El yodo es un oligoelemento esencial que nuestro organismo necesita pero no produce, por lo que debe incorporarse mediante la dieta. Si bien suele vincularse al buen funcionamiento de la glándula tiroides (donde se almacena entre 70 y 80% del yodo del organismo), mantener buenos niveles de este elemento puede prevenir distintas afecciones y brindar muchos beneficios.
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El yodo controla el funcionamiento de la glándula tiroides, que, a su vez, tiene una influencia significativa en los procesos metabólicos del cuerpo. Por ejemplo, ayuda utilizar de forma óptima las calorías, evitando potencialmente el almacenamiento excesivo de grasas. Otras funciones del yodo incluyen el buen desarrollo neurológico de los niños, y de los huesos y cerebro del feto durante el embarazo.
La ingesta diaria recomendada de yodo dependerá de la edad: bebés de hasta 6 meses deben consumir 110 microgramos (mcg), bebés de 7 a 12 meses 130 mcg, niños de 1 a 8 años 90 mcg, niños de 9 a 13 años 120 mcg, adolescentes de 14 a 18 años 150 mcg, adultos 220 mcg, mujeres o adolescentes embarazadas 220 mcg y mujeres o adolescentes en período de lactancia 290 mcg.
Cómo se obtiene
Existe suplementos dietéticos de yodo, aunque debes consultar a los especialistas antes de consumirlos. Puedes obtener yodo naturalmente de ciertos alimentos, como pescados (atún o bacalao), mariscos (almejas, ostras o langosta), algas marinas, productos lácteos, semillas, vegetales, frutas, y sal yodada. Un correcto consumo de este elemento se asocia a distintos beneficios:
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Glándula tiroides
Como señalamos, el yodo cumple un rol muy importante en el funcionamiento de la glándula tiroides, que secreta hormonas tiroideas que controlan la tasa metabólica básica del cuerpo. Si se reduce la producción de estas hormonas, lo que se conoce como hipotiroidismo, puede ocurrir una desaceleración general de todos los procesos corporales a medida que el equilibrio químico en el cuerpo se desvía.
Fortalece sistema inmunitario
Distintas investigaciones coinciden en que el yodo cumple un papel en la respuesta inflamatoria del organismo y actúa como antioxidante. Esto permite fortalecer el sistema inmunitario contra amenazas, como los radicales libres, moléculas inestables que dañan a las estructuras celulares sanas. Incluso existen asociaciones de correctos niveles de yodo con un menor riesgo de enfermedades crónicas.
Optimiza la energía
El yodo influye en la producción de hormonas responsables del control de la tasa metabólica básica del cuerpo. La tasa metabólica afecta la eficacia de los órganos y ciertos procesos vitales, como los ciclos del sueño. También interviene en la transformación de calorías en energía utilizable, manteniendo niveles óptimos para desarrollar todo tipo de tareas esenciales.
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Anticancerígeno
Ciertas investigaciones hallaron una reducción de las células cancerosas, incluso casos de apoptosis (muerte celular automática) tras realizar inyecciones con yodo. Si bien los expertos creen que esto es prometedor y luego las células dañadas pueden reemplazarse por otras sanas, la evidencia científica aún es insuficiente, por lo que se requieren más estudios.
Elimina toxinas
Otro caso del que se dispone poca pero prometedora información es el de las propiedades antibacterianas del yodo. Los investigadores sostienen que podría resultar útil para eliminar desde toxinas biológicas hasta químicos tóxicos. La mayor parte de la evidencia sobre este beneficio proviene de estudios sobre la Helicobacter pylori, una bacteria que produce infección estomacal.
Cuida el cabello y la piel
Al ser un componente fundamental en la producción de la hormona tiroidea, los niveles óptimos de yodo refuerzan el folículo, favoreciendo el crecimiento del cabello. También se lo vincula con una piel más elástica y brillante, e incluso con dietes más fuertes, ya que, por sus propiedades antibacterianas, se cree que puede prevenir la aparición de caries.
Una deficiencia de yodo puede afectar seriamente al organismo. Entre sus principales síntomas se halla: bocio (agrandamiento de la glándula tiroides), reducción de la producción de hormona tiroidea e hipotiroidismo, crecimiento infantil atrofiado y discapacidad intelectual, fatiga, estreñimiento, aumento anormal de peso, problemas de fertilidad, y piel seca.
Sobredosis
Al igual que puede ocurrir una deficiencia de yodo, existe el riesgo de sobredosis, siempre por una ingesta excesiva de suplementos dietéticos. Esto ocurre cuando se consumen más de 2000 miligramos. Entre las principales consecuencias se encuentra un mayor riesgo de cáncer, trastornos renales y problemas durante el desarrollo fetal. Antes de comenzar a tomar suplementos, consulta a un médico.
Fuentes consultadas:
Base Exhaustiva de Datos de Medicamentos Naturales, Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Institutos Nacionales de la Salud, Oficina de Suplementos Dietéticos, Instituto Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa.
