Desde hace más de 10 años, cerca de 30,000 visitantes se acercan a la ciudad china de Guangzhou, al sur del país. Es para participar en el Festival de la Cultura Sexual, donde se pueden ver y tocar todo tipo de muñecas y juguetes sexuales. El evento no difiere de una feria mundial de maquinaria agrícola o libros, donde asisten muchos mayoristas y comerciantes en busca de novedades, ya que China es el principal fabricante mundial de artículos relacionados con la sexualidad.
Paradójicamente, el país condena la desnudez y el erotismo, pero sin duda la medida es solo puertas adentro. Es que hay un evidente guiño de complicidad por parte de las autoridades, ya que cada año la industria del sexo le reporta al país un ingreso millonario.
Durante los días de feria hay exhibiciones de pole-dance, desfiles de modelos en ropa interior, y un gran despliegue de todo tipo de juguetes sexuales para hombres y mujeres. También se vende lencería erótica, objetos fetichistas como látigos, esposas y antifaces y preservativos de toda forma y color . Pero las vedettes de la feria son sin duda las muñecas de silicona (ver abajo imagen de Grosby Group), que los visitantes pueden tocar, oler y palpar a gusto, como si estuvieran eligiendo una novia de carne y hueso.
Gran parte de los juguetes y muñecas sexuales desembarcan cada año en los Estados Unidos. Y un artículo publicado por The National Women’s Health Network (NWHN), afirma que hay una especia de demonización de este tipo de productos.
La FDA autoriza la venta de algunos juguetes sexuales “enmascarados” bajo el nombre de dispositivos médicos. Tal es el caso de los productos obstétricos y ginecológicos para tratar disfunciones sexuales o mejorar el piso pélvico. Para mencionar uno, el Entrenador del piso pélvico BIA (imagen abajo - Bia Health) promete fortalecer y mejorar el tono de los músculos pélvicos. Se logra con un artefacto de silicona que se inserta en la vagina y mediante impulsos eléctricos produce las contracciones del ejercicio kegel. Esto ayudaría a reducir el severo estrés que supone tener una incontinencia urinaria. ¿Pero será solo esa su función?
Un artículo del Berkeley Journal of Gender, Law & Justice, informa que en EE.UU., la mitad de los hombres y más de la mitad de las mujeres heterosexuales han utilizado alguna vez un vibrador. Y es un hábito frecuente en cerca de un 70% en la comunidad de gays y lesbianas. Hay datos que aseguran que cada año, se gastan al menos $500 millones de dólares en juguetes sexuales.
Lo que argumentan los consumidores es que el 70% de los juguetes sexuales están realizados con plásticos que contienen peligrosos tóxicos como el ftalato. Y si bien hay regulaciones que prohíben su uso en juguetes infantiles, no hay medida que alcance a los de adultos. Tampoco se regulan aspectos como el diseño o el embalaje engañoso, tal como ocurre con los artículos que no entran en el espectro sexual.
Cada año, llegan a las guardias de emergencia miles de pacientes por complicaciones causadas por juguetes sexuales. Muchos acuden por lesiones o contratiempos debidos a defectos de diseño, o con shock emocional o reacciones alérgicas a los materiales con que están fabricados.
Es por eso que muchas asociaciones de consumidores como la NWHN exigen que tanto la FDA como la Comisión para la Seguridad de los Productos de Consumo de los Estados Unidos (U.S. Consumer Product Safety Commission, o CPSC por sus siglas en inglès) tomen cartas en el asunto. Lo que piden es protección y regulación para el uso de juguetes sexuales, cuyo uso, aunque no se quiera admitir, es mucho más habitual de lo que se supone.