Cejas tupidas y gruesas o redondeadas y suaves son el resultado de miles de años de evolución que pueden haber contribuido a la supervivencia humana, creen los científicos.
Al igual que las astas de un ciervo, una pronunciada protuberancia de las cejas era una señal permanente de dominación y agresión en nuestros antepasados primitivos, que los humanos modernos cambiaron por una frente lisa con cejas más visibles y velludas capaces de un mayor rango de movimiento.
Las cejas móviles nos dieron las habilidades de comunicación para establecer grandes redes sociales; en particular, para expresar emociones más matizadas como el reconocimiento y la simpatía, lo que permitió una mayor comprensión y cooperación entre las personas y fue crucial para la supervivencia, según investigadores de la Universidad de York, en el Reino Unido
El estudio, publicado en la revista Nature Ecology and Evolution, contribuye a un debate de larga data sobre por qué otros homínidos, incluidos nuestros ancestros inmediatos, tenían cejas gigantescas mientras que los humanos anatómicamente modernos evolucionaron a frentes más planas.
"Mirar a otros animales puede ofrecer pistas interesantes sobre cuál puede haber sido la función de una cresta prominente en las cejas. En mandriles, machos dominantes tienen hinchazones de colores brillantes a cada lado de sus hocicos para mostrar su estado. La presentación sexualmente dimórfica y la señalización social es una explicación convincente para las cejas prominentes de nuestros antepasados. Su conversión a una frente más vertical en los humanos modernos permitió mostrar emociones más amistosas que ayudaron a formar vínculos sociales entre individuos", dijo Paul O'Higgins autor principal del estudio y profesor de anatomía en la Universidad de York.
Factores sociales
El equipo utilizó un software 3D para estudiar la protuberancia de la frente de un cráneo fosilizado conocido como Kabwe 1, que vivió entre 600,000 y 200,000 años atrás.
Luego descartaron dos teorías comúnmente conocidas para explicar las protuberancias de cejas salientes, una de ellas era que fueron necesarias para llenar el espacio donde se encontraban las cajas de cerebro plano y las cuencas de los ojos de los homínidos arcaicos, y la segunda era que actuaba para estabilizar los cráneos de la fuerza que realizaban al masticar.
Analizaron entonces la posibilidad de que los cambios evolutivos estuvieran vinculados a factores sociales.
Los investigadores explicaron que las frentes comunicativas comenzaron como un efecto secundario de nuestras caras cada vez más pequeñas en los últimos 100,000 años, proceso que se aceleró en los últimos 20,000 años cuando cambiamos de cazadores recolectores a agricultores.
"Las cejas son la parte que faltaba en el rompecabezas de cómo los humanos modernos se las arreglaron para llevarse tanto mejor que otros homínidos ahora extintos", explicó la doctora Penny Spikins del Departamento de Arqueología de la Universidad de York y coautora del estudio.
"Hay un reconocimiento creciente de que ser capaz de llevarse bien con otras personas, mostrando emociones afiliativas, es más importante en nuestra evolución de lo que previamente se creía. Nuestros cuerpos pueden haber cambiado para permitirnos ser criaturas más empáticas”, destacó Spikins.