El refrán “desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo” parece ser cada día más acertado si se quiere estar sano y en forma. Al menos eso demuestra un estudio publicado por el journal Obesity.
Durante 2012, investigadores de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, trabajaron durante 3 meses con 93 voluntarias obesas o con sobrepeso. Estas mujeres siguieron una dieta de 1,400 calorías diarias, similar a la recomendada para quienes quieren bajar de peso. Las mujeres, con una edad promedio de 40 años, padecían síndrome metabólico, una condición de salud relacionada con la diabetes tipo 2.
La mitad de las voluntarias formó parte del grupo denominado “desayuno” (GD) y consumieron la mitad de sus calorías diarias durante el desayuno, 36% en el almuerzo y 14% durante la cena. El otro grupo llamado “cena” (C) hizo lo contrario: 14% en el desayuno, 36% al mediodía y 50% en la cena.
Cada dos semanas se controlaron los cambios en la figura y el metabolismo de las participantes. Y se pudo determinar que al cabo de tres meses, el grupo GD perdió un promedio de 19.1 lb (8,56 kg) y 3.3” (8,3 cm); el índice de masa corporal (IMC) bajó un 10%. En cambio el grupo C bajó solo 7,9 lb (3,5 kg), 1,5” (3,8 cm) y su IMC, un 5%.
En el primer grupo también se hallaron cambios ventajosos en el metabolismo, ya que el nivel promedio de triglicéridos se redujo en un 34%, mientras que en el segundo bajó un 15%. En cuanto al colesterol, éste descendió en ambos grupos, aunque en el GD hubo un aumento significativo del HDL o colesterol “bueno”.
Los niveles de glucosa, insulina y ghrelina - la hormona del apetito - bajaron en ambos grupos, pero en pruebas realizadas después del almuerzo entre integrantes del grupo GD, la glucosa y la insulina mostraron niveles aún menores. Según los expertos, esto sugiere que un desayuno sustancioso mantiene estables los niveles de insulina después de tomar la segunda comida del día.