Al comenzar la segunda semana de protestas en respuesta al asesinato de George Floyd por parte de la policía en Minnesota, varias sociedades médicas han condenado públicamente no solo la brutalidad policial que perdura en los Estados Unidos, sino también el racismo sistémico que tiene un efecto dominó en la salud.
El Colegio Americano de Médicos definió al racismo como un problema de salud pública del cual las principales víctimas son las comunidades de color. Y destacó la gravedad tanto del racismo institucional, por ejemplo los departamentos de policía, como de los individuos.
Autoridades la Asociación Médica Americana (AMA), incluida Patrice Harris, la primera mujer de raza negra presidenta de la organización, escribieron: "En cualquier temporada, la violencia policial es una injusticia, pero su daño es elevado en medio del notable estrés que las personas enfrentan por la pandemia de COVID-19 ".
Por su parte, la Asociación Americana de Pediatría (AAP) denunció el enorme impacto del racismo en la salud infantil, aun antes de que el bebé nazca.
La doctora Sally Goza, presidenta de la AAP dijo que "no podemos ignorar el impacto de la discriminación y el racismo en la salud de los niños y adolescentes".
"Siglos de racismo sistémico e institucional hacia los afroamericanos ha llevado a una disminución del acceso a la atención médica y a múltiples resultados adversos para la salud", remarcó en un comunicado Saul Levin, CEO de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Levin agregó que esto se ha remarcado durante la pandemia de COVID-19, que ha mostrado que los determinantes sociales de la salud impactan en los grupos más vulnerables.
Eso, destacó, además del enorme impacto en la salud mental. El racismo dispara la ansiedad y la depresión.