Si te sientes sin energía para empezar el día, o al mediodía ya crees que no puedes más con la carga de tus actividades, es hora de que revises algunos hábitos que podrían estar robándote la vitalidad. Y tal vez puedes hacerle frente al agotamiento con cambios simples que están a tu alcance.
1. Comes mucha comida chatarra
Por falta de tiempo y el ritmo que llevas, quizá te resulte cómodo saciar el hambre con patatas fritas o snacks salados. O crees que una hamburguesa puede ser un almuerzo. Pero deberías decir “no gracias” a estas opciones: necesitas alimentos nutritivos para poder tener plena energía.
Solución: balancea tu dieta
Debes incluir frutas, verduras, lácteos descremados, carnes blancas y pocas carnes rojas, pescado, cereales integrales y frutos secos. La Universidad William Paterson, en New Jersey, clasificó los 10 súper alimentos que cubren la necesidad diaria de energía: berro, col china, acelga, hojas de remolacha, espinacas, endibias, lechuga, perejil, lechuga romana y col silvestre.
2. Duermes poco
Tal vez te resulte obvio, pero dormir bien en la noche es vital para sentirse renovado y con energía durante todo el día. Quizá te vas a la cama temprano pero te entretienes hasta altas horas con un dispositivo o la TV. Debes tener en cuenta que el sueño es reparador y a la vez, necesario para el buen desempeño de todas las funciones vitales.
La Fundación Nacional del Sueño halló que en EE. UU. y otros países desarrollados, el uso de dispositivos en la noche provoca insomnio porque desajusta el reloj biológico interno. Por eso aconseja no llevarlos al dormitorio, y además, aconseja ir a dormir siempre a la misma hora y no hacer ejercicio en las 2 horas anteriores.
La escasez de algunos minerales esenciales en la sangre puede provocar una sensación de agotamiento persistente. Por ejemplo, la anemia, se da en algunas personas por llevar una dieta que no contiene suficiente hierro, ácido fólico o vitamina B 12; también la falta de potasio puede provocar fatiga.
Los alimentos ricos en hierro son las aves, frutas secas y frijoles, los huevos, mariscos y la espinaca. Y en potasio, el brócoli, los champiñones, espinacas, lechugas, papas blancas, frijoles, guisantes, tomates, frutas secas, bananas, naranja, melones, albaricoques, higos, y peras. Aunque si crees que te faltan estos nutrientes, recurre al médico.
Aunque creas que la actividad física podría agotarte, sucede todo lo contrario. Se ha comprobado que al ejercitar se liberan endorfinas, las hormonas relacionadas con la felicidad, las mismas que liberas al estar enamorada/o. Muchos los estudios que avalan esta teoría: mientras más te muevas, mejor te sentirás, con más plenitud y menos estrés.
La Asociación Americana del Corazón recomienda a las personas adultas realizar por lo menos 150 minutos de actividad aeróbica de intensidad moderada o 75 minutos de actividad aeróbica vigorosa el fin de semana. Pero si no te simpatiza el gimnasio, sal a caminar, arregla las plantas, prueba de andar en bicicleta o elige una disciplina deportiva.
5. Tomas demasiado alcohol
Si crees que una copa te ayudará a descansar, no lo hará, más bien, ejercerá el efecto contrario. Una investigación de 2013 de “The London Sleep Centre” muestra que si bien el alcohol hace que uno se duerma más rápido, altera por completo la segunda etapa del sueño, lo que perjudica el descanso y provoca fatiga al día siguiente.
Solución: mejor toma un té
Cambia la copa por una cálida taza de té: se ha probado que algunas infusiones tienen la virtud de ayudar a relajar, como la valeriana y la tila, o la lechuga. El otro recurso natural para dormir mejor es un vaso de leche tibia. Según un estudio de Noruega, la leche contiene una hormona llamada melatonina, que se relaciona con el sueño profundo.
6. Consumes mucha cafeína
Todo lo que afecta el descanso, influye en tus energías. La cafeína es un estimulante muy poderoso que altera el sistema nervioso, produce excitación e influye en el sueño. La contienen el café, el té, las sodas y el chocolate. Solución: evita consumirla en las 6 horas anteriores a irte a la cama. Y durante el día, reemplaza el café por el té verde.
7. Tienes estrés
El estrés es la respuesta del cuerpo al cambio, que libera adrenalina (una hormona) que causa que la respiración y el ritmo cardíaco se aceleren y aumente la presión arterial. Cuando el estrés es constante (crónico) y tu cuerpo se mantiene acelerado, se alteran todas las funciones vitales, por eso, si es tu caso, te sentirás con gran fatiga.
Solución: relájate
Ideas sencillas que bajan el estrés: 1) Aprende a manejar tu tiempo. 2) Encuentra mejores maneras de sobrellevar las situaciones. 3) Cuídate bien, tratando de descansar lo suficiente. 4) Aliméntate bien. 5) No fumes y limita el alcohol. 6) Aprende a decir “no”. 7) Expresa tus emociones. 8) Pide ayuda a tus amigos o familia.
8. Quizá no te diviertes
Está muy relacionado con el estrés, pero tiene que ver con tu tiempo libre. Los expertos en salud aconsejan respetar el tiempo individual de recreación y descanso. La suma de horas laborales y la falta de tiempo de diversión producen estrés, y a la larga, se resentirá la salud, ocasionando males que tarde o temprano se deberán enfrentar, como el agotamiento crónico.
Solución: Equilibra tu vida
Mantén un horario de trabajo y personal razonable, delegando tareas que no puedes asumir, y no descuides las relaciones con familiares y amigos, ni dejes de lado las distracciones, reuniones y pasatiempos. La Asociación Americana de Psicología (APA) aconseja dedicar al menos 15 minutos diarios al pasatiempo favorito.
9. Estás deprimida/o
Si tus sentimientos de cansancio están acompañados por la tristeza y la pérdida de apetito, o si simplemente no puedes encontrar ningún placer en las cosas que antes disfrutabas, podrías estar padeciendo depresión. No es lo mismo estar fatigado que estar deprimido: en este caso, necesitarías una ayuda profesional para enfrentar el problema.
10. Padeces alguna enfermedad
Muchas veces no es culpa de los hábitos, sino que tal vez tienes un problema de salud que desconoces. Algunas enfermedades que provocan fatiga son la artritis, anorexia, cáncer, diabetes, insuficiencia cardíaca, fibromialgia, enfermedad renal o hepática y desnutrición, o infecciones como el VIH/sida y la tuberculosis.