Muchos de los 47 millones de seguidores que tiene Zuckerberg en Facebook entendieron el post no sólo como otra bella foto de la bebita Max, quien nació en diciembre, sino de un manifiesto sobre la vereda en la que está parado el fundador de Facebook sobre la vacunación, que ha estado en el centro de un debate médico y hasta de derechos civiles.
El post de Zuckerberg generó 70,000 comentarios, a favor y en contra. Algunos dijeron que "era un ejemplo a seguir", otros sin embargo, pidieron que "no fuera tomado como ejemplo porque las vacunas son un veneno".
Aunque la vacunación ha demostrado ser una herramienta sanitaria eficaz y económica para erradicar enfermedades, como la polio o la viruela, desde hace unos años hay un movimiento que está en contra de la vacunación.
No ayudó la idea que se diseminó en 1998 de que las vacunas causaban autismo, a partir de un estudio británico liderado por Andrew Wakefield, que, luego se comprobó, había sido un fraude. El científico fue preso y en el 2010 se supo que la investigación había sido financiada por padres que habían demandado a farmacéuticas que fabrican vacunas, y que se habían fraguado datos.
Decenas de estudios posteriores y entidades como los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) han presentado trabajos en donde se demuestra que no hay conexión entre la vacunación y el desarrollo de enfermedades como el autismo.
La ecuación es simple, un niño vacunado no sólo está protegido contra muchas enfermedades sino que previene contagiar a otros. Una comunidad con más vacunados es una comunidad más sana.
Zuckerberg mismo había declarado anteriormente que muchos estudios habían comprobado la inocuidad de las vacunas.
Silicon Valley, el reino de la informática y el futuro, tiene un peso importante en este debate, y en la práctica, los day cares y escuelas a los que van la mayoría de los hijos de empleados de las empresas del lugar tienen muy bajas tasas de vacunación, según datos del Departamento de Salud de California.
Contra lo que se cree, los padres de más alto nivel económico y de educación son los que muestran más resistencia a vacunar a sus hijos.