Neysi Pérez tenía 16 años, estaba embarazada de dos meses, y se había casado recientemente. Pero lo que mostró un video en el programa de Univision Primer Impacto estaba muy lejos de esa historia de vida.
La imagen mostró al marido de Neysi y otros familiares, quienes estaban desenterrando con sus manos el cuerpo de la joven al escuchar gritos que provenían de su tumba, a un día de su sepelio, en el Cementerio La Entrada, en la ciudad hondureña de Copán.
Al parecer, lo que se calificó como una muerte a causa de un ataque cardíaco —todos creyeron que Neysi había colapsado tras escuchar disparos— fue en realidad un estado catatónico conocido como catalepsia, durante el cual los signos vitales desaparecen y el cuerpo se vuelve rígido, la piel quebrada, dando la idea equivocada de que la persona murió.
Lo que halló el marido de Neysi al sacar el ataúd fue digno de una película de terror. El cristal del féretro estaba roto y la joven tenía golpes en la cara y los dedos destrozados por tratar de abrir el ataúd. La llevaron al hospital pero no logró sobrevivir a ese día de pesadilla, bajo tierra.
Aquí en Estados Unidos, el tiempo entre que se declara una muerte y el entierro es de aproximadamente una semana. Crónicas del siglo XIX revelan que esta práctica, vinculada también a creencias religiosas, tiene que ver con detectar a tiempo cualquier muerte falsa. En la mayoría de los países de Latinoamérica, sin embargo, la persona muere, se realiza el velorio y se la entierra al día siguiente, como fue el caso de Neysi.
De acuerdo con la definición del Merriam-Webster Medical Dictionary, la catalepsia es "un estado de trance con pérdida de la conciencia (como ocurre en la esquizofrenia catatónica) marcada por la pérdida del movimiento voluntario y por una postura rígida, en la que los miembros permanecen en la posición en la que se los coloca...".
La ciencia es esquiva a la hora de definir la catalepsia, una condición que parece estar en el borde de la realidad médica y el mito popular. Si bien hay casos documentados, pocos han sido comprobados y muchos se han confundido con episodios de epilepsia.
De hecho, las descripciones más vívidas sobre episodios de catalepsia forman parte de la narrativa del escritor Edgar Allan Poe. En su cuento "The Premature Burial" (El entierro prematuro), el autor que vivió en Baltimore compila casos de personas enterradas vivas, en los que la ciencia no pudo explicar cómo la vida de estas personas se detuvo por horas e incluso por días.
En un artículo publicado en 1876 en The British Journal of Medicine, el doctor George Savage, del Bethlem Royal Hospital, describe a la catalepsia no como un episodio neurológico aislado, sino como una reacción recurrente en pacientes psiquiátricos que sufren de esquizofrenia, histeria y hasta melancolía.
Otro caso de catalepsia, el de Cornelius Vroomer, un granjero de Nueva York, se documentó en 1853 en The New England Journal of Medicine.
El artículo "Epilepsy and Catalepsy in Anglo-American Literature between Romanticism and Realism: Tennyson, Poe, Eliot and Collins", publicado en el Journal of the History of Neurosciences en 2000, recopila el interés de los escritores románticos en las historias de catalepsia.
Hoy, en el siglo XXI, estos casos y otros, como el de Neysi Pérez siguen desafiando la lógica científica.