Según el informe publicado en la revista científica Pediatrics, más del 20% de los niños de 2 a 6 años resultaró ser comensales selectivos o quisquillosos. El estudio realizado por profesionales de la Universidad de Duke recolectó información de más de 900 niños y dio seguimiento durante dos años a unos 187.
"Estos niños que evaluamos no son los niños a quienes no les gusta el brócoli o que no tocarían un tomate. No se trata de niños que desafían la autoridad y se rebelan, que no están comiendo lo que sus padres les da dan comer tan solo porque sí. Se trata de niños que están pasando por una serie de problemas psicológicos y esta puede ser una manifestación", explicó la psicóloga Nancy Zucker, una de las autoras principales del estudio, quien es además directora del Centro Duke para trastornos alimenticios.
Puntos clave
Según la investigación mencionada, del 21% de los niños identificados como quisquillosos, cerca de un 18% resultó ser "moderadamente quisquillosos", lo cual significa que sólo comen de una cantidad limitada de productos alimenticios. Estos niños a menudo comen en su casa y llevan su propia comida cuando salen a cenar afuera de la casa.
Otro grupo de niños dentro de los que comían selectivamente o quisquillosos, el 3% de la población identificada como tal, resultó ser severamente selectivo en su alimentación, lo cual llegaba incluso a limitar su capacidad para comer fuera de casa, lo cual complicaba mucho la situación de la familia a la hora de comer.
Los padres, que a menudo tratan de hacer que sus hijos coman, también reportaron que se sentían juzgados y criticados por sus hijos quisquillosos con la comida, dijo Zucker.
Lo importante de esta investigación es que resalta que los problemas y caprichos con la comida pueden ser vistos como una pista o alerta de otros problemas de salud, dicen los expertos.
Los psicólogos estudiaron luego ciertas características mentales de estos niños y encontraron que los niños con una alimentación moderada o severamente selectiva eran casi dos veces más propensos a sufrir de ansiedad a lo largo del período de seguimiento de dos años del estudio.
"Esto demuestra que para algunos niños, que el ser selectivo con la comida es más que ser quisquilloso, sino más bien que sufrían un rasgo de personalidad que hay que estudiar...los padres deberían ser un poco más comprensivos con sus hijos y no alimentarlos por la fuerza", explicó la pediatra Jennifer Shu, otra de las autoras del estudio llamado "Las peleas por comida: cómo superar los desafíos nutricionales con humor, entendimiento y una botella de ketchup".
Lo que los expertos detectaron es que los padres se sentían desafiados y juzgados por sus hijos cuando ellos no querían comer la comida que tenían prevista y que lejos de ser un problema individual, el hecho de que los niños muestren ciertos hábitos alimenticios particulares deben ser vistos como reflejo de un problema individual.
"Es más sencillo identificar a un comensal caprichoso que a un niño con un desorden mental", explican los expertos.