Un análisis profundo sobre este accesorio tan común concluye que su capacidad de retener y diseminar gérmenes es impactante.
La mayoría de las personas desinfectan periódicamente la esponja de cocina con diferentes métodos, ya sea llevándola al microondas o tratándola con lavandina, pero la ciencia revela que eso no es suficiente ni efectivo.
En un estudio publicado en Scientific Reports, los científicos analizaron 14 esponjas domésticas y sus habitantes microbianos, y confirmaron que éstas son abominaciones domésticas. Y que cualquier intento de esterilización sólo libera temporalmente el espacio esponjoso de patógenos potenciales, que rápidamente vuelven a instalarse.
Markus Egert y sus colegas de la Universidad de Furtwangen, en Alemania, tomaron muestras de varias partes de 14 esponjas domésticas y extrajeron material genético para secuenciar e identificar los microbios. También utilizaron un método para marcar a los microbios reproductores activos con una técnica fluorescente y los visualizaron con nuevas tecnologías.
La proyección cosechó más de 220,000 secuencias de ADN primas que representaron 73 familias y 118 géneros de microbios diferentes.
Las bacterias de la familia Moraxellaceae dominaron el espacio de la esponja, representando aproximadamente el 36% de los microbios en las muestras. Estos gérmenes son típicos de la piel humana y se han encontrado también en toda la superficie de la cocina que tiende a ser limpiada con la esponja.
¿Cómo liberarnos de esos gérmenes?
“Desde una perspectiva a largo plazo, los métodos de saneamiento de la esponja parecen no ser suficientes para reducir eficazmente en las esponjas de cocina, la carga de bacterias asociadas a enfermedades" escribieron en las conclusiones del estudio.
"Por lo tanto, sugerimos un reemplazo regular (y accesible) de las esponjas de cocina semanalmente” dijeron los investigadores.
Otros estudios han demostrado que las esponjas de cocina contenían la segunda cantidad más alta de bacterias coliformes de toda la casa, una clase amplia de bacterias que se encuentran en las heces humanas y animales. También se halló que albergan bacterias patógenas, de las que pueden conducir a la Escherichia coli (E. coli) y salmonela.
Cambiarlas una vez a la semana parece ser la opción más segura.