El bebé nació hermoso y saludable, ya todo está bien. Sin embargo, hay madres que después del nacimiento se sienten deprimidas, sin ganas de hacer nada. Se dan cuenta de que no hay motivo para sentirse así, pero les cuesta sentirse motivadas.
La depresión post-parto afecta al 15% de las mujeres y es consecuencia de los cambios hormonales. En el embarazo, los niveles de estrógeno (conocida como la hormona femenina) y de progesterona, aumentan notablemente. Pero a las 24 horas del parto, las hormonas regresan a su nivel normal. También desciende el nivel de la tiroides, que es la glándula endocrina que regula el metabolismo y la sensibilidad del cuerpo a otras hormonas.
Estos cambios pueden provocar que la mujer después de dar a luz se sienta cansada, molesta por dormir poco, sobrepasada por la demanda del bebé, insegura acerca de si será una buena madre, estresada por las nuevas rutinas, poco atractiva y sin tiempo libre.
Dulces sueños
Si bien está comprobado que la depresión post-parto afecta a 15 de cada 100 mujeres, una investigación reciente realizada por el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Michigan, aparecida en la publicación “Sleep”, alerta sobre la importancia de no desatender esta depresión.
Según los expertos, “los bebés nacidos de madres con depresión son más propensos a sufrir patrones de sueño caóticos, que podría predisponerlos a sufrir de depresión al crecer”.
La Dra. Roseanne Armitage, especialista en trastornos del sueño y autora de este estudio, encontró que los disturbios en el ritmo biológico y del sueño persisten al menos hasta que el bebé cumple los ocho meses de vida, en el caso de las madres con depresión.
De hecho, el insomnio y los problemas de sueño están íntimamente relacionados con la depresión. Por eso, la Dra. Roseanne Armitage y la profesora Sheila Marcus, coautora del estudio, sugieren prestar especial atención a estas condiciones.
Los bebés necesitan dormir una siesta durante el día para descansar todo lo necesario. Esto implica entre 11 y 18 horas para los recién nacidos y hasta los dos meses de edad. A los 10 meses, el tiempo se reduce entre 11 y 15 horas; mientras que los niños de 1 a 3 años descansan de 12 a 14 horas.
Además de descubrir las consecuencias que la depresión de la madre puede tener en el bebé, al desencadenar trastornos del sueño, las investigadoras enfatizaron la relación que tiene, a su vez, la falta de sueño de la madre con la depresión.
“La privación crónica del sueño está asociada con un elevado riesgo de depresión en cualquier persona, en todas las etapas de la vida, pero en las madres que acaban de tener un hijo, la privación del sueño puede convertirse realmente en un problema, debido a los cambios hormonales y la necesidad de recuperarse del embarazo y el alumbramiento”, explicó la Dra. Armitage.
Sin duda, la falta de sueño puede interferir en los ritmos sociales, minimizar la cantidad de energía para cuidar del niño y contribuir con el desarrollo de la depresión.
Fuente: Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Michigan