Muchos lo ve como otra estrategia comercial para subir ventas, un convencionalismo más o un compromiso que debe cumplirse comprando un regalo o una tarjeta. Pero el Día de las madres puede ser también la oportunidad de expresar agradecimiento, una de las formas más simples de reconocer lo bueno que recibimos y sentirnos mejor física y mentalmente.
De alguna manera, su origen tiene que ver con eso. Si bien honrar a la figura materna es una costumbre milenaria (egipcios, griegos y romanos veneraban a sus diosas creadoras), no fue hasta 1914 cuando el Congreso de Estados Unidos declaró el segundo domingo de mayo como Día de la madre gracias a la iniciativa de Ann Jarvis.
Jarvis propuso un día para homenajear a las madres en honor a la muerte de su propia mamá en la Guerra Civil. Ella quería que fuera un día de apreciación y conmemoración pero, después de la aprobación del Congreso, la celebración se convirtió en una fecha más cercana a lo comercial y la misma Jarvis trató de boicotearla.
Hoy, saturados por mensajes publicitarios, rescatar el espíritu de la propuesta de Ann Jarvis y hacer del Día de la madre una toma de consciencia y un acto de agradecimiento hacia ese ser querido puede darle un sentido real a la celebración. Esa pequeña acción, además, puede tener un efecto positivo en nuestra salud.
Los beneficios de agradecer
La gratitud ayuda a las personas a sentir emociones más positivas, disfrutar de buenas experiencias, enfrentar la adversidad y construir relaciones sólidas. En los últimos años se han realizado varios estudios clínicos que han demostrado que su impacto puede ir más allá: ser agradecidos también ayudaría a bajar la presión sanguínea, mejorar la defensa natural del cuerpo contra las infecciones y ayudar a dormir bien.
Una investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de California encontró que las personas que se sentían agradecidas tenían una mejor salud cardíaca, entre otros aspectos. Mediante pruebas psicológicas, los investigadores obtuvieron puntajes de gratitud y bienestar espiritual y, al compararlos con diversos indicadores, concluyeron que el puntaje más alto estaba asociado con un mejor estado de ánimo, un sueño de mayor calidad, más autoeficiencia y menos irritación.
Robert A. Emmons, de la Universidad de California, y Michael E. McCullough, de la Universidad de Miami, también investigaron el tema. Pidieron a participantes de un estudio que cada semana escribieran frases enfocadas en temas personales. Después de 10 semanas, aquellos que escribieron sobre las cosas que los hacían sentirse agradecidos se sentían mejor acerca de sus vidas y tuvieron menos visitas al médico que aquellos que se enfocaron en escribir sobre sus malestares.
Incluso hay investigaciones sobre cómo la gratitud puede mejorar las relaciones amorosas. Estas demostraron que las personas que se tomaron el tiempo para expresar agradecimiento por su pareja no solo se sintieron más positivas hacia la otra persona, también sintieron que era más fácil expresar sus preocupaciones sobre la relación.
Niños agradecidos, niños conscientes
Los buenos efectos de la gratitud no son solo cosa de adultos. Sin embargo, lo común es que los pequeños aprendan a dar las gracias por buenos modales, sin que realmente lo comprendan o sientan.
“Ser agradecidos es mucho más que un comportamiento, es una experiencia interna”, escribió recientemente Andrea Hussong, psicóloga especializada en estudiar las interacciones familiares y la gratitud. Para criar niños agradecidos, dice, es necesario ser su modelo y ayudarlos a conectar ese acto con los sentimientos. De esta manera, los padres que intentan ser agradecidos motivan la gratitud en la crianza y tienen hijos que demuestran más gratitud diaria.
Los investigadores Jeffrey Froh y Giacomo Bono, autores del libro Making Grateful Kids: The Science of Building Character, llegaron a las conclusión de que los niños y adolescentes que practican la gratitud muestran muchos beneficios positivos, incluidos mejores estados de ánimo, más optimismo y mejores relaciones sociales, tras estudiar el tema.
Una forma que Froh y Bono sugieren para ayudar a los niños a comprender y vivir el agradecimiento es que cada día recuerden las cosas buenas que les han sucedido para reconocer los esfuerzos de quienes las hicieron posibles. Por ejemplo, a la hora de cenar pensar en todas aquellas personas que hicieron posible su comida (campesinos, granjeros, panaderos).
Tal vez un ejercicio como este podría aplicarse en una fecha como el Día de la madre: pensar en lo que les gusta de su familia, especialmente lo que aman y disfrutan de sus mamás, en cómo ellas los hacen sentir. Y podría extenderse al Día del padre, del niño o cualquier otras celebración.
Dice Froh que la clave está en comprender que alguien ha hecho algo intencionalmente para beneficiarnos, que proporcionar este beneficio fue costoso para ellos y que el beneficio es valioso para nosotros. Y eso aplica para niños y para adultos.
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