Ser una figura del espectáculo no sólo representa tener fama y mucho dinero, sino también credibilidad. Cuando se trata de temas de salud, en ocasiones ellos son los primeros en hablar, y a pesar de tener la razón o no, sus admiradores y el público en general toman lo que dicen como una verdad absoluta. Pero, ¿por qué seguimos esta conducta?
Puntos clave
- Varios artistas han influenciado a muchas personas en temas médicos.
- Sin embargo, lo que ellos aseguran podría ser peligroso para tu salud.
- Un estudio reciente revela que el responsable de todo esto es el cerebro.
Una investigación podría sacarnos de esta incógnita. Miembros de la Universidad de McMaster en Ontario se dieron a la tarea de revisar más de 200 años de datos históricos, en los que se incluyen economía, marketing, psicología, sociología y estudios médicos, y llegaron a la conclusión que algo más profundo que las normas culturales está en juego.
El análisis, que apareció publicado el 17 de diciembre en la revista BMJ arrojó que las celebridades toman un papel importante en la educación del público sobre los temas de salud.
De acuerdo con Steven Hoffman, autor del informe y profesor asistente de epidemiología clínica y bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad de McCaster, existen casos loables, como el del actor Michael J. Fox o Elton John quienes han hecho conciencia sobre temas relevantes como la enfermedad de Parkinson y el VIH-SIDA respectivamente.
Sin embargo, hay otros ejemplos en donde los artistas lo único que consiguen es preocupar a la mayoría de los médicos. Tal es el caso de la actriz Susan Somers, quien en los últimos años ha impulsado un asesoramiento sobre la terapia hormonal, con una técnica no aprobada que pone en juego la posibilidad de desarrollar cáncer.
Las razones por las que una persona común puede dejarse influenciar por una estrella se debe, de acuerdo con Hoffman, a que “existen fuerzas biológicas, psicológicas y sociales profundamente arraigadas”. Dichas fuerzas incluyen efectos psicológicos como el condicionamiento clásico, la auto-concepción, disonancia cognitiva, el efecto halo y el comportamiento gregario.
Por ejemplo, bajo el efecto del halo el cerebro tiende a confundir el éxito en un campo en específico y podría confundir los logros que ha tenido Susan Somers en la actuación, por ejemplo, al vincularlos a otros campos, incluidas las de promoción médica, donde no está del todo familiarizada.
Otro factor que influye es la autoconcepción, en donde la gente, al asumir los rasgos positivos que ha asignado a la celebridad, suele aplicarlos también a las causas que la estrella esté apoyando.
Y aunque en algunas ocasiones las labores que apoyen los artistas o los consejos que brinden no sean malos, deberían de tomarse en cuenta los riesgos médicos a los que podría caer el público, pues la credibilidad que tiene éste, hacia el medio artístico es sumamente elevada.
Para comprobar esto, revisaremos el ejemplo de la ex conejita de Playboy Jenny McCarthy, quien hace unos años causó polémica al afirmar que el autismo que padece su hijo Evan se debe a una vacuna que le suministraron.
De acuerdo con una encuesta elaborada por el grupo Gallup en 2008 y publicada por USA Today, aproximadamente uno de cada cuatro adultos dijo que estaba familiarizado con las opiniones de la modelo acerca de las vacunas, y un 40% aseguró que sus declaraciones los hacían más propensos a cuestionar la seguridad de la vacuna.
A raíz de estos comentarios muchos padres se han preocupado que algunas vacunas no sean seguras y puedan causarles daño a sus hijos. Incluso, es posible que se hayan negado a recibir la vacuna, lo que también representa un peligro.
Ante esto, tanto la Academia Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics) como el Instituto de Medicina (Institute of Medicine, IM) tuvieron que informar que ninguna vacuna ni componente de alguna vacuna es responsable del número de niños que actualmente están siendo diagnosticados con autismo.
Y aunque McCarthy haya hecho estas declaraciones desde una buena intención, pues se ha sumado a campañas y organizaciones para ayudar a los padres de niños con este problema, al final los profesionales de salud son quienes deberán tener la última palabra.