Un grupo de investigadores y de padres que aseguran que sus hijos desarrollaron el autismo después de recibir una vacuna difundieron un estudio que demostraría que el gobierno avalaría el vínculo entre las vacunas y el autismo al indemnizar a las familias de las víctimas.
La relación entre ciertas vacunas y el autismo ha dado un giro inesperado al revelarse el pago del Gobierno a las familias de niños con problemas cerebrales como consecuencia de una vacuna. Según un grupo de investigadores y de familiares de los damnificados, la misma información del Gobierno demostraría este vínculo.
Los directores del “Elizabeth Birt Center for Autism Law and Advocacy” (EBCALA, por su sigla en inglés) y los padres involucrados organizaron una conferencia de prensa en las escalinatas de la Corte Federal de Apelaciones, en Washington, para entregar el estudio "Preguntas no respondidas del Programa de Compensación de Daños por vacunas: una revisión de los casos compensados de daños cerebrales inducidos por las vacunas", realizado por Mary Holland, Louis Conte, Robert Krakow y Lisa Colin, de la Pace Law School, de la Universidad Pace, New York.
Puntos clave
- El gobierno habría recompensado a 2,500 familias, debido a los daños cerebrales provocados por las vacunas
- La primera vez que se vinculó al autismo con las vacunas fue en 1988
- Desde 1998 el gobierno tiene un programa de recompensas para los padres de los niños que han sufrido consecuencias después de ser vacunados
El debate acerca del autismo y las vacunas no es algo nuevo. De hecho, ya lleva más de 20 años. Pero ahora, se ha agregado un nuevo elemento al debate: el Programa de Compensación por Daños de las Vacunas.
Este programa ha otorgado compensaciones a las familias de los niños con daño cerebral, convulsiones y autismo como consecuencia de una vacuna.
La investigación, a la que hacen referencia las organizaciones defensoras de los derechos de los niños perjudicados y los padres, descubrió una cantidad sustancial de niños que fueron indemnizados por los daños provocados por las vacunas, incluyendo el autismo. Según este estudio, el autismo es tres veces más prevalente en niños que sufrieron daños a causa de las vacunas, que en la población en general.
“Este estudio muestra la conexión significativa entre los daños de las vacunas y el autismo. Es tiempo de que nuestro gobierno trate este asunto como la emergencia que es y que deje de tratar de esconder este problema debajo de la alfombra. Ningún otro niño debería sufrir lo que sufrió mi hija. Los niños de América merecen algo mejor”, expresó la Dra. Sarah Bridges, madre de una niña autista que fue recompensada.
Según un comunicado del EBCALA, el gobierno recompensó a alrededor de 2,500 reclamos de daños producidos por vacunas.
El Programa Nacional de Compensación por Daños de Vacunas (VICP, por su sigla en inglés), creado en 1988, cubre las vacunas: difteria, tetanus, tos ferinA, sarampión, paperas, rubéola, polio, hepatitis B , Haemophilus Influenza tipo B, varicela, rotavirus y neumococo conjugadas.
La primera denuncia contra las vacunas
En 1998, el médico británico Andrew Wakefield había publicado un estudio en “The Lancet” que vinculaba el autismo infantil con la vacuna triple viral (sarampión, rubéola y parotiditis).
En enero de 2011, la revista British Medical Journal (BMJ) publicó un artículo en donde se refería al estudio de Whitfield como un “trucaje elaborado”. Según la publicación, el polémico estudio había sido realizado con una muestra de apenas 12 niños.
La negación del gobierno
En los Estados Unidos, alrededor de 5,000 familias reclamaron a la justicia luego de que sus hijos fueran diagnosticados de autismo posteriormente a haber sido vacunados.
El caso posiblemente más difundido fue el de William Mead, un niño que comenzó a desarrollar síntomas de autismo, seis meses después de recibir la vacuna triple viral a los dos años.
Según los padres, esa vacuna contiene un producto conservante, el timerosal, que podría ser la causa del autismo en los niños. Además, encontraron que los niños tenían altos niveles de mercurio en el cerebro.
Cada año, 36,500 niños que nacen en los Estados Unidos son diagnosticados con algún desorden del espectro autista (ASD, su sigla en inglés). Se estima que el 13% de los niños tiene un trastorno del desarrollo, que incluye desde incapacidades leves como deterioros del lenguaje o el habla hasta discapacidades más serias, como problemas intelectuales, parálisis cerebral y autismo.