muerte.
Tres de los 23 pacientes con COVID habían perdido el sentido del olfato, cuatro tenían un olfato reducido, y dos habían perdido tanto el olfato como el gusto. Ninguno de los 14 pacientes del grupo control había perdido el olfato o gusto.
Tras comprarse los tejidos de los pacientes sin COVID-19 con los de las personas que se habían infectado con SARS-CoV-2, en particular con aquellos cuyo olfato disminuyó o que lo perdieron por completo, los expertos hallaron que el grupo con COVID mostraba una lesión vascular más grave y muchos menos axones (parte de las neuronas que transmite los impulsos eléctricos) en el bulbo olfatorio.
Esto no cambió cuando se controlaron estadísticamente otros factores, como el impacto de la edad, lo que sugiere que estos efectos no se relacionan con el envejecimiento y que, por la tanto, se vinculan con la infección con el SARS-CoV-2.
"Nuestros hallazgos sugieren que la infección con el SARS-CoV-2 en el epitelio olfatorio conduce a la inflamación lo que, a su vez, daña a las neuronas, reduce los número de axones disponibles para enviar señales al cerebro, y resulta en que el bulbo olfatorio se vuelva disfuncional", señaló la doctora Chang-Ying Ho, profesora asociada de patología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore, y autora principal de la investigación.
Otros estudios, como el publicado en Nature Genetics, señalan que este fenómeno podría deberse a una mutación genética en las personas con COVID, asociada a una mayor propensión a perder el olfato o el gusto.
Los expertos también destacan la necesidad de encontrar soluciones a este fenómeno, dado que la pérdida o reducción del olfato (o el gusto) a largo plazo puede provocar consecuencias graves para la calidad de vida:
- Aumentar el riesgo de enfermedades trasmitidas por alimentos.
- Problemas de apetito.
- Alteraciones involuntarias del peso.
- Inseguridad, problemas de autoestima e incluso dificultad para relacionarse con otras personas.
¿Cómo recuperar el olfato?
Actualmente, se están explorando muchos tratamientos para recuperar el olfato tras una infección por coronavirus, generalmente en pequeños ensayos clínicos. Sin embargo, todavía es muy pronto para afirmar la efectividad de alguno de ellos, por lo que lo único que la mayoría de los investigadores recomienda momentáneamente es que los pacientes entrenen su olfato.
Para ello, es necesario exponerse a sustancias de olor fuerte, con el objetivo de impulsar la restauración de la señalización olfativa. Existen investigaciones que trabajaron con la exposición a aceites esenciales de rosa, limón, eucalipto y clavo.
El problema de este tipo de tratamientos es que solo parecen funcionar en personas que tienen una pérdida parcial del olfato, es decir, solo podrían ser de ayuda para un tercio de las personas que experimentaron una interrupción quimiosensorial después de la COVID.
Se sabe que la COVID-19 desencadena una inflamación extensa, que podría desempeñar un papel en la alteración del olfato. Por ello, muchos investigadores están explorando el uso de esteroides, que reducen la inflamación. Otra posibilidad terapéutica es el plasma rico en plaquetas, a partir de la propia sangre de los pacientes, que posee bioquímicos que podrían inducir la curación.
Hasta contar con tratamientos aprobados por las autoridades sanitarias, se recomienda acudir a un especialistas si tras un mes de la infección por COVID no se recupera el olfato.
Existen recursos para rehabilitar el olfato o el gusto que consisten, por ejemplo, en oler un set de aromas comunes en diferentes concentraciones, probar comidas con distintas texturas o usar colores en la combinación de alimentos.
Fuentes consultadas: Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, JAMA Neurology, Nature Genetics, Organización Mundial de la Salud (OMS). Otolaryngology-Head and Neck Surgery, RhinologY.