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Remedios tradicionales para tratar a los niños
Por HolaDoctor
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Al norte de la Ciudad de México, cerca del pueblo de San Juan de Aragón, vive María Rivera, de 69 años, quien se ha dedicado desde hace muchos años a curar niños de empacho, espanto, cuajo torcido y otros numerosos males. Ella compartió con nosotros algunos de sus secretos y nos explicó en qué consisten estos males y cómo pueden tratarse.
La señora Rivera nació y creció en el pueblo de Tetela de Ocampo, en el estado de Puebla, México, donde aprendió a curar gracias a su abuela, quien a decir de María poseía un don para sanar. "Ella sabía curar muy bien, era partera, huesera y siempre se dedicó a curar niños y mujeres", comenta.
María empezó a curar niños a los 17 años, poco después de tener a Guadalupe, la primera de siete hijos. "Cuando tuve mis niños, entonces empecé a curar, porque fue cuando vi los problemas en mis propios hijos, antes yo sólo le ayudaba a mi abuelita, pero yo no curaba", narra María.
Algunos años después, la señora Rivera y sus hijos se mudaron a la Ciudad de México. "Desde que llegué, he trabajado de muchas cosas, pero nunca he dejado de curar cuando me lo piden: si yo sé hacerlo, es mi deber ayudar a los pequeñitos cuando lo necesitan", asegura María, quien actualmente vive con una de sus hijas más pequeñas, Luz María, de 37 años, y con su nieta, de cuatro meses.
Cólico
Éste es uno de los problemas más comunes en niños, y de acuerdo con la señora Rivera, "El cólico le da a los niños cuando no les cae bien la leche de la mamá, entonces se inflaman y lloran muy fuerte, porque les duele la pancita; también se puede dar porque tragan aire, cuando maman o cuando toman la mamila".
"Hay muchas formas de curar el cólico, yo lo curo con un té de perejil, aunque casi nadie lo cura así. Le doy el té al niño, y luego le pongo [en el abdomen] una cataplasma de hierbas molidas: perejil, ruda, romero y santamaría (Tanacetum parthenium), lo vendo y se queda dormido, y se cura", explica María.
"Las lombrices se les hacen a los niños por comer mucho de una cosa, por ejemplo, mucho pan o mucha tortilla, todo eso hace lombrices", explica María. "Uno puede saber que el niño tiene lombrices cuando ronca mucho o porque duerme con los ojos abiertos, además de que les da diarrea, se les inflama mucho la panza y dejan de comer".
Según María, para deshacerse de las lombrinces, se debe tomar leche en la que se hayan puesto a hervir epazote y hierbabuena. "Pero el niño no puede oler el remedio; cuando se prepara, el niño debe estar lejos, y luego se lo debe tomar con la nariz tapada, porque si lo hule las lombrices se esconden y ya no le hace efecto", destaca.
"Cuando un niño se cae o lo sacuden, se le puede torcer la tripita del estómago [esófago], entonces ya no le pasan los alimentos, y el niño deja de comer y se empieza a poner pálido, le dan calenturas y se pone muy llorón también", explica la señora Rivera.
"La torcedura del cuajo se cura con sobadas: hay que ver para dónde se torció el estómago y acomodarlo; también hay que sobarles las piernas, porque se les desnivelan", comenta María. "Luego de la sobada, hay que fajar al niño con una cataplasma de romero, ruda y santamaría".
Luego de que el niño fue sobado, la señora Rivera comenta que, durante los primeros dos o tres días no debe comer más que caldo de pollo y tortilla tostada, "Después, poco a poco, se le van dando más cosas: verduritas o pollito deshebrado, hasta que pueda volver a comer bien", apunta.
Según la señora Rivera, "El empacho se da cuando el bebé o el niño comen cosas que se les pegan en el estómago o en los intestinos, como pan, galletas o chicle, o también cuando comen mucho o muy rápido". En estos casos, comenta, el niño deja de comer, le da diarrea y se le inflama el abdomen.
El remedio tradicional contra el empacho consiste en "tronarlo": "Primero hay que sobarle al niño la pancita y luego la espalda, con pan puerco; luego de sobarlo, hay que jalarles la piel de la espalda hasta que truene. Se les jala desde arriba [cerca de la nuca] hasta abajo [la zona lumbar], y se truena todas las veces que se pueda, para que se les despegue todo lo que traigan", detalla María.
El pan puerco es un ungüento tradicionalmente preparado con manteca de cerdo combinada con diversas sustancias, como carbonato, raíz de manzanilla, raíz de jalapa (Ipomoea purga) y aceite esencial de clavo. Este ungüento es fácil de conseguir en las farmacias, sin embargo, ya no se fabrica con manteca, sino con vaselina u otras sustancias grasas.
Mollera sumida
"La mollera se sume cuando el niño se cae o cuando lo sacuden o lo mueven muy fuerte; también se le puede caer si se enferma o si está empachado. Cuando se les cae, los niños empiezan a tener diarrea, vómitos y fiebre", comenta la señora Rivera.
María comenta que, para levantar la mollera hay que succionar la cabeza del niño en la parte caída: "Se les pone una cataplasma de chocolate con agua y se les chupa, para que suba la mollera, y luego se pone al niño de cabeza, tomándolo por las piernas, y se le pega en las plantas de los pies".
Mal de ojo
El mal de ojo es más una enfermedad más espiritual que física, y a decir de la señora Rivera, "Se da cuando alguien con 'mirada fuerte' ve al niño, y su mirada le hace daño", asegura. Tradicionalmente, se considera que la mirada puede transmitir emociones negativas, como la envidia o la ira, que pueden dañar al niño, causándole diversos padecimientos.
"Los niños con mal de ojo son muy llorones, les da mucha fiebre, vómitos, diarrea y hasta les pueden dar convulsiones, yo he visto muchos niños con ojo y se ponen muy mal", asegura María. Para tratarlos, la señora Rivera les hace una limpia con hierbas y un huevo.
En general, en los mercados, venden ramos ya listos con diversas hierbas para limpiar a los niños, y suelen contener saúco, albahaca, ruda, estafiate (Ambrosia artemisiifolia), romero y pirul (Schinus molle). Además de este ramo, María recomienda incluir en los elementos de la limpia un chile jalapeño y un huevo de gallina.
Para absorber el mal
"Al niño se le va a limpiar pasándole el huevo por la cabeza y el cuerpo, formando cruces: una cruz en la frente y una en el pechito, y luego se le frotan los ojos con el huevo, suavecito, y lo mismo se hace con el ramo. Además, durante la limpia se le reza un Padrenuestro. Al final, el huevo se rompe adentro de un vaso de agua y las hierbas van a tirarse lejos", explica María.
Para evitar el mal de ojo, mucha gente recurre a diversos amuletos, por ejemplo, el ojo de venado o escapularios con imágenes religiosas. Tradicionalmente se considera que los amuletos absoberían la mala energía de la mirada de la gente, imidiendo que dañe al bebé.
Al curandero, lo que es del curandero
De acuerdo con María, el mal de ojo no es un problema que pueda tratar el médico: "Los doctores no creen en el mal de ojo, no creen que exista, y por eso no pueden curarlo, porque van a decirte que el niño tiene otra cosa, pero aunque le vacíen la farmacia no lo van a curar, porque esto sólo se alivia con una limpia".
"Pues como su nombre dice, este mal se da cuando el niño se asusta muy fuerte por alguna cosa quevio o que le haya pasado, como un accidente, por ejemplo", explica María. "Cuando un niño tiene espanto, se asusta por todo y se va poniendo pálido, además tiene pesadillas, no puede dormir y se le va el hambre".
El espanto, como el mal de ojo, se cura con una limpia, sin embargo, en este caso, las hierbas son distintas: "Se consiguen toronjil, ruda, romero, flores blancas y flores rojas, y con eso se limpia al niño, y se le reza un Padrenuestro o un salmo", explica la señora Rivera.
Además de la limpia, los niños deben ser tratados con espíritus de tomar y de untar, sustancias aromáticas fabricadas a partir de aceites esenciales de toronjil, albahaca, romero, lavanda y mirto, entre otros. Los espíritus de tomar se le dan al niño disueltos en una taza de infusión de toronjil, mientras que los espíritus de untar se aplican formando cruces en todas las articulaciones.
"No se puede ir con cualquier persona para que cure a un niño: mucha gente dice que lo cura, pero en realidad no saben curar y dejan a los niños peor que cuando los recibieron", advierte María. "Para ir con un curandero, alguien de confianza te lo debe recomendar, así es más seguro; además, hay que preguntarle bien qué le va a hacer al niño".
Un tradición cada vez más escasa
Las mujeres como María, que se dedican a curar niños, cada vez son más escasas: las madres jóvenes cada día creen menos en las enfermedades y remedios tradicionales, por lo que recurren más a la medicina convencional y no a las curanderas. "Pues eso está mal, porque luego las señoras no saben qué tiene su hijo, no se dan cuenta que está espantado o que tiene ojo, y lo llevan al médico, pero el médico no lo puede curar, y el niño sólo empeora. Yo creo que la gente debería conocer más de estos remedios", comenta María.