Muchas famosas como Kim Kardashian, January Jones. Holly Madison y Ana Patricia expresaron su deseo de comer la placenta de sus bebés para alejar la depresión posparto. Ninguna de ellas comentó si finalmente lograron cumplir su deseo, pero día a día la lista de embarazadas que quiere experimentarlo crece a la par de sus vientres.
Se supone que esta costumbre habitual en los animales podría ayudar a la recuperación después del parto a las mujeres. Sin embargo, no hay evidencia científica de que comer placenta tenga algún poder regenerador.
Un estudio reciente explicó que la placentofagia, tal como se llama al acto de comer la placenta del bebé después del parto, no ayuda a frenar la depresión posparto, aumentar los niveles de energía o aumentar la producción de leche. Los resultados del análisis fue publicado por el Archives of Women’s Mental Health tras revisar 10 artículos sobre la ingesta de la placenta.
La psicóloga Cynthia Coyle, líder el estudio de la Escuela de Medicina Feinberg de la Northwestern University, en Chicago, declaró que no hay evidencia de los beneficios de la ingesta de placenta. “Por el contrario, hay un riesgo potencial para la vida de las parturientas y de los bebés que están criando”, advirtió.
Otro de los riesgos es que no hay regulaciones que indiquen cómo se debe guardar o preparar la placenta, ni de las dosis necesarias para que lograr el efecto esperado.
Para poder recomendar el consumo a nivel popular, los médicos creen que se debe estudiar el tema con más profundidad. El doctor y profesor de la Universidad de Nevada, en Las Vegas, Daniel Benyshek, está llevando a cabo una investigación clínica en un estudio con 100 mujeres, y sobre los beneficios declaró a BBC Mundo: "La mayoría de los profesionales de la salud se muestran escépticos, ya que no hay estudios científicos que confirmen no sólo que el consumo de placenta es efectivo, sino también que sea seguro".
El doctor James Ducey, ginecólogo de la Staten Island University, en Nueva York, declaró que si una mujer tiene deseos de comer la placenta, puede hacerlo, aunque sus beneficios no difieren de comer un alimento rico en grasas o proteína. Una vez que llega al estómago es procesada como un alimento más, aunque en este caso hay un riesgo adicional ya que puede contener bacterias vaginales.
Ante el aumento de casos de madres que en los hospitales piden que se les reserve su placenta, en enero 2014, en Oregón se aprobó una ley que ampara el derecho de las mujeres a que, cumpliendo determinados requisitos, puedan llevárselas a casa. Aunque sin esta ley, ya muchos centros hospitalarios la están entregando a pedido de las pacientes.
En EE.UU. se estima que hay más de 30 empresas que ofrecen servicios de preparado de placentas encapsuladas para que se reparta en dosis diarias, incluso hay algunas que las cocinan en diferentes platillos. Una de ellas es “Tree of Life”, con base en Portland (Oregón), que ya lleva siete años de actividad.
Otra compañía especializada, “Brooklyn Placenta Services”, evapora la placenta, la deshidrata, la convierte en polvo y le añade chile jalapeño, limón y jengibre para favorecer la digestión, y brindar energía a las madres.
También hay organizaciones sin fines de lucro que promueven este consumo. Jodi Selander ha fundado en Nevada, “Placenta Benefits”, que ofrece información a las madres sobre los beneficios que proporciona, además asesora sobre la preparación de las cápsulas.
En Europa, Louise Silverton, directora del Royal College of Midwives informa que no hay evidencia de que pueda ser peligroso su consumo. Pero las parteras no la aconsejan porque podría ponerse en mal estado. Todo queda entonces en la decisión de la flamante mamá.