Esta facultad de guardar riqueza mental, por decirlo de alguna manera, sería la “reserva cognitiva”, el término los científicos utilizan para describir el grado de la habilidad del cerebro para resistir el envejecimiento y ciertas enfermedades degenerativas que lo afectan.
La idea de que dicha capacidad podría existir tiene su origen en un sorprendente descubrimiento de hace casi 25 años, cuando los cerebros de 137 ancianos se disecaron después de su muerte. Se estudió por qué algunos ancianos resistían más que otros el avance del Alzheimer.
Los neurocientíficos de la Universidad de California, San Diego, informaron que los sujetos cuyas habilidades eran menos afectadas por la enfermedad de Alzheimer eran aquellos con grandes cerebros y con un mayor número de neuronas, evidencias que sugieren que el hecho de mantener activo el cerebro había sido clave en mantener el tamaño del mismo.
Desde entonces, la idea de que una profunda reserva cognitiva ofrece protección, ha recibido el apoyo de muchos investigadores médicos y científicos.
Por ejemplo, las investigaciones sobre el bilingüismo realizadas por Ellen Bialystok, de la Universidad de York, en Toronto, ha demostrado que hablar de más de un idioma demora el inicio de los síntomas de Alzheimer por un promedio de cinco años.
Bialystok afirma la importancia del ejercicio mental durante que requiere el hecho de hablar varias lenguas: el recordar qué palabra pertenece a cada idioma, ayuda a las personas bilingües a aumentar sus reservas cognitivas.
Ahora, un nuevo estudio sugiere que la actividad mental puede contrarrestar los efectos no sólo de enfermedades degenerativas del cerebro, sino también del envejecimiento normal de éste por el paso de los años.
En un artículo publicado recientemente en la revista Neurobiology of Aging, Nina Kraus y sus colegas de la Universidad de Northwestern, en Illinois, midieron la capacidad de personas para responder con rapidez y precisión a los sonidos que escuchaban.
Algunos de los participantes del estudio eran jóvenes adultos de hasta 32 años, mientras que otros eran de entre 46 y 65 años de edad; algunos eran músicos experimentados y otros no.
Y el estudio encontró que las personas de mediana edad que eran músicos, y que habían pasado décadas perfeccionando su arte, superaron no sólo a sus pares no músicos, sino también a los músicos más jóvenes, en calidad y rapidez de las respuestas.
La conclusión es que el rigor mental que se requiere para la práctica de la música actuó eficazmente como antídoto contra el envejecimiento, manteniendo el sistema nervioso joven.