En el estudio publicado en la revista Nature, científicos del área de psiquiatría molecular de la universidad, comprobaron que el estrés persistente causaba cambios morfológicos en la región cerebral conocida como amígdala (no la amígdala de la garganta), que controla las emociones como la ansiedad o el miedo.
En la foto, abajo (crédito: Harold y Margaret Milliken, Hatch Laboratory of Neuroendocrinology, The Rockefeller University/Molecular Psychiatry) se perciben cambios en la estructura de las neuronas, el nombre que reciben las células cerebrales.
Estos cambios causados por un estrés no tratado podrían derivar en desórdenes de conducta y trastornos de depresión, afirman los investigadores.
"Ya se han reconocido señales de cómo la amígdala desarrolla una compleja respuesta al estrés", dijo Carla Nasca, la autora líder del estudio. "Las neuronas que están en esa área cambian ante el estrés".
La experta dijo que, a la vez que se han observado esos cambios neuronales, se ha comprobado que sus efectos pueden prevenirse con antidepresivos que justamente eviten estos cambios.
La zona de la amígdala está ubicada en las profundidades del cerebro. En el grupo de ratones estresados, esta región mostró cambios en las neuronas, algo así como que estas células dejaron de conectarse entre sí.
Esta falta de conexiones neuronales distorsionan la habilidad para adaptarse a nuevas experiencias, dejando a la persona atrapada en posibles estados de ansiedad y depresión.
Sin embargo, aseguran los expertos de la Universidad Rockefeller, este efecto puede prevenirse. Estudiando la acetyl cartinina, una molécula con potencial antidepresivo, comprobaron que los ratones de laboratorio tratados con esta sustancia fueron más sociables y las neuronas de la zona de la amígdala mostraron mejores conexiones entre sí.
En condiciones normales, los humanos y los roedores producen acetyl caritina, pero esta sustancia no se produce con naturalidad en casos de depresión.